Según un estudio de la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC) sobre redes sociales y atendiendo también a los datos ofrecidos por el mismo Twitter, esta red tiene unos 330 millones de usuarios por todo el mundo, 4 de los cuales están en el Estado español. De estos, solo el 24 por ciento son activos, es decir: que han hecho al menos un mensaje en los últimos dos meses. Además, en los últimos tres años se ha producido un estancamiento de esta red —incluso un descenso— mientras Facebook y, sobre todo, Instagram, crecían.
Si hacemos cálculos mentales rapiditos veremos que la comparación nos lleva a un número más bien reducido de personas que lo utilizan realmente —recordamos que solo son activos el 24 por ciento de estos 4 millones registrados— y, en proporción con el total de población del Estado, la cifra resultante parece casi simbólica: de los 38 millones de ciudadanos de entre 15 y 80 años (franja potencial de uso) solo 1 millón es asiduamente operativo. De nuestro país, Catalunya, no he sabido encontrar datos fiables. Con todo, varias voces hablan de que podría representar solo el 7 por ciento de la población.
Sumemos a eso otro elemento: los seguidores de una determinada cuenta lo son porque, lógicamente, les interesa aquella persona y/o los temas de los cuales opina. Por lo tanto, estamos hablando de miles o como mucho centenares de miles de usuarios (los que tienen millones se cuentan con los dedos de una mano, ya nos entendemos) que están dispuestos siempre a aplaudirlo, personas afines. Tenemos, por lo tanto, 4 millones de habitantes que disponen de Twitter, de los 38 que podrían tener. De estos 4, solo 1 millón es activo con cierta regularidad y de este millón, los miles que siguen alguien son admiradores incondicionales, poco dados a la crítica (dejemos de lado perfiles falsos y los que solo buscan pelea feroz).
O sea que la famosa burbuja de Twitter no llegaría casi ni a categoría de burbujita, una pequeña esfera efímera sin la cual se puede vivir tranquilamente, hecho empíricamente comprobado. Los debates paralelos que se crean no sientan cátedra, a pesar de poder ser enriquecedores. Ciertamente, se trata de una red interesante con perfiles de los cuales aprender pero hace falta dimensionarla en su justa medida y no darle más importancia de la que realmente tiene (prensa incluida). La vida no se mide según el número de seguidores que tengas, ni en función de los tuits que haces. Si Twitter fuera un planeta, sería la Tierra en medio del Sistema Solar. Un soplo.