Cuatro días después de la tragedia, el president Mazón tuvo la desfachatez de decir que se crearían equipos de trabajo de manera "inminente". Sí, el miserable usó la palabra inminente, 96 horas después de que la primera sacudida de la DANA empezara a llevarse personas y vehículos, vidas y casas. Cementerio de lodos, muertos evitables y en el televisor él, ataviado con un chaleco rojo y el Borbón vestido de verde caqui, como si estuvieran trabajando. Como si les importara. Para la visita de los reyes españoles han movilizado a más policía para abrirles paso y protegerlos que para la tarea de ayudar al pueblo. Ellos y sus privilegios. Qué asco. Todavía hay muertos por encontrar hundidos en medio del barro y la comitiva institucional paseándose en medio de la indignación, la integridad y la rebelión de un pueblo harto que dice basta. Mori el mal govern.

La prensa colonialista de Madrid preocupada porque no tenían AVE hacia la costa. El gobierno valenciano prohibiendo el acceso de voluntarios a once municipios de la zona cero (no fuera a ser que siguieran explicando la verdad en primera persona). Mientras tanto, bomberos rompiendo cristales de los coches para ver si dentro había cuerpos atrapados. Vecinos como zombis mendigando agua potable por calles inexistentes. Heridos solitarios conviviendo con muertos en una casa medio derribada. Alarmas de emergencia sonando en los móviles de gente ahogada, pitando estridentemente en el bolsillo de personas abrazadas a los árboles que veían cómo cadáveres flotaban a su alrededor. No hay película de terror que supere tanta catástrofe. No se puede mirar la tele sin emocionarse y enfurecerse. No podemos canalizar la rabia y la tristeza mejor de lo que se han canalizado rieras y ramblas.

Porque quizás sí que en mi país la lluvia no sabe llover, pero también está la incapacidad supina de quien hace de la impunidad y la ignorancia su bandera, de quien se cree superior a la naturaleza y a los compatriotas. El cambio climático mata, también las malas decisiones y las gestiones nefastas. Hemos modificado demasiado el paisaje para construir polígonos, urbanizaciones e infraestructuras viales. Venga cemento. No hay tierras que engullan la lluvia. La prepotencia de construir donde no toca, desviar los ríos. La soberbia de rechazar la ayuda de países vecinos y de gobiernos amigos. El agua tiene escrituras y cuando quiere las saca —como decía mi abuela— y ahora el barro vuelve a su casa, llevándose puentes que parecían de cartón, aplastando coches que parecían de juguete. Toda la arrogancia humana derrumbada por barrancos y cauces, por no hablar de quien se hará de oro reconstruyendo ciudades y carreteras, que solo de pensar da pavor.

Ya no nos alimentan migas, ya queremos el pan entero. Ya no nos valen dimisiones, ya queremos un juicio completo. No es suficiente que dimitan o sean cesados. Los responsables políticos del PP tienen que ser detenidos y procesados

La Unidad Valenciana de Emergencias desmantelada con altivez. Las advertencias de los meteorólogos desatendidas con insolencia. Clase política que no solo no soluciona los problemas, sino que los crea o que estorba a quien los quiere resolver. Y cuando todavía no sabemos el número de desaparecidos —opacidad aterradora— y con más de 200 víctimas en las costillas, las autoridades ya empiezan a hablarnos de volver a la normalidad. ¿A qué normalidad tenemos que volver? ¿A cuál? ¿A la del sistema que nos quiere obedientes y mudos? ¿A la del capitalismo que solo nos necesita para que el engranaje gire y el dinero se mueva? Grandes empresarios y altos cargos políticos no quisieron suspender la jornada laboral, a pesar de los avisos insistentes de los expertos. La producción es lo más importante. Estamos gobernados por fanfarrones que nos tienen como ratones atrapados para hacer girar su rueda de riqueza. La avaricia que rompe el saco. Que rompe pueblos. No podían perder unas horas de facturación y se han perdido centenares de vidas. Cuánta muerte. Cualquier cifra definitiva serán demasiados.

Y a pesar de las riadas de suciedad y troncos extendiendo toda la muerte, también ha habido riadas de personas con escobas y palas devolviendo un añico de vida. Ha habido el buen juicio del alcalde de Utiel, que decidió suspender las clases, salvando así a los alumnos que ya estaban encima del bus para ir al instituto. Ha habido el coraje de los voluntarios, de los campesinos con tractores (siempre están ahí), de los jóvenes y mayores enfangados hasta las rodillas y pala en mano cantando el himno del País Valencià a pleno pulmón, intentando asustar sus males. Ha habido el milagro de una mujer de Benetússer encontrada con vida dentro de su coche enterrado bajo chatarra, tres días después. Ha habido arquitectos, electricistas y albañiles que se han puesto a disposición de los afectados. Ha habido 10 heroínas del personal sanitario de una residencia de ancianos de Massanassa, que subieron a pulso 124 ancianos pisos arriba, huyendo de una mortaja que les pisaba los talones. La avalancha de solidaridad es proporcional a la de rabia. La gente nos hemos hecho nuestra la furia del agua.

Ya no nos alimentan migas, ya queremos el pan entero. Ya no nos valen dimisiones, ya queremos un jucio completo. No es suficiente que dimitan o sean cesados. Los responsables políticos del PP tienen que ser detenidos y procesados. Y los del PSOE que contribuyen al abandono, también. Hemos visto fiscalías actuar de oficio por mucho menos. Miles de policías españoles vinieron a Catalunya en otoño del 2017 para reprimir un referéndum pacífico. Ahora no tienen tanta prisa ni son tantos. Ahora no gritan "que nos dejen actuar". ¿Para cuándo un 155 a la Generalitat Valenciana? El gobierno ha demostrado sobradamente su ineptitud, descoordinación y dejadez de funciones. No pueden seguir en el poder ni un minuto más. Ahora intentarán esconder la verdad con cinismo putrefacto. Como el 11M (ha sido ETA), como el accidente de metro también en València, como el incendio en el edificio del barrio de Campanar, como los muertos en residencias a cargo de los protocolos de Ayuso. Negligencia criminal que no puede quedar impune. Esta vez, no.