La Navidad ha llegado; ya empiezo a notar la bondad de la gente, la calidez en los hogares y el aumento del altruismo y la empatía. Si tenéis que pedir un crédito al banco o un aumento de sueldo en el trabajo, es el mejor momento para hacerlo; seguro que os concederán todo lo que pidáis sin oponer resistencia. No sé si son los turrones, los polvorones o el mazapán, pero en Navidad todo el mundo se endulza. Personas que, durante el año, no saben que existes, de repente —supongo que a causa del deslumbramiento provocado por las extraordinarias luces de Navidad— te reconocen por la calle, te saludan, te abrazan, se preocupan por ti e incluso te desean Feliz Navidad. La Navidad es tiempo de paz y armonía y de difundir el mensaje de Jesús a todo el mundo; supongo que por eso se envían tantos wasaps llenos de gifs animados y emoticonos amorosos, y que la televisión y las redes sociales están llenos de anuncios de juguetes y perfumes. Que nadie se quede sin un regalo y sin un emoticono.
En Navidad, ¡todo vale! Da igual si hay gente que no tiene dinero ni para comprarse una lechuga o para calentar su casa, lo que es imprescindible es que iluminemos bien las calles por encima de nuestras posibilidades y que comamos como cerdos hasta reventar. Después, ya iremos a la Seguridad Social para bajarnos el azúcar, el colesterol o lo que haga falta y haremos alguna compra solidaria en el supermercado para anestesiar la culpa. Todo el mundo sabe que el mensaje de Jesús es que nos gastemos todos los ahorros en regalos y grandes comidas, que lo fotografiemos todo y lo colguemos en las redes sociales y que hagamos tantos me gusta como sean posibles para hacer saber al prójimo que estamos para lo que haga falta y que pueden contar con nuestros me gusta.
Otra característica relevante de la Navidad es que es una fiesta familiar; por lo tanto, tienes que pasarlo en familia sí o sí y, si no tienes familia o no te llevas bien con ella, te jodes y retocas las fotos para que no se note. No cuesta mucho; hoy en día existen muchas aplicaciones para añadir personas contentas y turrones en las fotos donde sales solo y deprimido. Lo que no puede ser es que tú, con tu vida miserable, hundas la vida de los demás porque no te apetece celebrar la Navidad. Es una actitud muy egoísta y que no aporta nada a la sociedad del bienestar en la que vivimos.
No sé si os habéis fijado, pero cada vez empiezan a colocar las luces de Navidad y las guirnaldas más pronto. Este verano, mientras me bañaba en la piscina, ya me pareció ver una luz de Navidad. Supongo que las empiezan a poner en agosto porque, si no, no tendrían tiempo de colocarlas todas y llegaría la Navidad y estaríamos a oscuras y el espíritu navideño se resentiría y compraríamos menos de lo que tendríamos que comprar y no podríamos dar todo el amor que estamos dispuestos a dar a los centros comerciales y a las grandes empresas.
Navidad deriva del latín nativĭtas,-ātis (‘nacimiento’) y es una fiesta cristiana en la que se celebra el nacimiento de Jesucristo. Lo que solía hacer la gente para festejarlo era ir a las iglesias en vez de a los centros comerciales; comulgar en vez de comer hasta reventar; confesar los pecados en vez de enviar wasaps, y arrepentirse de todo lo que no había hecho bien en vez de comprar compulsivamente. Era, por lo tanto, un momento de humildad en vez de un momento de lujuria. Estamos, pues, muy alejados de lo que era originariamente la Navidad. Lo que no entiendo es porque nos empeñamos en nombrarlo de la misma forma. Creo que lo mejor que podemos hacer, a partir de ahora, es llamarla Jauja en vez de Navidad y todos contentos. ¡Feliz Jauja a todos!