El PSOE es el partido de los incumplimientos. La lista es larga. Algunos ejemplos ni mucho menos exhaustivos: financiación/déficit fiscal, déficit de inversiones, déficit de infraestructuras, presupuestos no ejecutados, fondos de competitividad, corredor mediterráneo, Cercanías, etc. El PSOE ha demostrado reiteradamente que no es un socio fiable.

La política española está básicamente configurada en torno al contraste entre el PSOE y el PP. Sin embargo, estos dos partidos comparten una cultura política de fondo: ambos están imbuidos de un profundo nacionalismo que les hace actuar de manera restrictiva, muy poco liberaldemocrática, respecto a las naciones minoritarias del Estado.

A los incumplimientos habituales hay que añadir las actitudes y prácticas centralizadoras y uniformizadoras —en educación, sanidad, lengua, servicios sociales, universidades, cultura, etc.—, que a menudo los lleva a votar de manera conjunta o a manifestar explícitos silencios en temas clave que niegan o recortan libertades colectivas: plurilingüismo; LOAPA; artículo 155; votar en contra del Preámbulo del Estatuto, de la gestión del aeropuerto, de las selecciones catalanas; “silencio administrativo” sobre las prevaricaciones del Tribunal Supremo en la aplicación de la amnistía, etc.

El modelo del Estado de las autonomías es hoy un modelo fallido en Catalunya

Uno de los problemas estructurales del partido socialista es que en el tema nacional-territorial está internamente dividido entre dos sectores: un sector conservador, que se siente cómodo con un Estado de las autonomías que evoluciona a la baja en términos de reconocimiento nacional y de los autogobiernos territoriales, y un sector reaccionario, que en términos nacionales resulta indistinguible del PP en la defensa de un nacionalismo de estado de carácter uniformista. En el primer sector se sitúa el Gobierno central actual y algunos dirigentes autonómicos, mientras que en el segundo sector la lista es larga (González, Guerra, Bono, Ibarra, García Page, Lambán, Abel Caballero...). En general, se trata de un tema en el que tanto el PSOE como, más en general, la izquierda española muestran prácticamente un desierto de “progresistas”.

Hoy el PSC está completamente diluido en el PSOE. Hace tiempo, bastantes años, que ha dejado de tener una personalidad propia. En el tema nacional-territorial hay una crónica ausencia de sectores “progresistas” que muestren una voluntad de solucionar o, como mínimo, encarrilar el problema político de fondo de un Estado de carácter plurinacional.

La política comparada muestra como, en los casos de contraposición entre realidades democráticas nacionales diferenciadas (Reino Unido, Canadá, Bélgica), los acuerdos solo pueden ser de carácter pragmático. Se trata de una contraposición entre ideas, valores, identidades, intereses, actitudes y proyectos que, aunque presentan algunos solapamientos, también muestran aspectos divergentes en el momento de expresar políticamente una “diversidad profunda”, estructural, en términos nacionales entre ciudadanos de una misma democracia liberal. En el PSOE no se detecta ninguna voluntad de llegar a este tipo de acuerdos pragmáticos estructurales. El debate gira o bien en torno a acuerdos y desacuerdos cotidianos sobre políticas y recursos concretos, siempre en términos restrictivos, o bien en torno a unos pretendidos valores abstractos o fenómenos globales (libertad, igualdad, justicia, estado de derecho, Europa, globalización, etc.); refugiados en una Constitución vista como finalidad en sí misma y no como medio para solucionar temas políticos, que esconden el hecho de que estos valores y fenómenos se interpretan y jerarquizan de diversas maneras.

El modelo del Estado de las autonomías es hoy un modelo fallido en Catalunya. La monarquía y la cúpula del poder judicial son instituciones de parte; en la práctica no lo son del conjunto del Estado. Catalunya es un territorio en el que la Constitución española se ha vuelto una disposición jurídica ajena a la mayoría de la población. Las encuestas de opinión muestran en los últimos años que el no sería hoy mayoritario en un referéndum constitucional. Y hay que recordar que el actual Estatuto de autonomía no ha sido votado por la ciudadanía tras el recorte establecido por la sentencia del Tribunal Constitucional del año 2010. Una decisión que ha roto el pacto constitucional en Catalunya. La legitimidad política del Estado español está claramente erosionada en Catalunya.

No me consta si Pedro Sánchez se plantea como quiere quedar en la historia de la democracia española. De momento está lejos de poder ser considerado el estadista que encarriló la solución institucional y competencial al problema del carácter plurinacional del Estado. Podría hacerlo. Sin embargo, parece que el profundo carácter nacionalista de su partido, así como su cultura política, no dan de sí ni siquiera para intentarlo. El independentismo no cuajó debido a la mala preparación y a las tensiones entre los partidos (no a los ciudadanos). Tal como están las cosas, es probable que el independentismo vuelva y, que cuando lo haga, sea con fuerza y con unas cuantas cosas aprendidas.