El 50% de los encuestados por el barómetro del CEO no sabe responder quién es el president de la Generalitat. Es un dato que, de entrada, refleja el alcance del desinterés que genera el momento político actual, rotundamente soporífero. Pero también es un dato curioso por lo que explica del hombre que encabeza el Govern de nuestro país: con el CEO en la mano, Pere Aragonès puede venderse como un auténtico gestor del mientras tanto, alguien que, para bien o para mal, es capaz de mantener cualquier polémica dentro del grupo de ciudadanos que siguen la actualidad política. No ha habido ningún titular, ninguna comparecencia ni ninguna entrevista en la que nuestro president haya protagonizado un desliz público, una declaración punzante o una metedura de pata lo bastante destacable para polarizar la ciudadanía menos politizada en torno a su personaje. Aragonès no molesta a nadie más allá de los que creemos que su función tendría que ser, como mínimo, molestar, y este es uno más de los frutos envenenados de la represión política.
Pere Aragonès es el hombre de España en Catalunya, porque es capaz de obedecer al Estado y mantener las aguas calmadas sin que muchos de los que lo votan lo dejen de ver como uno de los suyos, como uno de los nuestros. Su papel de colaborador durante el 155 no fue más que una muestra de todas y cada una de las colaboraciones que han venido más adelante y que, inteligentemente, asesores y asesorcillos han sabido vender a base de marketing. El president de la Generalitat es la persona perfecta para el momento actual, porque él ha creado el momento actual. En palabras de Rosalia: "No basé mi carrera en tener hits, tengo hits porque yo senté las bases".
El 50% de los catalanes no sabe responder quién es el president de la Generalitat porque no les ha hecho falta saberlo
Pere Aragonès es un hombre que se ha dedicado día tras día a vaciar el discurso independentista para que todo el mundo lo pudiera llenar con aquello con que se sintiera más cómodo. Ahora que ya es president, su única ocupación es mantener la ficción hasta que llegue el próximo simulacro. No es tarea fácil. Requiere la delicadeza de construir un relato que parezca lo bastante independentista para que una parte significativa de independentistas se identifique con él y, al mismo tiempo, lo bastante discreto para que no comprometa las relaciones con el gobierno que te ha indultado a los presos. Gracias a Dios, esta delicadeza es una de las grandes habilidades de nuestro entrañable president.
El 50% de los catalanes no sabe responder quién es el president de la Generalitat porque no les ha hecho falta saberlo. Pere Aragonès no es objeto de conversación en la cola de la pescadería, ni en la barra del bar, ni en la peluquería con las señoras de bien. Esto, que es un buen indicador a la hora de recibir el semáforo verde de la aprobación ciudadana —concretamente, un 4,9 en el CEO, sólo por debajo de Oriol Junqueras—, es un una pésima noticia para los que queremos que, en algún momento de la historia, Catalunya deje de formar parte de España. Que un president independentista sea o desconocido o bien valorado en un momento en el que el no a la independencia sigue ganando al sí explica que no sólo no trabaja para la independencia, sino que, además, hace lo posible para mantener la conflictividad a niveles casi inexistentes. Pere Aragonès sabe vender bien la obediencia: hace de día y deshace de noche. Esto, hoy, lo hace ganar.