Las esquelas de los religiosos franciscanos llaman mucho la atención. Empiezan así: "La hermana muerte ha venido a buscar fray..." y entonces añaden el nombre del religioso o religiosa en cuestión.
La hermana muerte. Fue san Francisco de Asís quien así la llamó de esta manera cuando la vio cerca: Bienvenida hermana muerte. No es extraño ver imágenes del santo de los pobres con una calavera en la mano. Una presencia tan fraternal, cotidiana, familiar, como la vida. Una más de la comunidad.
Asociamos a los franciscanos a un hábito sencillo, marrón, con un cordón en la cintura. San Francisco de Asís se quiso librar de toda pompa mundana. Es por eso que se entiende que para un capuchino —de la misma familia de raíz franciscana pero reformados posteriormente—, ser creado cardenal es una incomodidad, ni que sea estética. Entre los escogidos por el papa Francisco como neocardenales, destaca el predicador Raniero Cantalamessa, que acaba de anunciar que acepta pero con condiciones. El padre Cantalamessa acepta ser cardenal pero franciscanamente, y se quiere morir y ser enterrado con su hábito. Por lo tanto, nada de ser ahora consagrado obispo y recibir la mitra. No lo quiere. De la austeridad de la tela marrón y áspera capuchina al tacto perfecto y sedoso de los trajes cardenalicios que venden en la tienda de Annibale Gammarelli de Roma hay un trozo. Un abismo que Cantalamessa no quiere acortar.
Es el deseo del predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa OFM Cap o fraile capuchino, un hombre carismático que el papa Francisco ha querido nombrar dentro del nuevo consistorio de creación de cardenales que ensancha el colegio cardenalicio y, por lo tanto, sus asesores y futuros sucesores. Cantalamessa, por edad, podrá escoger al nuevo Papa pero no ser escogido. Con su franqueza habitual, ha hecho saber que acepta pero pide una dispensa y renuncia a ser obispo, un paso que ahora parecía evidente en la carrera eclesiástica. Este es un concepto, el de "carrera eclesiástica", que tanto a él como al papa Francesc les provoca urticaria. Empieza una nueva manera de ejercer el cardenalato, con la renuncia a la mitra y a no recibir la ordenación episcopal. El padre Cantalamessa (que no me dirán que no es maravilloso que un predicador tenga por apellido "Canta la misa") es quien se encarga de liderar los ejercicios espirituales que se hacen en el Vaticano. He tenido que transcribir muchos años sus sermones, y es todo un artista de la palabra.
Cantalamessa, con su gesto ahora de renunciar a la mitra, parece el capítulo perfecto de una serie en que hacía falta también este golpe de efecto austero y de renuncia
Raniero Cantalamessa tiene 86 años. Fue Juan Pablo II quien ya en 1980 lo nombró predicador de la Casa Pontificia. Benedicto XVI lo confirmó en el cargo en el 2005 y todavía está. Su trabajo principal es dirigir por Adviento y Cuaresma los ejercicios espirituales a toda la curia, en presencia del Papa. Cuando se puede ausentar del Vaticano se vuelve a vivir en el Eremo del Amor Misericordioso en Cittaducale. Llamándolo a las filas cardenalicias, el papa Francisco no le hace un favor: Cantalamessa no puede ser elegido sucesor suyo. El favor se lo hace un poco a él mismo: tiene al lado, todavía más, a un hombre sabio e influyente, que está en la Casa desde que Juan Pablo II entró. Ha visto pasar cardenales, estrellas ascendentes que después se han quedado en nada. Ha sido testigo de sorpresas, de conjuras, de alianzas y visiones compartidas. Con él Bergoglio gana un excelente cardenal elector, un cardenal influyente que puede, con su palabra pero sobre todo con su manera de hacer, marcar tendencia. No en vano el papa actual se llama Francisco, por san Francisco de Asís, y acaba de titular su última encíclica Fratelli Tutti con resonancias claramente franciscanas y lo ha presentado precisamente en Asís...
El ciclo franciscano de Bergoglio se hace patente, y Cantalamessa, con su gesto ahora de renunciar a la mitra, parece el capítulo perfecto de una serie en que hacía falta también este golpe de efecto austero y de renuncia. Se hace pequeño, pero su influencia puede llegar muy lejos.