Son los maestros del marketing político. No tienen rival. No sé si hacen las mejores políticas del mundo pero sí son los que mejor las venden. El caso de la Casa Orsola es el último ejemplo y quizás uno de los más gráficos de los últimos tiempos junto con aquellos cinco días de reflexión que se cogió Pedro Sánchez cuando imputaron a su mujer: una imputación por corrupción en el seno de tu entorno convertido en campaña personal y electoral (estábamos a pocos días de las elecciones catalanas). Cuando algo se convierte en un símbolo, como lo es Casa Orsola, su gestión te puede convertir en un héroe o un malvado. Y Orsola podía haber sido una casa en llamas para Jaume Collboni y se ha acabado convirtiendo en su 47, es decir, un relato de lucha popular de final aparentemente feliz y que el público ha deglutido por la vía audiovisual.

Da igual que el aumento de los precios de la vivienda, especialmente los alquileres, haya coincidido con los años del 'gobierno más progresista de la historia'. Pedro Sánchez es presidente español desde junio del 2018. Entonces, el precio medio para alquilar un piso en Barcelona era de 897 euros. Hoy es de 1.193 euros. El incremento es del 32%. El problema es que el sueldo medio de los barceloneses en 2018 era de 30.807 euros anuales y ahora es de 35.420. Todo esto ha pasado mientras Pedro Sánchez era presidente español, Pablo Iglesias o Yolanda Díaz vicepresidentes y en la alcaldía de Barcelona estaba o Ada Colau o Jaume Collboni. Pero da igual.

La lucha contra la especulación consiste en esperarse tres años y el ayuntamiento te pagará 3 millones más

Da igual que en 2022, cuando la alcaldesa era Ada Colau, el Ayuntamiento de Barcelona podía haber comprado Casa Orsola por 6 millones de euros. Ahora se ha adquirido por 9 millones. La lucha contra la especulación inmobiliaria consiste en esperarse tres años y el mismo consistorio te pagará un 50% más por la misma finca. O tampoco parece importar mucho el precedente generado. Ahora, los propietarios e inquilinos de las otras casas Orsola (algunas de ellas con situaciones mucho más vulnerables que los vecinos de Consell de Cent) sí que estarán de acuerdo con una cosa: querrán que el Ayuntamiento les resuelva la situación con los impuestos de los barceloneses. Pero da igual.

Da igual que en Catalunya haya más de 30.000 pisos vacíos en manos de grandes tenedores y que una quinta parte sea de la Sareb, la empresa de capital público estatal que todavía tiene las viviendas de las que se desprendieron los bancos para no devolver la inyección que recibieron durante la crisis. Empresa de capital público estatal quiere decir, efectivamente, que la controla el Gobierno de turno. El Gobierno de turno es, desde hace casi siete años, socialista. Pero da igual.

El caso de la Casa Orsola se ha sobredimensionado también por el centralismo mediático de las cosas que pasan en Barcelona

Solo durante el primer semestre del 2024 en Catalunya hubo 3.961 desahucios (todavía no se han publicado los datos de todo el año pasado). Eso significa que hay unos 20 al día, la mayoría (un 75%) por impago de alquiler. La inmensa mayoría de estos desahucios son invisibles, es decir, sin que ni siquiera haya intervención judicial o policial. La Casa Orsola, en cambio, tenía muchos ingredientes para atraer más foco que un desahucio no digo ya en Nou Barris sino en Sant Hipòlit de Voltregà. Ha ayudado el caso muy bien explicado del alquiler de renta antigua de Josep, la peculiaridad arquitectónica del edificio y, no nos engañamos, el centralismo mediático que sobredimensiona las cosas que pasan en Barcelona.

Pero si alguien ha sido primordial para convertir Orsola en un icono ha sido la cada vez más profesional y espectacular organización del Sindicat de Llogateres, que tiene una habilidad muy trabajada para captar la atención del espectador, ya sea a través de los medios de comunicación tradicionales o de sus propios canales de difusión: la retransmisión en directo de la primera protesta el 30 de enero superó las 70.000 visualizaciones. Los chalecos naranjas ya forman parte del imaginario reivindicativo y puestos en el balcón de la Casa Orsola quedaba el encuadre perfecto para convertirla en un símbolo.

La primera y única aparición de Jaume Collboni sobre el asunto fue para decir que la situación quedaba resuelta

Todo este sobreinterés político, mediático y ciudadano también lo ha detectado el PSC y, por lo tanto, sabía que el final que tuviera, bueno o malo, también tendría un impacto superior al que le correspondería. Y aquí Jaume Collboni lo ha tenido fácil: Ha imputado el problema al anterior gobierno municipal y se ha anotado él la solución. El viernes salió en rueda de prensa. Fue su primera y única aparición pública sobre este asunto. Y fue para anunciar que todo quedaba resuelto, sin desahucios.

El PSC y los comuns tienen muchas coincidencias ideológicas y, por lo tanto, sus similitudes desembocan en la disputa por un mismo perfil de votante. Poder salir como el solucionador de un problema que generó tu aliado/adversario es un cachete en la cara de los comunes. Y da igual que él mismo, Jaume Collboni, fuera el primer teniente de alcalde que tuvo Ada Colau. O que en 2023 dijera que si no ganaba las elecciones dejaría que gobernara la fuerza más votada. Quedó segundo, pactó con comuns y PP y, en otro ejercicio de marketing político, se convirtió en alcalde sin que ni siquiera el "que us bombin" de Xavier Trias le hiciera temblar la vara de alcalde. Da igual: Jaume Collboni ya tiene su 47.