Aquellos días efervescentes del procés nos repetíamos a menudo que el mundo nos mira. El universo mundial quizás no es tan estrábico y bastante trabajo tiene en mirarse a sí mismo e ir tirando. Sin embargo, es cierto que Catalunya existe y se significa. En aquel momento se hizo bastante ruido como para que algunas personas de algunos lugares del planeta nos observaran. Y lo siguen haciendo. Catalunya sale en las conversaciones internacionales. Seguimos exportando de todo, talento y productos, servicios y cerebros. Ser catalán es reconocido como una identidad fuerte que tiene una buena marca detrás. Se convocan elecciones en España y la pregunta de cómo afectará a Catalunya se repite por parte de interlocutores internacionales. Nuestra cuestión catalana sigue como tema. Nos estudian y somos objeto de investigaciones por parte de especialistas.

Hay lectores de catalán por el planeta. Somos una tierra escogida por personas que deciden establecerse aquí, y saben que la lengua es una herramienta esencial, integradora y al alcance. Y aunque nos miran algunos, algo nos está pasando. Cuando te sabes observado, mejoras tus gestos, calibras mejor el tono de tus conversaciones, te esfuerzas en mostrar tu lado más agradable. ¿Quizás nosotros no miramos lo suficiente a los demás? La Catalunya autorreferencial es un peligro del cual ya hemos sido advertidos. Catalunya es grande cuando mira también hacia afuera y no se queda cegada en ella misma, satisfecha y autosuficiente. Nos necesitamos y todavía no lo acabamos de entender.

Catalunya es grande cuando mira también hacia afuera y no se queda cegada en ella misma, satisfecha y autosuficiente

La Unión Europea está preocupada por el auge de populismos, desinformación y odio creciente a aquello que no se conoce. Todos los nuevos programas que está preparando parten de esta premisa: hacer tejer comunidades más resilientes, inclusivas, diversas, potentes y abiertas. Para no ser un fundamentalista de tus cosas, no basta con viajar, naturalmente, aunque podría ayudar. Tampoco basta con estar expuesto a la diversidad, sea un multiculturalismo familiar, elegido, educativo o laboral. Nunca es suficiente. Los problemas sobre la identidad que mata, la identidad cerrada, incapaz de aceptar (ni tolerar la presencia) a los otros lleva a desastre. Hablaba con un profesor de Iraq que ha conseguido reunir a 80 jóvenes judíos, cristianos y musulmanes durante una semana en un programa formativo en que básicamente se han intercambiado teléfonos y han hablado de quiénes son y qué hacen. En Iraq, donde nada es fácil. Un formato sencillo, sin PowerPoint ni grandes intervenciones. La fuerza del conocimiento mutuo. Ahora, separados y dispersados por diferentes ciudades de Iraq, siguen en contacto y algunos ya se están organizando para hacer proyectos conjuntamente.

Encerrarse con los de la propia tribu, hoy, nos empobrece. Miente quien considere que dialogar diluye tu propia identidad. Conocer la alteridad te lleva a preguntarte por ti mismo, un hecho que en la secta das por supuesto porque todos son como tú, comen como tú, piensan como tú, visten como tú. El mundo nos mirará, todavía más, si este ejercicio de alteridades dinámicas lo llevamos más a cabo. Salir de las capillitas, juntarse con gente que nos da respeto o pereza por sus ideas, leer diarios que no tienen nuestros colores, mirar cómo juega un partido un rival... Quizás nos dará algún dato interesante sobre nosotros mismos. Ya que nos miran, hagámoslo bien.