El principal interés que tendrán las próximas elecciones será ver qué papel hará Podemos y qué alcance tendrá el declive de Convergència. Rajoy ya tiene pactado el apoyo de Pedro Sánchez y hará una campaña de tono todavía más bajo enarbolando la bandera de yo o el caos. El candidato socialista ha perdido toda esperanza de descabalgar al PP. De lo contrario no se habría disculpado con el presidente español por haberlo tratado de indecente en la última campaña, después de los escándalos que han afectado a los populares en los últimos meses.
Domesticado el independentismo, y desactivadas las ambiciones de Sánchez, el último hereje que queda en España es Pablo Iglesias. No hay que ser un gran lector de diarios para ver que toda la artillería irá contra él. Podemos tendrá unos años complicados si no consigue superar al PSOE en diputados. Fracasado su primer intento de asaltar el cielo, la única posibilidad que le queda es potenciar las fuerzas centrífugas de España. Aliado con Izquierda Unida, la política de Iglesias en los próximos años pasará por intentar lanzar la periferia española contra el cordón madrileño que el PP está articulando con el PSOE y Ciudadanos -los tontos útiles de toda esta historia.
En el País Valencià, el diario Levante pondrá en marcha su web en catalán este domingo. En Mallorca los nacionalistas podrían acabar sacando un buen resultado de la mano de la confluencia podemita. En Catalunya, la CUP está haciendo la campaña electoral a ERC. Desgastando a Ada Colau, los cupaires debilitan una de las palancas que el sistema podría activar para hacer la puñeta a Iglesias y reavivar el ala izquierdosa del puente aéreo. Errejón es demasiado bajito y tiene demasiado cara de niño para aspirar a disputar el liderazgo de Podemos.
Iglesias tendrá que superar al PSOE como mínimo en votos y aguantar toda una legislatura a la intemperie con un ejército de friquis hambrientos. La reaparición de Otegi lo ayudará, en la medida en que introducirá un elemento de caos y de verdad en la comedia española. El otro elemento de caos puede venir de Convergència. La formación de Mas intenta reconvertirse en un gran partido de alcaldes. Pero los alcaldes siempre acaban siendo difíciles de controlar, cómo se vio en las consultas populares que obligaron a CiU a defender la autodeterminación. Basta recordar que hasta ahora los alcaldes son los únicos que han desobedecido en serio.
El Estado camela a ERC, para intentar que se empache de éxito, mientras espera que Convergència se reponga y esté en condiciones de gestionar el desencanto. Si no quiere verse convertido en una caricatura, a la larga Iglesias tendrá que ayudar a los sectores independentistas partidarios de celebrar un referéndum de autodeterminación sin permiso del gobierno el Estado.