¡Cuando ves la nueva película de Almodóvar, compruebas lo bonito que es el otoño cromáticamente! (Este artículo está escrito antes la desgracia de DANA). The room next door nos habla de morir como hemos vivido, con referencias a Woolf, Joyce y Dubliness. Como un cóctel que no necesariamente debe tener sentido ni maridaje. La oscuridad que tanto celebramos en Castaween son estos días tan cortos que finalizan con el solsticio de invierno. En todas las religiones, no solo en la cristiana con las Navidades, representan el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Los dulces en general y las bebidas dulces en particular ayudan a buscar el equilibrio a la tristeza. Moscateles, Pedro Ximénez y garnachas sobremaduradas. Y no olvidemos los deliciosos tés con especias y el chocolate deshecho y caliente. Todavía queda mucho para que nos habituemos al cambio de hora, al frío, a los colores caobas y a envejecer. Aunque la alternativa es mucho peor y no solo hablo de la muerte, ya que como en La Muerte os sienta tan bien, es todavía más horroroso vivir sin cambio, sin que te caigan las hojas.
Darte cuenta de que estás prácticamente en el penúltimo mes de este 2024 te lleva a las imágenes de un 2024 viejecito, que espera un 2025 recién nacido, con la piel llena de colágeno y con todo por estrenar. Y ya sabemos que cuando cambiamos de año somos automáticamente un año mayores. Y eso quiere decir que tenemos un año menos de vida. "No dejamos de movernos porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de movernos" dice George Bernard Shaw. Para escribir este artículo he querido ver también The Substance. Tampoco recomiendo verla (porque no es agradable de ver), pero sí que me ha interesado mucho la mirada que tiene la película sobre el hecho de que envejecer puede ser una peli de terror cuando te comparas con tu yo más joven. Nos pasa también al resto de los mortales cada vez que Facebook nos recuerda qué hacíamos hace cinco años o cuando alguien nos envía una foto de grupo de hace veinte. Lo peor es que no sabíamos que éramos tan delgados ni tan bonitos. Y supongo (y espero), que dentro de diez años pensaré lo mismo: que me quede como estoy. Cuando ves a alguien como la protagonista, y que a pesar de seguir a rajatabla todos los tratamientos y ceder a la presión estética, la vejez siempre gana. Y lo peor son los complejos que nos creamos nosotros mismos y el hecho de que lo acabamos haciendo mucho peor de lo que realmente es. No todos somos Demi Moore y a medida que pasan los años te acabas pareciendo más a tu tía (seas hombre o mujer). No es la primera vez que veo la película Benjamin Button (ahora está en Netflix), pero cada vez que la veo en un estadio vital diferente me fascinan cosas diferentes por todos los matices que van apareciendo entre la juventud y el hacerse viejo, y porque hay un momento breve en el tiempo donde podrías tenerlo casi todo pero pasas de largo.
La vejez siempre gana. Y lo peor son los complejos que nos creamos nosotros mismos y el hecho de que lo acabamos haciendo mucho peor de lo que realmente es
Tengo ganas de enumerar todos aquellos tips que reflejan que te estás haciendo mayor. Que no es forzosamente sinónimo de madurar. El afinamiento de un vino consiste en que los taninos hacen un pacto con la acidez y la intensidad de los aromas primarios se hace más compleja, abrazando los secundarios y los terciarios. Como cuando un buen amante deja tanta potencia y se basa más en la sabiduría de la intuición y en el placer de las otras personas. De esta manera, como un vino blanco con crianza que sabe envejecer y como no somos estrellas de Hollywood, hacerse mayor significa:
Tener una vejiga hiperactiva, que significa, a la fuerza, incontinencia.
Envejecer quiere decir entender los chistes de Eugenio.
Llevarte una chaquetita para el avión (y calcetines para cuando vas en tren).
Aprender a desinflamarse en todos los sentidos.
Que si alguien no está a tu altura, ya no te puedes agachar (en ninguno de los sentidos).
Que si alguna cosa no te gusta, lo único que puedes hacer es quitarle el único poder que tiene: tu atención.
Estar cansado de la sobrecarga mental y que la única manera de desconectar sea durmiendo.
Madurar quiere decir invertir más en tus relaciones personales.
Quiere decir entender que hay días de labios rojos para que no te miren las ojeras y las bolsas de los ojos que te hacen parecer un panda.
Envejecer también quiere decir ir a funerales de gente que ni conoces por el amor de los que se quedan y que en alguna ocasión te tocará leer porque te toca de cerca y porque ya eres capaz de asumir esta pena. Pues has aprendido a poner voz a la tristeza para digerirla mejor.
Hacerse mayor quiere decir que hay relaciones que se acaban, pero los y las que vienen después de ti te hacen mejor por simple comparación.
Que a veces la justicia poética te la tienes que acabar inventando.
Que vivir es cancerígeno en general.
Que cuando te vas liberando, puedes volar.
Que, con mucho tiempo, las heridas se vuelven un conocimiento muy valioso.
Que las expresiones faciales son fruto de aquel parto, del divorcio, de aquel disgusto.
Que te salen canas también en el pelo púbico, y por eso te lo rapas.
Que nadie se conoce mejor que un@ mism@.
Que para saborear el éxito tienes que parar de justificar.
Que la felicidad no es la ausencia de problemas, sino la manera de mirarlos.
Que hace nada, aquel verano fueron tus primeras vacaciones y quizás este serán las últimas.
Envejecer quiere decir que los jóvenes no entiendan tus decisiones porque no conocen las consecuencias de ellas.
Y, como dice H.C. Dowland, "algunos seres humanos se suavizan con la edad, como el vino, pero otros se agrian, como el vinagre. El hecho de irte amargando y volverte más solitario es lo que, junto con el bienestar físico, me preocupa. Si a los veinte podíamos dormir en el sofá de nuestros amigos, a los 40 necesitas más intimidad. Y cada vez más te vas aislando, como los animales que, cuando se hacen viejos, se alejan de la tribu, y las manías van haciendo que pierdas aquella dulzura e ingenuidad de las criaturas que éramos y que, detrás de muchas capas, quizás volveremos a ser. Porque al final del eterno retorno nietzscheano, los contrarios se tocan. Siempre es mucho más interesante lo que pasa por dentro que lo que se ve desde fuera.