El aeropuerto de El Prat (el rebautizo impuesto de nombre no funciona) es el que más crece del Estado, a pesar de los palos en las ruedas y la priorización de Barajas. Si hablamos de Rodalies, dan ganas de salir corriendo porque, mientras aquí vamos enlatados y con retrasos e incidencias continuadas y los presupuestos son más escasos y la miseria no se ejecuta, en la capital del reino van recibiendo guiños y una financiación pública holgada.
Por otra parte, hace poco se ha sabido ―en pleno debate por la masificación del turismo de cruceros y el replanteamiento de su viabilidad― que el puerto de Barcelona supone el 19 por ciento de las aportaciones al sistema portuario español, pero que, en cambio, recibe sólo el 0,7 por ciento (que si encontramos irrisorio este porcentaje, habría que recordar que es la misma cifra que los países ricos destinamos a los países pobres, así dicho grosso modo). Eso hace que el puerto catalán sea el que más aporta al fondo de compensación. En ámbitos como la salud, la enseñanza o los bomberos, más o menos lo mismo. Sectores castigados, maltratados, que tiran de capital humano a falta de capital público.
Asimismo, la financiación que las entidades sociales catalanas reciben en ayudas a través de la casilla del IRPF, es también del 0,7 por ciento. Según la Taula del Tercer Sector, las comunidades autónomas gestionan el 80 por ciento de esta cantidad. Un 0,7 por ciento, cifra ridícula. Y recurrente.
Conforme, y resumiendo mucho: el Estado incumple sus compromisos y le debe un montón de dinero a Catalunya ―lo sabemos― por no hablar de las balanzas fiscales y del maltrato como pueblo que va más allá del aspecto financiero. De acuerdo. Dicho esto, saco el hacha:
Recordemos que la cultura no es ocio, la cultura forma a las personas. Nos hace pensar, nos hace crecer, nos crea espíritu crítico
Si hablamos del bienestar de una sociedad, la cultura ―de la cual tanto se llenan la boca nuestros gobernantes― tendría que ser un puntal. Pero no lo parece si nos fijamos en los presupuestos y los recortes. Para los primeros no es una prioridad y para los segundos, es preferente.
La cultura supone el 0,8 por ciento del presupuesto total de la Generalitat de Catalunya. Un miserable decimal más que la tristemente habitual cifra del 0,7 aparecida en otros ámbitos. Un insulto. Pero por si fuera poco, y aquí voy, el Govern de Catalunya este agosto ha aplicado un (nuevo) recorte del 6 por ciento en cultura, lo cual significa unos 14 millones de euros menos. La tijera se pasa encima de unos presupuestos congelados desde el 2017. Venga ya. Ciertamente, la rebaja afecta también a otros departamentos pero no trastoca a todos por igual, no es lo mismo sacar a quien menos tiene y, por lo visto, al Departament d'Interior el recorte no le ha impedido comprar nuevas herramientas de trabajo, como gas pimienta. Llueve sobre mojado. La Conselleria d'Economia ve la cultura como un lujo, no como un derecho social. Esta sería una de las madres del cordero. Recordamos que la cultura no es ocio ―a pesar que demasiado a menudo se asocian los dos términos―, la cultura forma a las personas. Nos hace pensar, nos hace crecer, nos crea espíritu crítico. Como diría el director del festival Barnasants, Pere Camps: sin cultura, ganan ellos.
Y para ir acabando, que a algunos ya los veo venir. Primero: sí, fui la jefa de gabinete de la consellera de Cultura durante casi ocho meses (hasta enero de este año) y, coordinando tareas desde aquel puesto de responsabilidad, hicimos todo lo que pudimos ―y hice todo lo que me dejaron― para tratar de revertir esta situación, consciente de las carencias mencionadas y con toda la honestidad y trabajo posibles hacia un mundo, el de la cultura, que quiero y me creo. Y segundo: mis convicciones democráticas, mi ideología y el deseo de independencia para Catalunya están donde estaban, ser crítica con tu país ―y los que lo gobiernan― no significa dejar de quererlo libre, todo lo contrario, son deberes que tenemos que ir cumpliendo si de verdad nos creemos este camino que hemos emprendido. Como decía Montserrat Roig, la cultura es la opción política más revolucionaria a largo plazo. Sin embargo, sería bueno aplicar las frases de manera efectiva y no sólo repetirlas como lema en los discursos políticos. El compromiso también es eso.