No me da pena Pedro Sánchez, pero esto no quiere decir que me guste lo que pasa. Son muchos los artículos que se pueden leer en los diarios en favor y en contra de Begoña Gómez, la mujer del presidente del estado español, y de todo lo que gira en torno al supuesto tráfico de influencias que ha llevado al juez Peinado a citar al propio presidente Pedro Sánchez para declarar como testigo el 30 de julio. No sé si hay caso o no lo hay —cosa que tendría que ser central en todo procedimiento que llegue a la justicia, o cuando menos parecerlo—, porque la contaminación política de los tribunales es ya una evidencia difícilmente refutable en el caso español.

Ahora bien, es totalmente ridículo que al PSOE le venga de nuevo lo que consideran ahora —de golpe y porque son parte afectada— una manera de hacer inaceptable de la justicia en democracia. ¿Dónde estaban durante toda la judicialización del proceso político catalán? ¿Quizás es que apoyaron esta judicialización sin leer o analizar qué pasaba en los juzgados? Cambiaron el estado de derecho por el imperio de la ley sin ni despeinarse, y el mantra que repitieron durante mucho tiempo y muchas veces en la prensa era: "Confiamos en la justicia española y respetaremos lo que los tribunales decidan".

La contaminación política de los tribunales es ya una evidencia difícilmente refutable en el caso español

Ante todo lo que estaba pasando, ni una reflexión ni una consideración crítica, ni un planteamiento de duda; tampoco ni una pizca de inteligencia más allá de aprovechar el viento del momento. Ahora, sin embargo, no hay declaración de un dirigente del PSOE que no repruebe algún aspecto del caso contra la mujer de Pedro Sánchez, o en la que se muestre descolocado por cómo se lleva a cabo el procedimiento, o, incluso, escandalizado por algún detalle, ciertamente controvertido, de la actuación judicial. Todo y más se ha dado en los centenares de procesos abiertos contra el independentismo catalán; y se siguen dando en el caso de la aplicación de la ley de amnistía.

Y por eso les pregunto: ¿vivían en este país durante toda la persecución judicial, todavía viva, al procés y al independentismo catalán? ¿No han oído hablar, antes de ahora, de visiones surrealistas, de construcciones de casos a base de titulares de diario, de investigaciones poco ortodoxas o, en todo caso, fuera de los parámetros establecidos y una infinitud de detalles que llenaron, impúdicamente, los diarios? ¿Les viene de nuevo porque se pensaban que esta maquinaria solo se ponía en marcha contra las y los catalanes y sus derechos individuales y colectivos?

Los tenía por unos grandes irresponsables, pero quizás son más que eso; más allá que solo hagan teatro cada vez que les convenga en uno u otro sentido para arañar votos. No se dan cuenta de la falta de autoridad que eso provoca; no la tienen, ni la pueden tener, aunque ahora puedan hablar con razón. Este es un mal muy extendido en la política española, resultado, entre otras cosas, de evaluar los mismos hechos, las mismas prácticas, de manera diferente según quién sea la persona afectada o cuáles sean sus ideas. En el caso del nacionalismo catalán, está muy claro, pero va mucho más allá; y no puede haber nada más antidemocrático que eso.