La nueva manera de comunicar el vino es divertida, emocionante, producida, visual y mucho más feminista. Durante los años 90, se hicieron famosas las guías de vinos. Sus puntuaciones no dejaban de ser una metáfora megaconcentrada de la calidad de un vino juzgada por los expertos de manera numérica, aparte de las descripciones aromáticas. Que un vino tenga aromas de arándanos, por ejemplo, no se llega a entender por un público no formado, si es algo positivo o no. En cambio, si el señor Robert Parker escribía en el The Wine Advocate que este vino merecía unos 95 puntos, hacía que el público americano lo entendiera mejor. Y sin tener que pasar por las descripciones organolépticas, podía explicar que se trataba de un gran vino. Lo que pasa es que, con los años, el mundo eminentemente de los rankings se ha ido reemplazando paulatinamente por el de los influencers del vino. "Yo nunca me fiaría de un influencer para que me recomendara un vino", dice mi tía, que es la única persona que conozco que no tiene móvil. Lo que pasa es que hay muchos influencers de vino que también son sumilleres altamente formados. Es más fácil conectar con un o una prescriptora que tenga tu misma edad, que sea del mismo territorio o con la que te identifiques por la forma de vestir. Porque al final el vino también es un estilo de vida. ¡Y porque la guía Peñín no nos cabe en el bolso!
He tenido el honor de presentar la primera gala de influencers del vino en el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid. "VinoInfluencer World Award", con más de 150 prescriptores de treinta países. Muchos me reconocían, "¿eres la @winesandthecity?" y añadían "fuiste de las primeras" y ha sido muy gratificante esto de desvirtualizarnos. Aunque me he sentido un poco como la madre de todos, en muchos casos porque les doblo la edad. La verdad es que profesionalicé mis redes sociales, no porque sea una experta digital, sino porque no me dejaban hacer lo que quería en los medios de comunicación habituales. Siempre tenía algún jefe (sí, en masculino) que me decía que maridar el vino con la cultura o la moda no tenía ningún sentido. La primera vez que quise hacer una cata con la audiencia fue con Jordi Estadella en COM Ràdio y me pegó una buena bronca. Años después, lo haríamos con Pitu Roca en "En Clau de Vi" en el Canal 33, donde yo era asesora técnica. Y también, no te engañaré, la principal razón por la que me asomé a las redes fue la conciliación. Con niños pequeños en casa, era una de mis pocas salidas laborales que no implicaran viajar tanto. ¡Qué bien quedas en las fotos! Ahora mismo te cuento el truco: ¡cuando te sacas un montón, una, aunque sea por pura estadística, hay una en la que sales dabuten!
Tras seis años posteando todos los días, ahora no quiero que mi vida esté en Instagram o en las demás redes sociales, ni que dependa de ellas. Mi ambición amable de 2025 es llevar el vino a otro nivel. Sigue teniendo que ver con pantallas, pero más grandes, y hasta aquí puedo leer...
Profesionalicé mis redes sociales, no porque sea una experta digital, sino porque no me dejaban hacer lo que quería en los medios de comunicación habituales
Muchos expertos que no trabajamos en la sala de los restaurantes nos sentimos fuera del circuito cuando se premian a los mejores sumilleres. Al final, nuestro tipo de servicio no es físico, sino digital o formativo. "Agradezco mucho este reconocimiento", me dice la sumiller y jurado internacional Diana Pavelescu, de Rumania, que ha ganado como mejor #wineconsultant. Le pregunto si se ha fijado en que muchas de las premiadas mujeres ya tenían una cierta edad, que, por cierto, no tenían los premiados hombres. Siempre es más fácil creer en la profesionalidad de una mujer cuando esta tiene arrugas. Hace unos años, me preocupaba especialmente el maridaje que se lucía en las redes de escote y copa de vino. Los perfiles y los posts más virales abusaban de sexualizar el vino. Parecía un binomio fácil, como siempre ha hecho la publicidad de alcoholes. Precisamente una de las nominadas es la norteamericana Megan Greco de @ifyoupourit, una experta en vino que tiene el diploma del WSET y que parece una top model. Algunos #winelovers quedaban atrapados por estas imágenes. También hay otras actitudes tóxicas, para mi gusto, sobre abusar de los chistes de que es bueno beber mucho vino y caer en la defensa del alcoholismo. Todos notamos una bajada cuando Instagram dejó de mostrar nuestro perfil a quienes no tenían configurado que eran mayores de edad, y me parece muy bien. Precisamente, de lo que tenemos que hacer apología es de beber poco, bueno, con tradición, gastronomía y paisaje, protegiendo a los jóvenes.
Fue importante que el premio no se llamara "wineinfluencers" porque los lugares más importantes de producción son la península Ibérica, Italia y Francia con raíz latina. La prensa de vino más internacional siempre ha estado dominada por el mundo anglosajón, con nombres como Tim Adkin, James Suckling o Jancis Robinson. También ha subrayado la profesionalización de ser un creador de contenido vinícola de calidad. Porque con las botellas que nos envían las bodegas no se paga ni la luz ni el agua ni tampoco el gas. Si tenemos que explicar lo que cuesta hacer un vídeo, seguir la complicidad con la audiencia, contestar a todas las preguntas de los seguidores... Quizás mejor no discutir con quien no está entendiendo nuestro valor.
Muchos de los que tienen más seguidores no es porque tengan más formación o experiencia, precisamente, sino porque dominan el algoritmo. Lacrima Terrae fueron las ganadoras de la categoría de winemarketing. Estas hermanas tienen menos de 30 años y me cuentan que su problema es que no las toman en consideración porque son demasiado jóvenes. Les digo que esta es la razón por la que me gusta envejecer, porque me toman más en serio. Cuando empecé, me daban por todas partes. Que si hija de, que si a quién me había tirado, que si era rubia, que si era tonta, que qué forma más superficial de comunicar el vino. Suerte que el tiempo y las redes sociales me han acabado dando la razón.