La carta de Lluís Llach a la ciudadanía, hecha desde la presidencia de la ANC, es un necesario y contundente grito de alerta. Aunque el objetivo primordial es el de llamar a la movilización de la Diada, entendida como un poderoso instrumento en favor de la lucha nacional —"tienen miedo cuando los independentistas salimos a la calle"—, la carta también pone encima de la mesa los riesgos más serios que sufre nuestra nación: la progresiva minorización de la lengua catalana; el empeoramiento del nivel escolar; el caos en infraestructuras; la falta de recursos que recorta servicios sociales; el deterioro del medio ambiente; el espolio fiscal, que "hace imposible la viabilidad estructural y económica y empobrece el horizonte de nuestro futuro" y, como colofón, la consolidación de una "toga nostra" que utiliza los instrumentos judiciales para la represión política.
En definitiva, una bajada global en el termómetro de la salud de la nación catalana, más empobrecida, más controlada y más represaliada. Como dice Llach, "España está haciendo mucho más alta la pared que tenemos que saltar", y esta pared la construye en el momento de más división del movimiento independentista. Al fin y al cabo, nada que no sea esperable: primero la represión brutal, después la fragmentación de nuestras fuerzas y finalmente la ocupación de los centros de poder, para dar la estocada final. Es un proceso de colonización cultural, política y social que hemos conseguido parar durante tres siglos, pero que se muestra con renovada furia.
Este es el momento en que se encuentra nuestra nación, a las puertas de una nueva Diada. Aunque Llach anima a recordar los "formidables Onces de Septiembre en que millones de catalanes llenaron las calles con nuestro clamor", el hecho es que el desencanto ha hecho mella y nuestra capacidad de reacción está más baja de lo que estaba antes de la gran manifestación del 2012, aunque los últimos meses parece vivir un cierto repunte. Y no solo por la división cainita entre independentistas, o por la huida de una parte del movimiento hacia posiciones de posibilismo autonomista, sino también porque el Estado ha aprovechado la represión para fortalecerse en Catalunya. No hay que decir que la presidencia en manos de Salvador Illa es el síntoma más evidente, como lo es el objetivo de españolización que se ha marcado, y el Govern que ha creado para conseguirlo, lleno de personajes surgidos del españolismo más militante. Pero este es el hecho y con él afrontamos esta Diada: el hombre que lideró el relato de la represión en Catalunya se ha convertido, siete años después, en el president de la misma nación que quiere controlada, dominada y españolizada. En consecuencia, Illa es el éxito más notable de España y nuestra derrota más evidente. En realidad, es la culminación exitosa del 155: primero asumieron el control de nuestras instituciones por la vía judicial, y después lo han hecho por la vía electoral, verbigracia de nuestras miserias y de su poder.
Estamos en un momento bajo, hace falta picar mucha piedra de nuevo, recuperar confianzas y alianzas, trabajar el territorio, reforzar las entidades y las organizaciones y, en definitiva, volver a liderar un relato independentista creíble e ilusionante
Esta Diada, pues, se celebrará bajo una presidencia hostil a nuestros derechos nacionales, con una parte del independentismo que formalmente ha abandonado el movimiento, y con nuestras fuerzas migradas. En este contexto de declive celebraremos nuestra Diada Nacional, bien alejada de la euforia luminosa de las festividades que desembocaron en el Primero de Octubre. Y como siempre todos los poderes mediáticos del Estado —incluyendo a los catalanes adecuadamente serviles a España—, subrayarán que ya no somos tantos, que el independentismo baja, que bla, bla, bla...
Y, sin embargo, tomándolo prestado al poeta, "la remor persisteix" [el rumor persiste]. Es evidente que estamos en un momento bajo, que hace falta picar mucha piedra de nuevo, recuperar confianzas y alianzas, trabajar el territorio, reforzar las entidades y las organizaciones y, en definitiva, volver a liderar un relato independentista creíble e ilusionante. Pero no tendremos otro remedio si queremos salvar nuestra nación, en riesgo serio de perder su identidad. No estamos como en 2008, estamos peor, y tenemos que ser conscientes de ello. Al fin y al cabo, es por eso por lo que muchos somos independentistas: porque creemos que solo la independencia salvará a la nación de su desaparición. Y no lo olvidemos nunca: este es su objetivo y hace tres cientos que trabajan para conseguirlo.
Bona Diada Nacional.