Éste está siendo, contra todo pronóstico y en buena medida por el lío gubernamental español, un agosto trufado de noticias, y como la próxima ocasión que tenga para comentar alguna ya será septiembre, no me resisto a bucear en cuatro de ellas, visto que no sabría escoger una, si tuviera que hacerlo.

Las dos primeras podrían parecer más frívolas, pero no lo son. Los Juegos Olímpicos de Río, que amenazan con quedar marcados como los más lúbrico-etílicos de la historia, nos dejan, para empezar, la imagen de la atleta bahameña, Shaunae Miller, tirándose en plancha sobre la meta para conseguir la medalla de oro en los 400 m. Lo más sorprendente no es eso, siéndolo. Lo definitivo es el ojo que, desde su postrada posición, tiene capacidad de echarle al marcador para ver si ha conseguido su propósito. Ese tipo de gesto, más que la mayor proeza física, en ocasiones adobada de estimulantes, y con límites materiales que más tarde o más temprano han de llegar, nos dice hasta qué punto el ser humano alumbra las proezas no en el cuerpo, sino en la mente, esa que ha permitido a Miller proyectarse sobre lo imposible desde la consciencia de sus actos. Tal vez no jugaba con la mejor baza, pero fue considerada la mejor.

Ya sabemos de la laxitud con la que se concede la nacionalidad (o las becas académicas universitarias) a quienes destacan en el deporte

También olímpico es el dato de las nacionalidades a la carta que se van imponiendo en los Juegos. Quizá Marcus Walz, el regatista que se ha alzado con la primera posición en los 1.000 metros en K-1 pueda ser considerado español porque lleva desde la infancia viviendo en Mallorca, pero habría podido también decidir ser británico o alemán, y por tanto, ir la medalla al palmarés de otro país. Ya sabemos de la laxitud con la que se concede la nacionalidad (o las becas académicas universitarias) a quienes destacan en el deporte, pero ¿no acaba eso representando un mercadeo parecido al que ya hemos conocido que se produce en los rankings de restaurantes, o de hoteles? ¿Es arraigo el mero hecho de ser el mejor en saltar una altura? Y si la vara de medir es distinta para ellos en relación con el ciudadano de a pie, ¿dónde va a parar la tan cacareada igualdad constitucional?

La tercera noticia que me ha llamado la atención es la maniobra socialista para intentar justificar su abstención en el hotel de los líos de la investidura. Apunta Iceta que allanaría el camino la sustitución de Rajoy por otra persona. Curioso. Cualquiera menos el que ha ganado le parecería bien al que ha perdido. ¿De veras vale cualquiera o es que sólo así puede cubrirse la vergüenza de apoyarlo siquiera sea por pasiva? ¿De veras está en disposición de pedirlo nadie en ese hemiciclo que amenaza con ser tan breve como el anterior? Digan lo que digan unas encuestas que yo cada vez miro menos, la posición del PSOE a estas alturas sólo se sostiene por la descomposición, tan rápida como sorprendente, del andamiaje de Podemos tras su matrimonio de conveniencia con IU, y a reserva de lo que pueda pasar en Catalunya. Ninguna de las alternativas posibles es buena para un partido cuya recuperación es tan necesaria al sistema español como necesario es a su discurso que de una vez afronte seriamente la cuestión territorial del Estado que ellos contribuyeron a meter en el berenjenal en que se encuentra de la mano del tándem Maragall-Zapatero.

 ¿Cuántas veces no habrán visto ustedes a alguien "hacer un Bárcenas" en un centro comercial, en la plaza reservada a una matrícula? 

Y la última, la más lamentable porque es la que más claramente dice tanto de su protagonista como de todos nosotros: Bárcenas ocupando plaza de aparcamiento reservada a minusválido para acudir al Juzgado. Una de esas plazas de la picaresca, porque dos tipos de pícaros se aprovechan de la desgracia ajena: quien se inventa una minusvalía para obtener plaza de aparcamiento gratis cerca de su domicilio, y quien, sin importarle un rábano la persona que de verdad la necesite, utiliza las que en ciertos aparcamientos se han reservado a tal fin. ¿Cuántas veces no habrán visto ustedes a alguien "hacer un Bárcenas" en un centro comercial, en la plaza reservada a una matrícula? Ese gesto nos dice mucho de quienes somos. Como también lo hacen los gestos de todos los que van por la calle pensando que es suya en exclusiva, aparcando en doble fila, tirando basura por doquier (o lanzándola a los contenedores sin discriminar) haciendo ruido innecesario, invadiendo las vías peatonales con adminículos rodados sin la menor consideración por su entorno. Sí, los ciudadanos supuestamente honrados, los que no delinquimos, somos proclives a hacer "un Bárcenas", no es necesario estar bajo investigación  judicial, nos sale de natural. Y ello al tiempo que nos quejamos de la falta de consideración de nuestros políticos por fastidiarnos las vacaciones con su falta de entente y decimos, siete de cada diez, que estamos mal pagados, faltaría más, en este mundo que hemos convertido en el escaparate de los derechos que nos tienen que conceder sin más obligación que pagar impuestos y multas, aunque lo hagamos porque no nos queda más remedio. Sí, sí, creo que, si tengo que elegir noticia, con ésta me quedo. Con este tiempo nuestro con tendencia a "hacer un Bárcenas".