El verano y la vuelta al pueblo no implica solo ir de vacaciones, sino que también es un periodo de reencuentro con olores llenos de reminiscencias... El aroma efímero del melocotón maduro recién cogido del árbol, el olor polvoriento del campo segado y reseco, ese aroma etéreo indescriptible de las higueras al anochecer cuando el sol se funde en un cielo rojizo... olores que se mezclan con el olor a mueble viejo, un aroma huidizo de naftalina y una botella olvidada con el perfume de mi madre... emociones reencontradas con solo oler el aire, olores evanescentes.
Todos tenemos olores que llenan los recuerdos de nuestra vida, el aroma a muguete de los niños pequeños, o cuando éramos adolescentes y nos poníamos la colonia "masculina" que llevaba el niño que más nos gustaba, como si el hecho de llevar su olor en nuestra piel nos lo hiciera más próximo y presente. ¿Por qué los olores tienen esta capacidad única de educir un recuerdo tan poderoso e intenso? Ello es debido a que las señales quimiosensoriales disueltas en el aire son directamente percibidas mediante receptores olfativos específicos expresados por neuronas que tapizan la mucosa olfatoria. Por lo tanto, la recepción de los compuestos volátiles que componen un determinado olor excita de forma directa neuronas concretas, que transmiten la señal directamente al cerebro, que procesa la información y la contrasta con su experiencia previa para decidir si existe peligro o no, si la sustancia, animal o contexto que genera ese olor impacta de forma positiva, negativa o neutra para la supervivencia, y en el caso de los humanos, conectando directamente con nuestros recuerdos. Por eso, un mismo olor puede atraer o emocionar positivamente a unos y desagradar y afectar negativamente a otros.
Sin embargo, y matizando todo lo que os acabo de explicar, los humanos somos animales relativamente anósmicos (es decir, no somos muy sensibles a los olores). De hecho, tenemos pocos genes para los receptores olfatorios, bastantes menos que el perro o el ratón, mamíferos que destacan por su olfato (tal y como os expliqué en otro artículo) y, por eso, pueden seguir rastros de aromas a distancias largas, incluso cuando son débiles y se van disipando. ¡Imaginad qué mundo más rico de matices y olores inimaginables pueden llegar a percibir otros animales que nos rodean! Así, de todos los sentidos, muy probablemente catalogaríamos el olfato como el sentido que nos parece menos relevante en nuestra vida, y la mayoría de nosotros solo nos damos cuenta de que lo tenemos cuando, circunstancialmente, lo perdemos; por ejemplo, cuando estamos resfriados —con la nariz llena de mocos— o también, como recordaréis, como efecto secundario del COVID.
¿Por qué los olores tienen esta capacidad única de educir un recuerdo tan poderoso e intenso?
El olfato acompaña al sentido del gusto, y disfrutamos mucho más de la comida cuando combinamos ambos sentidos, porque encontramos muchos más matices. Hay unos pocos humanos con un sentido del olfato más desarrollado —tanto por razones genéticas como por razones de entrenamiento—, como los perfumistas. En el libro El perfume, de Patrick Süskind, se nos presenta un protagonista con una capacidad preternatural para identificar los aromas y los olores de todo tipo, incluso el aroma de la "bondad" (y ¿quién sabe?, quizás sí que nuestro cuerpo produce un olor diferente dependiendo de nuestro estado emocional, aunque nosotros no tengamos los receptores olfativos para percibirlo), pero la verdad es que si alguien entre nosotros no tuviera ningún olfato, nos costaría mucho detectarlo. Yo que trabajo con ceguera hereditaria (un conjunto de enfermedades minoritarias o raras de pérdida de la visión debido a mutaciones genéticas), siempre me ha llamado la atención que los oftalmólogos especialistas puedan diagnosticar con precisión qué gen es el causativo de un tipo de ceguera pediátrica cuando se dan cuenta de que su joven paciente no solo tiene graves problemas de visión, sino que no tiene olfato cuando lo somete a una sencilla prueba de discriminación de olores. En cambio, ¡los padres que conviven con su hijo o hija no eran conscientes de que es totalmente anósmico!
Si habéis llegado hasta aquí, haced la prueba. Cerrad los ojos un momento y pensad qué olores os retrotraen a las vacaciones o a un periodo especial de vuestra vida. Cada uno tenemos nuestro álbum particular de olores y reminiscencias, único y exclusivo. Olores de nuestra vida, olores evanescentes.