Como no he encontrado la manera de dirigirte un mensaje personal, doctor Oriol Mitjà, te escribo a través de esta columna, tampoco es que tenga que decirte ningún secreto acuciante. Bien mirado, los secretos no nos convienen, ni como sociedad ni como personas individuales ante la pandemia que hoy nos devora. Imagino que no te molestará que te tutee ni que opine sobre tu artículo en El Periódico, un rotativo que, hoy, tiene el prestigio informativo que tiene. Dicho de otro modo, que haber juntado, sobre el papel, el nombre del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol con el de este diario partidista, que ponerte a hablar de ciencia y de información precisamente en este medio no deja de ser un contraste y una sorpresa, una severa prueba para la lógica. Tu irrupción en el estabulado panorama informativo, con tus argumentos sólidos y verificables, con tu currículum científico envidiable, con tu actitud seria, civilizada y constructiva, ha sido muy mal recibida por algunos. Ha causado irritación porque piensan que de política, de ciencia, de pandemias, del sistema métrico decimal y hasta de la microbiología de la sociedad etrusca sólo pueden hablar ellos. Ellos, los hooligans de la política, los privilegiados de los medios de comunicación, los fachas españolistas que van disfrazados de personas de izquierdas y catalanistas, los poderosos que lo son, precisamente, porque no dejan hablar a los demás.
Del mismo modo que, con éxito, has luchado en la isla de Lihir, en Papúa Nueva Guinea, con la azitromicina y no con el remedio tradicional de la penicilina, para combatir la grave epidemia del pian, ahora te sugiero que no pretendas decir nada, ni media palabra, contra el desastre humanitario protagonizado por el gobierno de izquierda del PSOE-Podemos sin ser duramente difamado. A los de la izquierda demagógica, a los de la superioridad moral, la ciencia no les importa nada y las vidas humanas, dicen ellos, les preocupan mucho, muchísimo, según nos aseguran, y sin embargo, en comparación, los preocupan bastante menos que la pasión inmoderada que tienen por mantenerse en el poder. El poder es la única preocupación que les motiva. Tú sabes mucho de epidemias y de medicina y, tal vez, ahora no te acordabas de uno de los gran tesoros de la literatura de todos los tiempos. Estoy seguro de que conoces la obra, está claro, porque el texto tiene mucha información antropológica y etológica, bastante útil en estos casos, porque nunca podemos olvidar el factor humano, los instintos simiescos que nos arrastran, el cerebro reptiliano que sigue condicionando las decisiones de los seres humanos, de los seres que nos auto calificamos alegremente de sapiens. La obra es Un enemigo del pueblo de Henrik Ibsen y demuestra con la rotundidad que sólo tiene la literatura, que tú tienes razón y no los que te difaman con argumentos políticos. El caso que presenta Ibsen es pertinente. Un médico, el doctor Stockmann denuncia que las aguas de un famoso balneario, un balneario que es la fuente de ingresos, vital, de un pueblo de Noruega, están contaminadas y son un grave riesgo para la salud pública. El científico ve, asustado, que toda la población en lugar de agradecerle el descubrimiento, le odia. Los habitantes de la ciudad balneario intentan ocular la realidad de las aguas envenenadas, convirtiendo al doctor en el enemigo público de la sociedad porque ha revelado una verdad incómoda. No, doctor Mitjà, una parte de la sociedad no quiere oír la verdad si eso le afecta el bolsillo. Una parte de la sociedad no quiere ni puede mirar más allá de sus narices.