El amigo Jordi Barbeta comparaba ayer en este diario, como siempre, con fundamento, la amnistía de 1977 a los perseguidos por el régimen franquista con la amnistía que Pedro Sánchez ha aceptado promover a favor de los líderes y activistas del procés independentista catalán, incluidos los exiliados Carles Puigdemont y Marta Rovira. Titulaba Barbeta que la Operación Catalunya es el argumento de la amnistía y que, así como en 1977 la amnistía sirvió para evidenciar la falta de legitimidad del franquismo, ahora serviría -ya veremos si sale adelante- para evidenciar la falta de legitimidad de la brutal actuación de la democracia española actual contra el independentismo catalán. Me pregunto, sin embargo, si, como pasó en 1977, la amnistía en trámite legislativo operará también como ley de punto y final para los responsables de la persecución injusta a personas honorables y sus patrimonios, por el solo hecho de ser catalanes prominentes sospechosos —independentistas o no. Es decir, si igual que la amnistía de 1977 sirvió (también) para amnistiar a los verdugos franquistas -y los que durante años y años se sirvieron de ellos- no servirá la actual para que M.Rajoy y compañía salgan de todo ello "limpios de polvo y paja", como dice la expresión castellana.
No me extrañaría de que el expresidente del Gobierno y del PP piense que él también será amnistiado, como ironizó la semana pasada el exministro del PSOE José Luis Ábalos. Y que, este escenario de immunidad, si no explícito, implícito, por la puerta de atrás, para entendernos, inspirara también el convencimiento de Rajoy que los impulsores de las tres comisiones parlamentarias sobre la Operación Catalunya, los atentados yihadistas del 17-A y el espionaje con el software Pegasus "lo tienen crudo" para llegar a los tribunales. Llueve sobre mojado. En España, el concepto de amnistía como perdón y olvido siempre opera en dos direcciones: se hace justicia —tarde y a menudo mal— con el inocente pero también se exonera al culpable, a quien, de facto, se le otorga ración doble de plena inmunidad por los delitos cometidos, como sucedió con el franquismo. El edificio de la transición española se armó con este mecanismo. Por eso mismo también ha costado décadas que la democracia española se ponga delante del espejo de la vergüenza de las fosas de la represión en la guerra civil y la dictadura, de tantas y tantas historias personales borradas para siempre con el cobarde tiro en la nuca y la inhumación infame en las cunetas de las carreteras.
La amnistía del 1-0 también será un "atado y bien atado" como lo fue la del 77. Lo denota la chulería de Rajoy y el silencio vergonzante de Feijóo
Las pruebas aportadas estos días por ElNacional.cat y dos diarios más, gracias al trabajo de investigación paciente y riguroso de las periodistas Marta Lasalas y Mayte Piulachs y el equipo de este diario, no dejan lugar a dudas sobre la participación del gobierno del PP y su presidente en la macrotrama de espionaje y fabricación de pruebas falsas para destruir personas relevantes implicadas o no en el movimiento independentista, desde la empresaria Sol Daurella a presidentes en activo o no como Artur Mas y Jordi Pujol. No obstante, Rajoy sabe muy bien la tierra quemada que pisa. Si la amnistía a Puigdemont y Rovira no sirve para amnistiar también a Rajoy y sus correligionarios, empezando por el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ya se encargarán de hacerlo a los jueces de confianza. Nada que tampoco sucediera en la transición. La amnistía del 1-0 también será un "atado y bien atado" como lo fue la del 77. Lo denota la chulería de Rajoy y el silencio vergonzante de Feijóo, que pierde así una nueva oportunidad de construir un PP democráticamente creíble y homologable, también, ante la ciudadanía catalana.
En la amnistía del franquismo no hubo excepciones con el terror indiscriminado, el crimen y la tortura a disidentes y rivales políticos
El dictador Francisco Franco tenía en su mesilla de noche el brazo incorrupto de la monja Santa Teresa de Jesús. Bien, en realidad solo era la mano izquierda, sin embargo, por lo que cuentan las crónicas, sigue siendo una reliquia milagrosa. Franco ganó la guerra y fue "caudillo de España por la gracia de Dios", título inscrito en todas las monedas —pesetas— durante 40 años. Y si el ministro y jefe de la denominada policía patriótica Jorge Fernández Díaz tenía un ángel de la guarda que -decía- lo ayudaba a aparcar el coche, un tal Marcelo, el juez Manuel García-Castellón debe estar asesorado por un ángel exterminador que guía sus maniobras para tumbar la amnistía intentando imputar terrorismo a Puigdemont y Rovira. Por eso, puede salir muy caro el despiste del PSOE al incluir el terrorismo como excepción en la ley de amnistía, un delito que no ha existido ni de lejos en el procés. En la amnistía del franquismo no hubo excepciones con el terror indiscriminado, el crimen y la tortura a disidentes y rivales políticos. Cuando la democracia y la justicia, y el sentido común, se tienen que enfrentar con gente que manda policías y oficiales de los tribunales y habla con ángeles y demonios para decidir sobre la vida de los demás entonces es como para pedir hora en el Vaticano y solicitar al mejor exorcista para ganar la batalla contra el mal en estado puro. Aplicando la lógica y la razón perderemos seguro. Si se me permite la ironía, esto de España y la Operación Catalunya es más de Cuarto Milenio que de Watergate.