«Aumenta un 253% el uso de antidepresivos entre los menores de quince años en Catalunya», dice la noticia. Se habla poco de dar sustancias perjudiciales para el desarrollo del cerebro a los menores. Cualquiera que haya tenido la oportunidad de tomar antidepresivos y ansiolíticos sabrá de qué hablo. Me pondré de ejemplo para que la gente no empiece a decir que no sé de qué hablo. Por suerte, a mí no me diagnosticaron TDAH y no empezaron a medicarme cuando era una niña pequeña, y mi cerebro se pudo formar con cierta tranquilidad. Cuando era adolescente, tendría unos diecisiete o dieciocho años, por motivos personales que prefiero no explicar públicamente, me recetaron antidepresivos y ansiolíticos para poder ir a clase y seguir estudiando. Lo que hacen los antidepresivos y los ansiolíticos (si me llego a tomar todas las pastillas que me recetaron, no me habría levantado de la cama), básicamente, es hacerte ir como un zombi, tener una sensación de irrealidad constante, desinhibirte, hacerte sentir segura de ti misma y no tener miedo a nada (ni siquiera a tirarte a las vías del tren). Cuando vi que con estas pastillas me veía capaz de todo y no tenía vergüenza de hacer nada, me asusté un poco (no me gusta perder tanto el control de mí misma) y decidí dejarlas. Por supuesto que lo hice gradualmente, y, sin embargo (seguro que alguien que ha pasado por lo mismo me entenderá), cuando dejé el antidepresivo (no digo la marca porque no quiero tener problemas legales) me daban calambres en el cerebro. Estuve unos días con esta sensación tan desagradable, parecía como si me estuvieran arrancando algo del cerebro. La sensación de irrealidad me duró años.

Dar antidepresivos, ansiolíticos o derivados de la anfetamina a los niños es un crimen (desde mi punto de vista, por supuesto): el cerebro de los niños todavía se está formando. Es como si les hiciéramos fumar marihuana desde pequeños. Creo que tienen que encontrarse otras alternativas más saludables. Hacen falta buenos psicoanalistas en las escuelas que detecten los problemas psicológicos de los niños y que los traten con eficiencia. A veces se diagnostica un TDA o TDAH y resulta que el niño bebe coca-colas y come chocolatinas y golosinas todo el día. A veces se diagnostica ansiedad y depresión a un menor y resulta que sufre acoso en la escuela o algún miembro de su familia está abusando de él (psicológica o físicamente). Ir tapando los síntomas que nos dan pistas de que algo no va bien con pastillas. Es más fácil poner una pastilla en la boca de un niño que asumir responsabilidades y buscar soluciones más efectivas. Las pastillas no curan, las pastillas tapan momentáneamente un síntoma, y cada vez se necesitan más para conseguir el mismo objetivo. Son exactamente como una droga. Las pastillas pueden ser muy útiles momentáneamente en casos extremos para frenar un síntoma que te incapacita para el cumplimiento de una actividad imprescindible, pero para solucionar de raíz un problema psicológico se necesita calma y paciencia y un buen diván.

Dar antidepresivos, ansiolíticos o derivados de la anfetamina a los niños es un crimen

A veces tenemos que parar, decir que no podemos con todo y pedir ayuda, y en cuanto a los menores, que todavía no tienen suficiente madurez mental, debería haber buenos psicoanalistas en las escuelas que detectaran a los niños psicológicamente inestables (en caso de que los familiares no lo hagan o sean la causa de su desequilibrio psicológico). En nuestro sistema sanitario debería haber un buen equipo de psicoanalistas para que todo el mundo que lo necesite pueda hacer terapia (no todo el mundo puede pagarse un psicólogo privado). Invertir dinero público en un buen equipo de psicoanalistas es invertir en nuestra sociedad, porque a la larga una sociedad sana mentalmente sale más barata que una sociedad enferma. Si los adultos sanan psicológicamente, dejan de cargar sus neurosis a sus hijos. Es un pez que se muerde la cola. Sin embargo, seguramente habrá alguna persona a la que no le interese que la gente se cure porque su negocio podría irse al traste. Vivimos en una sociedad perversa y egoísta que prefiere enfermar a la población (por la avaricia de ganar más dinero) que ayudar a las personas a ser libres mentalmente. Cabe decir que también hay mucha gente que prefiere tomarse una píldora y quitarse la responsabilidad de encima que enfrentarse a sus demonios internos. Sanar mentalmente es la única forma de ser libre, de vivir más o menos tranquilo y de no tocar los cojones a los demás, pero reconozco que no es fácil y que hace falta un gran esfuerzo y mucha valentía para conseguirlo. Si a un niño ya lo medican con cinco años, ¿qué hará cuando sea un adulto para estar tranquilo? Por no hablar del deterioro cognitivo y de los efectos secundarios que esto va a tener en todos estos adultos supermedicados.