Es el último artículo. Al menos por una larga temporada. Un despido de esta colaboración semanal que durante siete años, cada domingo, he hecho ininterrumpidamente en el digital que en su día lanzó este periodista de raza que es Pepe Antich. Ahora, en la doble faceta de editor y director. Es él quien levantó este proyecto exitoso, que ha hecho crecer y crecer de la nada.

Pepe corta el bacalao. Pero mi referencia, cada domingo, ha sido David González Rubio, director adjunto de ElNacional.cat. Es a él a quien he enviado los artículos estos años y es con él con quien a menudo los hemos comentado, a posteriori, para bien o para mal. Nunca me han censurado ni una coma. Ni David ni Pepe. Les gustara lo que decía o no. Recibieran críticas o algún elogio de vez en cuando. A pesar de no identificarme con la línea editorial, siempre nos hemos entendido. Y creo, sinceramente, respetado.

Si con David a menudo comentábamos el artículo —o alguno de los suyos— ha sido Glòria Pinós la primera en hacerme saber su opinión. Glòria es una veterana republicana del barcelonés barrio de Sants, un alma entrañable y luchadora, admirable. Hace solo unas semanas que se despidió definitivamente de Alberto, su compañero. A pesar del dolor, ni siquiera estos días tristes hemos dejado de hablar y comentar la actualidad. Como tampoco ha dejado de hacerme llegar la valoración de su amiga Maria Rosa. Casi como si la conociera. Queda pendiente una visita a la Santa Cova de Montserrat, ahora que Glòria todavía tiene piernas para acercarse. Haremos para encontrarnos con el Padre Pau, monje de Montserrat de una vocación tardía que compensa con un entusiasmo incombustible. Pau es de estas personas que garantizan la pervivencia atemporal del espíritu montserratino, tanto si se es creyente como si no. Montserrat —bastante bien lo explica y lo sabe el Padre Pau— trasciende el hecho religioso. Es un símbolo de este país que es antiguo y resiliente como este Montserrat que ahora celebra el Milenario.

Toca pasar página por un tiempo indeterminado de esta colaboración semanal, que no de todas las amigas y amigos que me han acompañado con sus comentarios y calor

Tampoco me puedo olvidar de Joan Marc de Calafell, otro entusiasta veterano. De salud delicada pero firme como un buey. O de Gemma de Platja d'Aro, también jubilada pero de una perseverancia y coraje encomiables. O de Josep Pena, con quien hemos debatido —entre otros— sobre Israel y el mundo árabe. O de Roger Heredia 'Capo', amigo que tanto me ha enseñado sobre la policía de Catalunya, entregado —al mismo tiempo— en cuerpo y alma a recuperar la Memoria y honrar a tantos millares que como el padrino todavía reposan anónimamente en una cuneta.

Toca pasar página por un tiempo indeterminado de esta colaboración semanal, que no de todas las amigas y amigos que me han acompañado con sus comentarios y calor.

Un día —no sé cuándo— volveremos. Aquí, a decir la mía. Y a compartirla con todo un grupo de gente que no sé si la echarán de menos, pero a los que yo echaré de menos cada domingo cuando en invierno el Sol ya se ha puesto o cuando en verano lo vemos fundirse por Poniente.

Hasta la vista.