La situación en estos momentos en el Oriente Medio es especialmente peligrosa, de hecho bordea el abismo. El ataque masivo de drones y misiles balísticos contra Israel por parte de Irán la madrugada del sábado al domingo, nos ha situado en un escenario particularmente delicado, hay quien dice que incluso en un escenario buscado.
Ciertamente, las defensas antiaéreas israelíes fueron capaces de interceptar la casi totalidad de los más de trescientos artefactos, entre drones y misiles balísticos y de crucero, que Teherán había tirado unas horas antes. Suerte de eso, otro escenario en que el ataque hubiera causado daños importantes en territorio israelí nos hubiera situado en un contexto todavía peor.
Ahora bien, es importante no engañarse, Israel ha salido casi indemne de este importante ataque, no solo por tener uno de los sistemas de defensa antiaéreos más sofisticados del mundo (la llamada "Cúpula de Acero", sino también los sistemas Arrow-2 y Arrow-3 y las diversas baterías Patriot enviadas por los EE.UU. estas últimas semanas). Lo ha conseguido también por el apoyo directo que ha tenido de los Estados Unidos, el Reino Unido y Jordania, también más indirectamente de Francia. Sin la intervención de las fuerzas aéreas de estos países, interceptando una cantidad importante de los drones que iban hacia Israel por el espacio aéreo de Jordania, Siria o Iraq, la situación hubiera podido ser muy diferente. Y también las consecuencias que hubiera comportado.
Y si esta acción defensiva coordinada ha funcionado es porque hace días que se estaba preparando. De hecho, el jefe del Mando Central del Ejército de los EE.UU., el general Michael Kurilla, había estado hasta el sábado en Israel coordinándose con el Gobierno de este país, definiendo los posibles escenarios y las actuaciones a llevar a cabo ante un esperado ataque de Irán, cuyas características se desconocían, aunque se podían intuir.
Y es aquí donde recae el eje de la cuestión, porque no se puede obviar el hecho de que la situación que vivimos es resultante del bombardeo israelí del consulado iraní en Damasco del pasado 1 de abril, una acción poco comprensible —incluso se puede decir que irresponsable— en un contexto ya tan volátil a raíz de la guerra en Gaza. Incomprensible, excepto que sea una "provocación" deliberada por parte de los sectores más radicales del ejército y el gobierno de Israel, como apuntan varios medios y analistas, también alguno del mismo país.
Sea como sea, en las últimas horas se han traspasado nuevas líneas rojas en Oriente Medio. El ataque directo de Irán a Israel, sin precedentes, incrementa todavía más el grado de tensión y de posible escalada no solamente en Gaza y en Israel, sino en toda la región. Ahora hace falta mucha sangre fría. La Casa Blanca ha sido muy contundente al informar de que es plenamente consciente de la situación, y que no está dispuesta a "dejarse arrastrar" hacia un conflicto regional a gran escala y de consecuencias difíciles de evaluar; a la vez que reafirma —con palabras, pero sobre todo con hechos— su total compromiso con la defensa de Israel.
El único camino sensato es la desescalada y también la contención, contención y autolimitación por parte de Israel en su potencial respuesta
La prioridad ahora, y el único camino sensato, es la "desescalada"; o como dice el diccionario "la disminución progresiva de la intensidad de un conflicto (...) y la consiguiente bajada gradual de la confrontación". Y también la "contención", contención y autolimitación por parte de Israel en su potencial respuesta. De hecho, el Reino Unido justificaba la intervención de la Royal Air Force de este fin de semana —desde su base de Chipre— partiendo de estos dos conceptos. También lo ha hecho Macron y lo repite insistentemente Washington, que ha comunicado públicamente que ni dará, ni se apoyará, ni participará en ninguna operación de castigo que pudiera hacer en estos momentos Israel. Como tampoco hay ninguna duda de que si Jordania ha sido decisiva la madrugada del sábado al domingo, no ha sido por proximidad a las políticas de Netanyahu, sino por desconfianza a Irán y sobre todo para prevenir un conflicto regional en el cual tendría mucho que perder.
Paradójicamente, y de manera indirecta, es lo que pedía Irán a través del tuit que emitió su representación permanente a Naciones Unidas la madrugada del domingo. O informando a los EE.UU. vía Turquía, como ahora sabemos, que el ataque a Israel sería "limitado" y "en defensa propia". De hecho, hay quien ha insinuado que el mismo régimen de Teherán también está haciendo su "juego de equilibrios", un poco macabro y especialmente peligroso si fuera el caso. ¿Pero también es cierto que si el objetivo final del ataque hubiera sido hacer el máximo de daño posible a Israel, por qué anunciar el lanzamiento por la TV iraní, eliminando el factor sorpresa? Parece evidente que Irán era consciente de que anunciando públicamente el inicio del ataque, vista la distancia entre los dos países, se daba a Israel un margen de un par de horas —el tiempo que tardarían los drones en llegar—, para prepararse y defenderse mejor.
Sea como sea y por el bien de todos y, en especial de la región, crucemos los dedos para que la relativa calma con que ha vivido la región a partir de la mañana del domingo se prolongue en el tiempo. Y que el gabinete de guerra israelí asuma también ahora como propios los mencionados preceptos: que practique la contención y haga posible la desescalada. Y no solamente con Irán.