"Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen"
Concepció
n Arenal

Cada vez el verano dura menos. No nos dejan tranquilos ni el mes de rigor. Echo de menos aquellos veranos anteriores a 2015 en los que todos desaparecían del mapa, las redacciones buscaban al monstruo del lago Ness y los becarios hacían piezas con los destinos vacacionales de los políticos. Dejémoslo, la nostalgia —dijo Cioran— solo nos proporciona el estremecimiento de nuestra propia imperfección.

La cuestión es que han vuelto, si es que en algún momento se fueron de verdad. No saben lo estresantes que les deben resultar esas alertas instantáneas que han contratado con nuestro dinero para saber cuándo se habla de ellos «en tiempo real». Tan real es el tiempo que te escriben sobre la marcha los ministros en pleno programa, si no les mola lo que acabas de decir, pero esa es otra historia y se la contaré en otro momento. Monsieur le president se ha ido de gira, sin explicarlo muy bien, aunque es obvio que se trata de la presión migratoria y de que lo que se había arbitrado hasta ahora no está funcionando. Canarias y Ceuta están al borde de sus capacidades y la cosa irá a peor después del abandono del Sahel, la guerra en Mali y todas esas cuestiones que escapan de cualquier control, incluido el de Sánchez. Marruecos no está parando adecuadamente, no sé si porque Margarita Robles ha tenido la idea de visitar los peñones —que también reclaman— o por motivos más profundos. El Consejo de Ministros ha sido para contarse las vacaciones y aprobar una calderilla para esto y lo otro; tampoco da para más la situación política, por más que avisen que preparan unos presupuestos.

Esta primera muestra de que no cuentan con la anuencia de los catalanes les ha puesto bastante nerviosos.

El meollo de la cuestión ha estado en la reunión de la Diputación Permanente del Congreso a petición del PP. El entorno del gobierno considera que pedir explicaciones sobre la política de inmigración, el acuerdo sobre el ¿concierto? o lo que sea con ERC y la ida y venida de Puigdemont es una mera forma de alargar las polémicas del verano. ¡Como si la financiación de Catalunya fuera el monstruo del lago Ness! Ya les iría bien porque sabido es que el monstruo se sumerge y no vuelve a asomar el morro en el resto del año. Tal vez sea eso lo que tienen previsto los narradores de ambos partidos pactantes. Ya la portavoz del gobierno ha insistido de nuevo en la «financiación singular» y «solidaridad interterritorial». Lo de concierto económico no se ha caído de su boca ni de la de Montero. Por eso es interesante que explique qué se ha pactado y qué no. Me interesa hasta a mí, como ciudadana y como periodista, así que entiendo que les interese a los partidos concernidos. En concreto a Junts, que está convencido de que todo es una engañifa de las que se gastan los socialistas. Juegos de palabras ahora, como antes eran juegos de trileros.

Total, que Junts ha votado lo mismo que el PP y que Vox. Eso que en los corrillos madrileños siempre se consideraba imposible de toda imposibilidad. Ese era el gran argumento que ofrecían cuando —¿se acuerdan?— se barajaba la posibilidad de una moción de censura de Feijóo que votaran los juntaires. ¡Cómo va a votar un partido independentista con Vox!, clamaban. Imposible, decían. Incomodaba que les recordaras que votar lo mismo no es igual que votar juntos y que se puede votar lo mismo por diferentes razones. Eso es exactamente lo que ha pasado en la Diputación Permanente. En realidad, las comparecencias «se han tumbado» —siempre me pasma la originalidad y objetividad de algunos de mis colegas— por el voto de Francina Armengol porque si no…

En la Diputación Permanente hay 69 diputados, por lo que la mayoría absoluta son 35 votos. A favor de la comparecencia de Sánchez (inmigración y marcha de Puigdemont), de Montero (financiación catalana) y Puente (caos ferroviario) han votado los 27 del PP, los 6 de Vox y el único de Junts. Total 34. Para impedir las comparecencias han votado los 26 socialistas, los 6 de Sumar y los cuatro del Grupo Mixto. Total 34. Así que el voto que ha sumado 35 ha sido el de Armengol. Esto vale en este caso, pero en un pleno del Congreso no funcionaría. En un pleno del Congreso, si los votos de Junts se decantan para el lado contrario, la llamada coalición de gobierno naufraga. Total, que esta primera muestra de que no cuentan con la anuencia de los catalanes les ha puesto bastante nerviosos. Antes de las votaciones desde Madrid, o desde donde estuvieran apurando algunos el verano, se han hecho unas cuantas llamadas a todo el que está en el grupo parlamentario juntaire para saber a qué venía el voto en contra e intentar disuadirlos. No ha servido de nada, como se ha comprobado, aunque Montero afirme que navega con Alegría hacia unos presupuestos «en tiempo y forma». Ya dijo Stendhal que nadie puede escapar en su vida a una deplorable crisis de entusiasmo.

Lo que no podía pasar ha pasado y me parece que va a pasar mucho más. Lo que no va a pasar es casi nada de lo que venden por Madrid. Ni los «colaboracionistas» de Junts van a ganar el congreso, ni lo del concierto se va a diluir una vez investido Illa, ni es cierto que cuenten con una «mayoría de progreso» en el Congreso, ni es real que Puigdemont sea un rehén que obligue a su partido a respaldarles. Tampoco ERC va a tener un periodo tranquilo tras esa bandera en la Generalitat y el nombramiento de una directora de Medios que ha fustigado a los juntaires y a su líder a placer. Al menos eso dicen los de Junts. Y hasta el momento han hecho siempre lo que han dicho. Veremos.