Son los no nacionalistas pero la lotería española es la Lotería Nacional. La radio pública española se llama Radio Nacional de España. E incluso hay un tribunal diferenciado del resto de la jerarquía judicial española que, por su ámbito jurisdiccional (todo el Estado) se llama Audiencia Nacional. Los ciudadanos del Estado no tienen ninguna otra opción legal que tener la nacionalidad española, cosa que queda reflejado en el DNI, donde la N es nacional (en los países anglosajones las siglas son ID, sin la N que refuerce la cuestión nacional). La primera palabra que se lee en la constitución española, en su preámbulo, es "La Nación española". No España, sino "La nación española". El artículo 1 de esta constitución española dice que "la soberanía nacional reside en el pueblo español" y el artículo dos, la madre de todos los artículos, establece que "la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española". La transcripción es literal y la N de "Nación" sí, se escribe con mayúscula. En castellano se escriben con mayúscula "Dios", "Rey", "Constitución" y "Nación". Y huelga decir que en toda la literatura legal, cuando se habla del ámbito territorial que afecta a todo el Estado se define como "territorio nacional" o "ámbito nacional", unas expresiones que, por cierto, se han extendido a expresiones cotidianas: "nuestra empresa reparte paquetes en todo el territorio nacional". Pero son los no nacionalistas.
Díaz Ayuso es nacionalista: quiere convertir Madrid en una nación yema de huevo frito diferenciada de España"
Cuando se etiquetan los partidos de ámbito estatal (PP, PSOE, Vox, Sumar o Podemos), muchos medios —y ellos mismos— no dudan en utilizar el adjetivo de no nacionalistas. Da igual que cada lunes el PP reúna su Comité Ejecutivo Nacional, el PP será tratado como un partido no nacionalista. Por el contrario, los partidos de ámbito estrictamente catalán, vasco o gallego, serán etiquetados como nacionalistas. Y por extensión, cuando en España se habla de nacionalismos, se refiere única y exclusivamente a los nacionalismos catalán, vasco o gallego. En consecuencia, pues, cuando se explican las pretensiones políticas de Junts, ERC, Bildu o BNG, se subraya —a modo peyorativo— el concepto nacionalista. A partir de ahí, el salto al mantra irreflexivo de "todos los nacionalismos son malos" es ya solo cuestión de tiempo y de pretendida soberbia intelectual de quien lo dice.
Ahora, sin embargo, han resurgido una serie de líderes nacionalistas, que también lo son, que creen que no lo son, y es más, si les dicen que son nacionalistas su reacción será la de negación, ira y urticaria. Me estoy refiriendo a unos cuantos presidentes de comunidades autónomas que, ahora que se ha abierto el melón de la financiación, han defendido su territorio con un ímpetu equiparable a William Wallace (por cierto, el partido nacionalista escocés se llama Partido Nacionalista Escocés). Líderes nacionalistas los hay de todos los partidos. Del PP destaca Isabel Díaz-Ayuso y su pretensión de convertir la comunidad autónoma de Madrid en una nación yema de huevo frito diferenciada de España. Y del PSOE sobresale el presidente manchego, Emiliano García-Page, que sin ir más lejos este viernes dijo literalmente que "la riqueza de los catalanes no es de los catalanes, es de todos". Y remachó: "la riqueza de España es de todos… es nacional". La nación de esta riqueza nacional es, evidentemente, la nación española. Pero García-Page se considera no nacionalista. Y no solo lo es, sino que lo es por partida doble. Es un nacionalista español de primera, nada que decir, y el primero de los nacionalistas castellanomanchegos, tampoco nada que decir. Pero estaría bien que fuera consciente o que todo el mundo lo tratara como tal y así nos ahorraríamos tiempo y complejos.
García-Page no ha ido a la Moncloa a pedir el dinero de los madrileños, sino de los catalanes"
García-Page ha salido en defensa de un sistema de financiación, el actual, que es el que permite que se mantenga su deseo: que la riqueza de los catalanes sea de todos los españoles y le llegue una parte a los castellanomanchegos. Efectivamente, la riqueza de los catalanes deja de ser de los catalanes, es absorbida por un órgano recaudatorio superior (la hacienda española) y es repartida en otros territorios, como por ejemplo Castilla-La Mancha que tiene un saldo más que positivo entre aquello que pagan sus ciudadanos y lo que reciben a cambio, justo el contrario de lo que pasa con los 22.000 millones de euros anuales de Catalunya hacia España (datos del 2021). Puestos a ser solidarios, si Emiliano García-Page no fuera nacionalista y, por ejemplo, se limitara a ser europeísta, pediría que la riqueza de los catalanes fuera directamente a Bulgaria o Rumania, ya que tienen una renta per cápita por debajo de la de Castilla-La Mancha. Y todavía peor: García-Page no ha ido a la Moncloa a pedir el dinero de la Comunidad de Madrid (que tiene un PIB superior a Catalunya); ha ido a pedir el dinero de los catalanes, la riqueza de los catalanes, porque ya se sabe a los nacionalistas (nacionalistas catalanes) solo miran por los suyos. La cuestión es que Díaz Ayuso con los madrileños o García-Page con los castellanomanchegos hacen exactamente lo mismo que Junts o ERC con los catalanes. Estos dos autodenominados no nacionalistas quieren tener más dinero para Madrid y para Castilla-La Mancha porque creen que así mejorará la calidad de vida de sus ciudadanos. Es decir, como todos los nacionalistas.