Barcelona, otoño de 1348. Un barco mercante genovés fondeaba en el puerto de Barcelona. Su tripulación estaba infectada por una bacteria que se transmitía a través de las pulgas y que resultaría letal. Aquella pandemia sería denominada "peste negra" y solo en Europa causaría la muerte de 100 millones de personas (1348-1351), la tercera parte de la población continental. Cuando pensamos en la Edad Media y nos preguntamos de qué moría la gente, solemos imaginar que la mayoría de las defunciones se producían a causa de epidemias y pandemias. Pero eso no es así. La investigación moderna (los levantamientos en las necrópolis medievales) revela que aquellas crisis sanitarias tuvieron mucha incidencia, pero entre peste y peste la gente se seguía muriendo y de formas que a nuestros ojos resultan entre curiosas e inimaginables.

La investigación arqueológica

La historiadora andorrana Elisenda Vives, doctora por la UAB, ha publicado varios trabajos que recogen las causas principales de muerte durante la Edad Media catalana. A través de los trabajos arqueológicos en 21 necrópolis medievales esparcidas por todo el territorio catalán, sabemos, por ejemplo, que los catalanes y catalanas de la época eran gente de "caras largas" (cráneos dolicocéfalos, característica muy generalizada entre la población de la Europa sudoccidental). Sabemos, también, que eran individuos de una talla modesta (en la población adulta, 1,60 los hombres y 1,50 las mujeres, que eran estaturas estándar entre la población del Mediterráneo occidental). Y sabemos, también, las patologías que les causaban la muerte. Más allá de las pestes, en épocas de bonanza, los catalanes y las catalanas se morían o los mataban de formas muy diversas.

Escena de violencia doméstica. Fuente Bibliothèque Nationale de France
Escena de violencia doméstica. Fuente Bibliothèque Nationale de France

Las muertes violentas

La doctora Vivas, en su trabajo La población catalana medieval. Origen y evolución (Eumo Editorial, 1990) se sorprende del altísimo porcentaje de cráneos fracturados que aparecen en algunas necrópolis estudiadas, y que son una prueba, del nivel de violencia que afectaba a aquella sociedad. Mucho más allá de las guerras, los resultados que presenta la doctora Vivas revelan que los catalanes medievales tenían tendencia a resolver las diferencias abriendo la cabeza del contrincante. Especialmente en las zonas de montaña. Si bien es cierto que la necrópolis de Sant Vicenç d'Enclar (Andorra) tenía cierto carácter militar, no deja de sorprender la aparición de seis individuos —hombres— con el cráneo perforado por el impacto de un objeto punzante, y dos más, con el parietal hundido y desviación de la espina nasal, lesiones causadas por puñetazos en la cara.

La desnutrición

La doctora Vivas revela el hallazgo de varios individuos (de todas las edades y de los dos sexos) que presentan una patología denominada Criba orbitalia (la perforación del cráneo en la parte superior de las cuencas oculares), que la medicina moderna asocia a un estado deficitario de la alimentación. Este estado de desnutrición continuada, o bien en un momento en que el organismo tenía una especial necesidad de reposición de proteínas (niños/niñas en la etapa de crecimiento, mujeres que acababan de parir, o mujeres en la fase de la menopausia), se traducía en una anemia galopante que era la antesala de la muerte. La investigación arqueológica revela que este tipo de muerte era muy general por todo el territorio, pero afectaba, principalmente, a las mujeres, y muy probablemente a las situadas en los segmentos socioeconómicos más humildes de aquella sociedad.

Escena de una extracción dentaria. Fuente Bibliothèque Nationale de France
Escena de una extracción dentaria. Fuente Bibliothèque Nationale de France

Las patologías bucales

Las patologías bucales no provocaban, directamente, la muerte, pero sí que conducían a un estadio de precariedad, que era la antesala de la muerte. Una de las causas principales era la caries, que en aquel contexto histórico tenía una relación directa con la desnutrición, la alimentación desequilibrada y el estrés, que ataca el esmalte dental. Pero los trabajos arqueológicos han revelado datos interesantísimos que nos dicen que este tipo de enfermedades afectaban más a los hombres que a las mujeres, en una proporción de 7 en 3. Que existía una predisposición genética, que explicaría por qué el cementerio de Sant Martí de Lleida tiene una proporción muy superior de individuos afectados por estas patologías, en relación con otros cementerios del país. Y que era una enfermedad exclusiva de los adultos, por qué las piezas dentales de los cadáveres de los niños no presentan caries.

Representación de una mujer joven y una mujer madura embarazadas. Fuente Museo Real de Bélgica
Representación de una mujer joven y una mujer madura embarazadas. Fuente Museo Real de Bélgica

Los embarazos y partes continuados

La doctora Vivas sostiene que "no debieron ser los primeros partos la causa de una mortalidad elevada, sino el desgaste provocado por embarazos continuos —eventualmente abortos— ligados a condiciones de trabajo en la población campesina muy duras". El papel de máquina reproductiva que se le había asignado a la mujer durante la Edad Media (fabricación de fuerza motriz), se intensificaría después del triunfo de la revuelta de los remença (siglo XV), que transformó a una sociedad de siervos en una de campesinos propietarios o arrendatarios en condiciones muy mejoradas. La ideología de aquella nueva sociedad, consistente en engendrar "brazos para trabajar" con el objetivo de incrementar el rendimiento de la explotación familiar, explicaría algunos comentarios a los libros de óbitos (Vallfogona, 1604): "murió a treinta y cuatro años desgarrada", después de una docena de embarazos y partos.

Representación de un parto. Fuente Bibliothèque Nationale de France
Representación de un parto. Fuente Bibliothèque Nationale de France

La mortalidad infantil

La mortalidad infantil era una lacra de aquella sociedad medieval. La doctora Vivas lo atribuye a un paisaje de pobreza generalizada y a un elevado nivel de consanguinidad, que afectaba a todo el continente europeo. Hacia el año 1000, en Suecia moría 1 de cada 3 niños antes del primer año de vida. Y en la Provenza morían 1 de cada 5 niños antes de cumplir los doce años. Pero a medida que avanzaban los siglos, y algunos países como Catalunya creaban y consolidaban una red hospitalaria modélica, paradójicamente, la tasa de mortalidad infantil crecía imparablemente. Superada la Edad Media, y en periodos de crisis muy profundas (1627-1640), la mortalidad infantil alcanzaba cifras espantosas: el 50% en la franja de 0 a 2 años o del 20% en la franja 2 a 8 años (Vallfogona, 1628), solo equiparables a episodios de peste o de guerra.

Otras causas

La doctora Vivas cita otras causas que tenían una gran incidencia en la muerte de los catalanes medievales, como las fiebres (viruela, paludismo), las apoplejías (trombosis), los tumores óseos, la artritis y la artrosis o los traumatismos y las gangrenas causadas por accidentes de trabajo. En definitiva, un extenso catálogo de patologías que campaban libremente entre una sociedad falta de cultura higiénica y preventiva. Los catalanes medievales, como todos los europeos de la época, vivieron sumergidos en el imperio de la precariedad, que limitaba las condiciones y la longevidad. Sin embargo, una parte de aquella sociedad, sobrevivió a la mortalidad infantil, se reprodujo, posiblemente algunos se convirtieron en ancianos septuagenarios, y entre todos garantizaron el ciclo de la vida. Gracias a ellos y a ellas, a los más fuertes, nosotros hoy estamos aquí.