Estimado amigo,
Me dirijo a ti por carta y no con los mecanismos de comunicación más rápidos y breves que utilizamos habitualmente porque, aprovechando la calma de agosto, he intentado dar respuesta a alguna de las preguntas que me has hecho últimamente. Morgan Housel en el libro Lo que nunca cambia dice que “un rasgo común del comportamiento humano es el deseo ardiente de certezas a pesar de vivir en un mundo incierto y probabilístico”, pienso que el desconcierto que vivís muchos independentistas va por ahí. No tengo una varita mágica ni una bola de cristal. Esta no es una carta con respuestas definitivas para tratar de convencerte. Sólo pretendo dar contexto a la incertidumbre, que es donde vivimos realmente siempre, y repasar lo que nunca cambia.
Para conectar rápido con la actualidad política y situarnos respecto a los acontecimientos, empezamos por lo que nunca cambia: los socialistas nunca cumplen los acuerdos con Catalunya, el PSC siempre elige a España y ERC siempre que puede escoge al PSC. Esto es así desde la restauración de la Generalitat de Catalunya, con la única excepción de la Esquerra del president Barrera, que en 1980 votó a favor de la investidura del president Pujol. En Mas (2012) y Puigdemont (2017), ERC no sumaba con el PSC. Los socialistas catalanes, desde la LOAPA (1982), los recortes en el nuevo Estatut (2005) o la aplicación del artículo 155 de la Constitución española contra las instituciones catalanas (2017), siempre se han posicionado junto al PSOE. Como dice el libro que te he recomendado, "lo que nunca cambia es importante porque te puedes fiar bastante a la hora de pensar en cómo darán forma al futuro". Para próximas elecciones y próximas estrategias, es necesario tener este patrón de comportamiento presente.
Para nosotros en España lo que nunca cambia es el déficit fiscal, el déficit de infraestructuras, la falta de respeto a nuestra identidad y el déficit democrático
En lo que nunca cambia hay que las mejores historias siempre ganen. “No la mejor idea, o la idea correcta, o la idea más racional. Sólo quien cuenta una historia que llama la atención de la gente y hace que asientan con la cabeza es recompensado”. El nacionalismo catalán siempre ha tenido un relato ganador. Ya antes de la restauración de la Generalitat, en tiempos de la Mancomunitat por ejemplo, centrado en la defensa de una identidad integradora, la construcción de la nación y gobernar bien. Durante el proceso del primero de octubre, este relato se sustituyó por la oportunidad que significaba la independencia de hacer un país nuevo. Y en pro de la unidad, el nacionalismo renunció a seguir defendiendo lo que nunca cambia y que funciona. Y cedió terreno a algunos lemas con más éxito, a pesar de estar algo alejados de la historia principal, como “tenemos prisa” y “las calles serán siempre nuestras”, y algunas ideas más propias de la agenda woke que de un movimiento nacional. Ahora que hemos visto que no estamos tan cerca de conseguirlo como pensábamos —Housel también dice que nunca cambia que las cosas son más duras de lo que parece y no tan divertidas como te habías imaginado— no tenemos ninguno de los dos relatos y sí la agenda woke.
Es aquí donde es necesario ver la importancia estratégica del regreso a Catalunya del president Puigdemont de la semana pasada. Su capacidad de captar la atención de la gente (de todo el mundo) y de alimentar de nuevo el relato del independentismo. Regresar y tener que exiliarse de nuevo es recordar a todo el mundo que a él la ley de amnistía no se le aplica porque en España el estado de derecho no funciona porque algunos jueces actúan fuera de la ley con la voluntad de imprimir venganza y no justicia. Decir "el procés no ha terminado, empieza una nueva fase" es no asumir resignadamente que la única opción de Catalunya es que la manden desde Madrid. Porque una cosa es no alcanzar el éxito y otra muy distinta es cambiar de camiseta buscando excusas. Para nosotros en España lo que nunca cambia es el déficit fiscal, el déficit de infraestructuras, la falta de respeto a nuestra identidad y el déficit democrático. Quizás estás desconcertado, pero hay compromisos que nunca deberían cambiar.
Gracias por destinar un rato a leer la carta, espero haber podido ayudarte un poco.
Nos vemos en la Diada, que tengas buen verano.
Cordialmente,
Jordi Cuminal Roquet