Dos días antes de las elecciones europeas de 2019 apareció un muñeco con la cara de Oriol Junqueras colgado de un puente de Sant Vicenç dels Horts —su pueblo, como se sabe—. Junqueras libraba en esas elecciones un cuerpo a cuerpo contra Carles Puigdemont, como se recordará. El muñeco, eso sí que no sé si se recuerda, tenía las siglas de ERC pintadas en la barriga y el mensaje en castellano, “Junqueras, púdrete en la cárcel”. Ni que decir tiene que entonces salieron los dirigentes de ERC denunciando aquella ignominia. Incluso el propio Junqueras, todavía desde la cárcel, decía “esto no debería ocurrir nunca, pero da igual. Nosotros somos valientes y con nosotros ganará el conjunto de la sociedad, incluso los que cuelgan muñecos con mi nombre, que seguro que nadie querría que su hijo viera esa imagen”. El junquerismo es amor.

Gabriel Rufián, obviamente en X y compartiendo la foto que nadie querría que sus hijos vieran, tuiteó “así se ha despertado una de las calles del pueblo de Oriol Junqueras. Calles por las que pasan cada día sus hijos cuando van a la escuela. Lo pongo aquí porque quizá se olviden de contártelo, mientras que, si fueran otros, lo pondrían incluso en el teletexto”. No sabemos a quién se refería con “otros”, pero teniendo en cuenta el contexto, quizás se refería a los artistas antes conocidos como Convergència, que es el auténtico motivo de existir de la actual ERC.

Cuando un partido, o mejor dicho, los dirigentes de un partido, mienten a los ciudadanos, lo que deben hacer es irse a casa

Pues bien, ese cartel, como los que decían “fuera el alzhéimer de Barcelona”, con foto de los hermanos Maragall, todo eso sí que lo saben, los puso la propia ERC, según RAC1. La estructura paralela, lo llaman ahora. Algo que da un poco de miedo. Ataque de falsa bandera, se ha definido. Mentiras, deberían decir. Y cuando un partido, o mejor dicho, los dirigentes de un partido, mienten a los ciudadanos, lo que deben hacer es irse a casa. Y no precisamente Ernest Maragall, que es lo que ha pasado.

Porque ahora ya no sabemos si las lágrimas de Junqueras, si las 155 monedas de plata de Rufián o si todas sus proclamas, son verdad o una mentira más. Sí que sabemos, en cambio, que durante años los dirigentes republicanos han hablado desde la superioridad moral, que han hecho lo imposible por controlar los medios públicos con sus comisarios políticos y sus tertulianos a sueldos nada disimulados. Y que, todo esto, no solo no les ha servido de nada, sino que han quedado hundidos en el mayor de los descréditos. Y es una lástima que esto ocurra en un partido que en su nombre lleva esquerra, republicana y Catalunya.