Según un adagio marxista popularizado en tiempo de la Transición, para convivir y superar las contradicciones de un sistema no hay nada mejor que agudizarlas. Así obra recientemente Junts per Catalunya, un partido que de cara al Congreso ya ha asumido su condición de formación convergente a la hora de acostarse con el diablo (en una declaración poéticamente daliniana, Míriam Nogueras compartía hace muy poco que su formación puede negociar con el PSOE "y que al mismo tiempo nos espíen"); los juntaires también han decidido que la mejor praxis para devolver el prestigio al Consell de La República, después de conocerse que la contabilidad creativa de Toni Comín también se aplicaba a las caricias-no-consentidas hacia algún compañero masculino, será continuar como si nada con su candidatura al ente, aunque sea a riesgo de defenestrar el poco prestigio político que le queda al antiguo conseller de Salut en el exilio.
De esta misma forma, y después de la aparición de varias encuestas donde se augura un auge de Aliança Catalana a expensas del partido de Puigdemont, algunos cráneos privilegiados de la secta han hecho una botifarrada de ideas de la cual ha salido que habría que paliar la tendencia a base de orriolear un poco pero sin que se note. Como Junts es un partido venezolano, y toda decisión política recae en el Maduro de Waterloo, el entorno convergente ha pedido al antiguo presidente Artur Mas que les haga de liebre. En efecto, este mismo fin de semana, el 129 pedía que Junts no tuviera reservas a acercarse a la formación de Sílvia Orriols, de la misma forma que él mismo se abrazó con una caterva anticapitalista como la CUP. Por mucho que Mas ya no milite en Junts, porque es un hombre que se piensa las cosas en adagio sostenuto, diría que este es un sentimiento que no es ajeno a los votantes juntaires.
No obstante, como buenos convergentes, el aparato de Junts ha reaccionado como si tuviera el orgullo herido y el pobre Jordi Turull ha fingido que pinta alguna cosa en su propio cubil para informar al antiguo president que los pactos con otras formaciones se hacen desde los respectivos órganos de la dirección del partido. Por mucho que la comparación entre acercarse a Aliança y la CUP sea un ejemplo donde los contextos difieren como el aceite y el agua, y por mucho que negociar con el PSOE sea algo mucho más pernicioso para la tribu que hacer un café con Sílvia Orriols, todo este vodevil solo tiene como objetivo el hecho de posibilitar que en Junts se empiece a hablar seriamente sobre inmigración y que se abandone el lenguaje happy flower que la formación adquirió durante los años del procés (en parte, gracias a Mas) por el que era poco diferenciable de un partido de izquierdas y de la famosa moral del "queremos acoger".
Las copias siempre acostumbran a ser más risibles que el original, y si Junts ensaya una forma de orriolear algo light acabará a medio camino del debate migratorio y, por lo tanto, solo beneficiará a la hiperlideresa de Aliança
La política y el periodismo transcurren por meandros a menudo mellizos, y no es nada extraño que —ayer mismo— la estimable Pilar Rahola sacara polvo a la máscara del rey Artur para dar un golpecito en la espalda a su antiguo ídolo político, escribiendo que "Aliança Catalana señala problemas que escuecen que hay en nuestra sociedad y que los partidos no osan, ni permiten tratar, amparados en la hipocresía de lo políticamente correcto". En este sentido, Rahola ponía por escrito lo que será muy pronto un mantra futuro del mundo juntaire respecto a Aliança; a saber, que se puede "hablar" con Orriols, la ripollense, sin tejer "estrategias conjuntas." Apuntad estas palabras, queridos lectores, porque se convertirán en la nueva cancioncilla de Junts a la hora de chutar la pelota adelante. ¿A quién se puede criticar, en definitiva, por hacer una cosa tan democrática como hablar? ¿Acaso no habla Puigdemont con Santos Cerdán? ¿Qué hay de malo?
Pero esta aproximación sotto voce tiene varios problemas. El primero, de un nivel muy superficial, pero ciertamente importante, es que eso de acercarse a un grupo político (adornándote con arbustos para que el electorado no te acabe de ver) siempre acaba siendo un poco ridículo. A su vez, como sabe incluso un crío, las copias siempre acostumbran a ser más risibles que el original, y si Junts ensaya una forma de orriolear algo light acabará a medio camino del debate migratorio y, por lo tanto, solo beneficiará a la hiperlideresa de Aliança. Pero lo más importante de todo es que en can Junts no han entendido que el discurso de Orriols sobre la inmigración o cualquier tema viene filtrado porque la todavía alcaldesa ha sido una de las únicas voces del independentismo crítica con la tibiez del procés. Sin la enmienda general (¡y adecuada!) al procesismo, Orriols no habría conseguido su buen momento.
Una de las grandes consecuencias del procés es que muchos electores se han cansado de la puta i la Ramoneta, de aquella táctica que consiste en fingir que copias una cosa, pero no mucho y, en definitiva, de los trapicheos convergentes que no engañan a nadie, por mucho que se sirvan con la retórica de escuelas de pago y el bronceado capilar del presidente Mas. Espero que haya peña en Junts lo suficiente inteligente (¡no hay que serlo demasiado, vaya!) para ver que este nuevo camino de orriolear solo llevará a un nuevo desastre. Yo les sugeriría que empezaran agudizando contradicciones del partido más creativas, como eso de los mimos de Comín y esta ilusión que tiene Míriam Nogueras de que los socialistas le pinchen el teléfono. Poco a poco, chicos.