Este lunes, en el Tribunal Constitucional se volverá a defender la barbarie autoritaria de los herederos del franquismo. Lo sabemos bastante bien en Catalunya: así suelen apadrinar sus intereses los miembros más que obsoletos del TC, y los privilegios de los que los nombraron. Este lunes se volverá a maltratar la democracia en un pleno convocado para asegurar una mayoría de togados del bando ultraderechista. PP, Vox y Ciudadanos han hecho de la política un ejercicio sostenido de cinismo, y piden al TC las garantías de poder mientras se saltan las garantías democráticas. Lo que se quiere frenar en seco es una reforma legal que podría cambiar las mayorías en la cúpula del poder judicial donde ahora impera una mayoría conservadora que no se corresponde ni siquiera con su propio reglamento y sin crédito internacional.
Ahora que las supuestas izquierdas del Estado se giran hacia los movimientos independentistas y soberanistas catalanes pidiendo empatía, solidaridad y apoyo, podemos compartir con ellas la oposición a los peligrosos residuos del franquismo, pero somos conscientes de que persisten cuestiones fundamentales que nos separan: la primera, la aceptación y reconocimiento de que el estado que quieren unido es plurinacional. Y que Catalunya es una nación con derecho de autodeterminación. Y que la soberanía del Parlamento catalán y la gente del 1-O han sido la autentica cabeza de de esquila de este impulso antidemocrático. Estas mujeres y hombres que vieron y fueron el 1-O, que sufrieron y sufren el 155 y sus ominosas secuelas de prisión, represión y coacciones que todavía duran, no entienden que se interprete este embate ultra que se produce en el Congreso y en el TC, como la primera desde el golpe de Estado del tricornio del 23F. Invisibilizar Catalunya en este franquismo que revive es injusto y duele.
La gran diferencia que ahora se quiere obviar es que entonces el PSC apoyaba a los grupos del golpe antidemocrático, con Josep Borrell y Miquel Iceta manifestándose con la Sociedad Civil Catalán, Vox, Ciudadanos y el PP. Y ahora muchos se esconden y son solamente los barones más caducos del PSOE los que demuestran públicamente su esencia antidemocrática
La segunda viene de la memoria: de cómo el PSC, el PP y Ciudadanos intentaron dilatar la aprobación de la ley del referéndum en coordinación con la vicepresidenta española, Soraya Sáenz de Santamaría, urdida con Alfredo Pérez Rubalcaba, la Delegación del Gobierno en Barcelona encabezada por Enric Millo, José María Espejo-Saavedra de Ciutadanos y David Pérez del PSC... y la colaboración de un "espontáneo" del grupo Catalunya sí que Pot (con escaño y cargo gracias al apoyo de Podemos estatal), para construir el montaje de que una mayoría pisaba a una minoría. ¿No es demasiado parecido a lo que pasa ahora en el Congreso? Los poderosos de este estado no aceptan las reglas de juego ni saben estar en minoría. La gran diferencia que ahora se quiere obviar es que entonces el PSC apoyaba a los grupos del golpe antidemocrático, con Josep Borrell y Miquel Iceta manifestándose con la Sociedad Civil Catalana, Vox, Ciudadanos y el PP. Y ahora muchos se esconden y son solamente los barones más caducos del PSOE los que demuestran públicamente su esencia antidemocrática. Pero no se tiene que descartar que algunos tapados (o no tanto) del PSC cambien de bando si a Pedro Sánchez se le marchita la flor de sus traseros y el TC, como hizo en el caso de Catalunya (y como parece ser lo más natural en este Estado) se pone del lado de las ultraderechas.
Si el PSOE pierde ante fantasmas como Feijóo es por sus curvas ideológicas, por las políticas erráticas que ha hecho, por su borbonismo confeso y practicado, y por la nula pedagogía de confianza que ha impartido
Y finalmente, izquierdas de todo el Estado, basta de amenazas y malos augurios si el PSOE pierde. Basta de querernos dar miedo diciendo que si vienen los de VOX ya podemos temblar, y que la musa de la represión, la Ayuso capitalina, como la Hidra de Lerna, nos envenenará a todas con su aliento venenoso y nos dejará sin servicios públicos esenciales. Si el PSOE pierde ante fantasmas como Feijóo es por sus curvas ideológicas, por las políticas erráticas que ha hecho, por su borbonismo confeso y practicado, y por la nula pedagogía de confianza que ha impartido. Quizás ejercer de trilero saltimbanquis mantiene en el cargo más tiempo. Pero tarde o temprano, los grandes casinos a los que se ha dado ventaja y dado apoyo hasta en un 155, se comen todo el terreno.
Y no se vale tampoco, izquierdas e independentistas catalanas, devaluar voluntariamente en contra nuestra las reglas de la democracia. Es difícil de calificar el hecho de poner sobre la mesa de los diálogos imposibles la oferta de un nuevo referéndum —sin respetar el 1-O— condicionado a conquistar un 55% de los votos en las urnas. Prueben ustedes a hacerlo. Para mí, y para hacerlo suave, esta concesión significa que no podemos sacarnos la paja autonómica de encima y nos conformamos, queriendo el pan entero, con una democracia disminuida.