La casualidad ha querido que la carta del president Puigdemont la haya leído estando en Girona. Compartir con Iris y Jorge, y también con Luis y Carmen, unos días en familia está siendo una experiencia inolvidable que, añadida al contexto, le da todavía más emotividad y profundidad. Conocer estas tierras de una manera distinta a la que he vivido en tantos viajes, en tantos encuentros y charlas públicas, está siendo una manera, también inolvidable, de disfrutar, saborear y sumergirnos en los maravillosos rincones que ofrece esta tierra. Porque conocer un lugar es esencial para quererlo. Y lo que vivas en él, más todavía. Estos días, de la mano de nuestros amigos, haciéndonos sentir parte de su casa, nos sirven para entender más y mejor esta tierra. 

Sentados en un rincón del monte, mientras corre una suave brisa en un verano aplastante, escucho historias de vida que crean conexiones. Junto a un olivo que nos da sombra, que ha viajado en sus 75 años desde Guadalajara a Girona. Como Luis. Una historia de ganas de libertad, de vida. De construir un futuro mejor y trabajar duro para conseguirlo, allí donde todo era distinto, donde cabía la oportunidad que en otros lugares ni se imaginaba. Tantas historias que he escuchado de quienes llegaron a Catalunya apostando por un futuro, marchando lo más lejos posible de la represión y el retroceso constante. Catalunya fue tierra de acogida, y crecía mientras compartía su esencia. Anoche Luis enseñaba a leer en catalán a mi hija. Y para mí, era un enorme regalo. Uno de esos momentos que están cargados de sentido, de sentimiento y de significado. Como el olivo que viajó desde Zorita de los Canes hasta un monte de Vidreres y allí echó raíces para dar sombra mientras Elio, a sus dos años, hoy duerme la siesta. 

Bajo ese mismo olivo, hoy he traducido las palabras que Carles Puigdemont ha escrito tras confirmarse que ERC ha decidido apoyar la investidura del candidato del PSC, Salvador Illa. Un hecho que conocíamos mirando al mar. Viendo anochecer mientras una tormenta se acercaba, cubriendo el cielo de nubes redondas y esponjosas. El viento comenzó a ser más frío, la luz se volvió gris y el atardecer se hizo lento. Todo estaba ya listo para anunciar la fecha de la sesión de investidura, que se producirá en los próximos días y a la que acudirá Puigdemont. Será el momento, después de siete años, en el que el president en el exilio reaparezca. Para presenciar con sus propios ojos el lugar del que salió sin imaginar todo lo que vivirían los que allí se encontraban. Está por ver cómo discurre la votación, porque habrá quien vote en conciencia y supondrá momentos históricos, no cabe duda. Y está por ver de qué manera se produce un día que supondrá un punto de inflexión (uno más) en la historia de Catalunya (y también en la de la democracia española y europea). 

Si Illa es investido ante los ojos de Puigdemont, y a continuación le detienen, la imagen será tan brutal como para una profunda reflexión

Puigdemont puede que sea testigo de cómo los allí presentes avalan con sus votos la entrega de la Generalitat al PSOE, cómplice necesario en su momento para que se generase todo este caos. Colaborador ahora, por puro interés, para deshacerlo, demostrando así que todo fue, en realidad, voluntad política y tozudez inadmisible del brazo político-judicial, aderezada con la inestimable ayuda de la opinión pública manipulada y deshumanizada generada por los medios de propaganda en los que se han convertido los diarios de noticias. 

El PSOE, de darse la investidura de Illa, tomará la presidencia de Cataluña. Un hecho que supondrá tapar en falso una realidad bien distinta a las apariencias. Y para que eso no sea tan fácil de esconder, allí estará presente el gironés. Que ERC no haya preferido agotar todas las vías para mantener su discurso de los últimos años, demuestra que le va bien correr un tupido velo. No es de extrañar, después de comprobar cómo se las gastan en sus propias filas. Es fácil comprender que preferirán pasar página cuanto antes, bajo la batuta del PSOE, “caiga quien caiga” —sobre todo si el que cae es Puigdemont. 

Todo esto tiene una apariencia democrática que, por falsa, tramposa y traidora, apesta. Porque todos sabemos que el camino ha estado plagado de minas, y que algunas de ellas han sido puestas desde el propio supuesto independentismo. Como la convocatoria electoral de unas elecciones anticipadas, cuando los tiempos estaban realmente ajustados, con una ley de amnistía en ciernes y sin la certeza de cómo se pondría en funcionamiento. Resultaba ya evidente que el acuerdo entre el PSOE y ERC venía fraguándose. Y que la cabeza de Puigdemont era el deseo de las dos formaciones. Pero ambas debían disimular para su propia militancia, para sus propios votantes y para su propia vergüenza, porque resultar desleales, traidores y mentirosos resultaba tan evidente, que no se podía negar. 

Con la aplicación de la ley de amnistía se está evidenciando otro bochorno de dimensiones inabarcables. Los jueces interpretan lo que quieren, haciendo verdaderas barbaridades, y demuestran así que la ley no está hecha para garantía de la sociedad ni basándose en principios democráticos. Ya lo imaginábamos, pero ahora es innegable. Y cada uno se lava las manos, demostrando que aquí no hay nada que hacer. Que la incoherencia, la injusticia y la sinrazón campan a sus anchas. Y que donde no hay justicia, es un peligro tener razón. 

La investidura de Illa, si se produce, constatará —aunque sea poco tiempo—, que cerrar en falso las heridas a muchos ya les vale, con tal de aparentar. Que no haya justicia, ni verdad, ni manera de denunciarlo, será la mierda bajo la alfombra, que terminará saliendo por cualquier sitio y oliendo aún peor. Es cuestión de tiempo. Y como el tiempo todo lo pone en su lugar, si Illa es investido ante los ojos de Puigdemont, y a continuación le detienen, la imagen será tan brutal como para una profunda reflexión. Se la harán los que dispongan de honestidad y conciencia, que no deben de ser muchos. Pero cada vez se la harán más. 

Decía el president en su carta que ha recibido muchos mensajes de amigos que le decían que no volviera. Que no arriesgase su libertad ante semejante panorama de traición y trampas. Yo fui una de ellas. Y entiendo, como entendí, la respuesta que nos ha dado, como la que me dio. Volver también forma parte de la respuesta política e histórica. Volver pondrá a cada cual ante el espejo. Y con el tiempo, pondrá a cada cual en su sitio. Como el olivo de Luis.