Las instituciones tienen pecados originales, y no son estructuras perfectas, pero su sola existencia es una oportunidad. Se critica con facilidad la inoperancia de la Unión Europea, y ahora la sospecha recae sobre la OSCE, la Organización para la Seguridad y la Cooperación a Europea que nació hace 50 años como conferencia y plataforma de diálogo entre actores con opciones políticas y, por lo tanto, de defensa desiguales. Esta entidad intentó dejar la Guerra Fría y centrarse en trabajar por la democracia en un marco de legalidad y respeto por el derecho internacional. Hoy la OSCE es una institución con miradas estrábicas, desdibujamiento institucional, fugas internas, desequilibrios, falta de confianza y peligro de perder poder. Fernando Arlettaz, experto en seguridad y defensa, lo llama la "geometría variable" y se pregunta si todavía puede contribuir a la seguridad europea. La OSCE es la entidad que más sufre los embates de la guerra entre Rusia y Ucrania. La idea de la OSCE se fue complicando con los años, y se ha mantenido ligada a la seguridad interestatal con una derivada hacia los derechos humanos, libertad de expresión y también libertad religiosa con entidades como la ODHIR, la Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos, que se encarga de la dimensión humana de la seguridad.
Las críticas a la OSCE son muchas, una de las más fuertes es que incluye en su seno regímenes que tienen tendencias autoritarias y poco democráticas. La OSCE, en Viena, creada, por lo tanto, como plataforma inicialmente para dialogar entre el Este y el Oeste, hoy es una entidad de la que forman parte actores con más o menos salud democrática, que vive mal la guerra en Ucrania. Esta guerra reclama a los Estados europeos mantener posiciones unidas, sanciones y una postura hacia Rusia que incomoda a algunos actores.
Hoy la OSCE es una institución con miradas estrábicas, desdibujamiento institucional, fugas internas, desequilibrios, falta de confianza y peligro de perder poder
La posición de la Santa Sede ante la OSCE es que los Estados miembros de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa se tienen que unir ante los compromisos tomados en materia de Derechos Humanos y lamenta que la falta de consenso enturbie la toma de decisiones. La cooperación y el diálogo entre 57 Estados no es una tarea fácil en una entidad en la que están los Estados Unidos, Canadá, Europa y Rusia. La paz, la seguridad y el respeto por los derechos humanos son ideas con las que en teoría todo el mundo está de acuerdo. El arzobispo Paul Richard Gallagher, en su discurso ante el Consejo Ministerial Annual de la OSCE, ha instado a recuperar el "espíritu de Helsinki". Este es el espíritu fundacional de 1975, un acuerdo histórico que quería reducir las tensiones de la Guerra Fría y donde se entendía la paz no como ausencia de guerra, sino como dinámica de relaciones amistosas y diálogo constructivo. Hoy este espíritu está a mínimos. Su preocupación es que las divisiones entre los miembros "han oscurecido las raíces de la organización". Insta a más diálogo, desescalada y distensión.
Este 2025, los 50 años de la OSCE tienen el reto de reconstruir las grietas que se han creado entre los socios. Recuperar el espíritu fundacional de la OSCE ayudaría a entender la cooperación como estrategia ganadora y estabilizadora. A veces, es más difícil construir y recoser dentro de las propias estructuras que ponerse alegremente de acuerdo con los vecinos.