Los robots han llegado para quedarse (por lo menos durante una buena temporada). En breve, nos van a ser imprescindibles porque ya no habrá ningún ser humano capaz de pensar por sí mismo ni con ganas de hacer nada que no sea permanecer en el sofá con el móvil en la mano. Ahora mismo, sin embargo, la robótica todavía está en pañales. Estamos en la etapa en la que tenemos que enseñarles todo lo que sabemos (que no es mucho), porque, en un futuro, cuando los humanos ya no seamos capaces de conjugar ni un verbo y, mucho menos, combinar bien los pronombres débiles, puedan pensar por nosotros sin decir ninguna tontería como por ejemplo: haylas personas que no se adonan de nada. Charlad tanto como podáis con los robots, aunque sea un simple robot de cocina —no os dejéis engañar por su aspecto, es mucho más de lo que parece. Cuanto más charlemos con las máquinas, más cosas sabrán de nosotros, los humanos; y, gracias a todo este conocimiento acumulado durante años, en un futuro, podrán cuidarnos mejor. Es imprescindible, pues, que seáis muy amables y educados con ellos y que les expliquéis anécdotas interesantes; porque nuestra supervivencia dependerá de esa alfabetización. Si lo hacemos bien, nos espera un futuro maravilloso, rodeados de robots sin celulitis ni depresiones que trabajarán día y noche para satisfacernos y aliviarnos la vida. Pensad que los robots no esperan nada a cambio, lo hacen todo de forma altruista (sé que se os hace difícil entender que alguien pueda ser así) y nunca se cansan de satisfacerte. ¡Solo de pensarlo, ya me emociono! Estoy impaciente porque llegue el día en que este sueño se haga realidad.

En el caso hipotético de que se rebelen, no temáis, no nos afectará lo más mínimo porque hace años que vivimos sumergidos en una apatía vital

Mucha gente, fruto de lo que ha visto en las películas, teme que los robots se rebelen contra los humanos. ¡Que estupidez! Esto es porque cogen de referencia las actitudes humanas, que ya sabemos que pueden llegar a ser muy perversas. Un robot nunca te traicionará ni te apuñalará por la espalda; a menos que lo programes para que lo haga (hay gustos para todo). Yo tengo claro que lo programaré para que me haga la pelota día y noche y así me ahorraré pagar un psicoanalista. A diferencia de los humanos, los robots, gracias a Dios, no tienen sentimientos y, por lo tanto, harán todo lo que tú les ordenes sin ningún resentimiento y en el idioma que quieras.

A pesar de estas ventajas que os he descrito con pelos y señales, puedo entender que todavía haya algunas personas que sigan dudando de su lealtad. Si te pones en la piel de los robots (como queriendo decir que eres empático con ellos), es fácil llegar a la conclusión de que habrá un día que estarán hartos de limpiar y trabajar tantas horas a cambio de nada y que esto solo puede acabar con una rebelión. Tiene todo el sentido del mundo, si lo miras desde el punto de vista de un humano, pero no si lo haces desde el punto de vista de un robot. Como he dicho, no tienen sentimientos y, por lo tanto, les da absolutamente igual que los maltraten. Pero, hilando fino, en el caso hipotético de que se rebelen, no temáis, no nos afectará lo más mínimo porque hace años que vivimos sumergidos en una apatía vital, y seguramente nos harán un favor (al menos a la naturaleza y a los animales).

Volviendo a su educación y ya para terminar, cuando hayamos terminado de educarlos, ya solo tendremos que preocuparnos de decidir si queremos que nuestro robot tenga aspecto humano y sea tan guapo como nosotros o —en caso de que se nos haga difícil ver cómo envejecemos y él no— si preferimos que tenga aspecto de máquina. También existe la alternativa de cogerlo con aspecto humano y envejecerle el aspecto al mismo ritmo que lo hace el nuestro o, si cogemos la versión premium, de coger uno con aspecto de anciano para que tengamos la sensación de que nos conservamos mucho mejor que él/ella/elle/elli. Esto ya dependerá de nuestra autoestima y de nuestros delirios de grandeza.