La semana pasada les dije que en esta columna, la última de la temporada, les explicaría cómo pienso que Junts debería negociar la investidura con el PSOE, dando por sentado que con el PP, que se acompaña de Vox, no se puede negociar nada. Ni la presidencia del Congreso de los Diputados, que es, por supuesto, una opción aritméticamente posible. Si los de Junts se atrevieran a hacerlo, el estridente redoblar de tambores “antifascistas” se oiría tan alto que distorsionaría la estrategia de los de Puigdemont. Por eso, lo mejor será que Junts vote a favor de Meritxell Batet para que renueve el trono de presidenta del Congreso a cambio de facilitarles la constitución de un grupo parlamentario propio y el uso de las lenguas nacionales en las cámaras españolas. Tener un grupo parlamentario no es solo una cuestión de recursos —que lo es, no nos engañamos, 30.346,72 euros mensuales, más una aportación variable según el número de diputados—, sino de visibilidad y, sobre todo, de singularidad. No se requiere compartir las intervenciones con otros partidos y se puede tener una representación garantizada en todas las comisiones y, también, en la junta de portavoces. Es una contradicción exigir que el PSOE reclame la oficialidad del catalán en Europa si es incapaz de facilitar el empleo de las lenguas cooficiales en las Cortes. Yolanda Díaz ya lo ha visto. Ahora bien, sería necesario asegurar que un acuerdo así se aplicara de verdad. Lo que hemos podido constatar hasta el momento es que la propuesta de reforma del reglamento del Senado para que el catalán, el euskera y el gallego tuvieran el mismo rango que el castellano se ha encallado por el filibusterismo del PSOE, que ha impedido que prosperara en cincuenta y nueve ocasiones. Si te engañan tantas veces, eres tú el idiota. No se puede descartar que el PSOE, a través de Sumar, quiera mezclarlo todo, un acuerdo sobre la mesa del Congreso y la investidura, pero Junts debe rechazar este planteamiento de manera clara, aunque Esquerra también apueste por él.
Solo en una ocasión, y a regañadientes por parte de los de Junqueras, unieron las fuerzas para formar Junts pel Sí
Debemos asumir que, en Madrid, se escucharán dos voces diferentes del independentismo. Esquerra es una, y Junts es la otra. En realidad, tienen el mismo número de diputados: siete y siete, pero todavía no suman catorce. Solo en una ocasión, y a regañadientes por parte de los de Junqueras, unieron las fuerzas para formar Junts pel Sí. Esquerra ya ha enseñado las cartas. Lo hizo en un artículo colectivo, “Catorze vots en defensa de Catalunya”, firmado por el autodenominado equipo negociador republicano con el PSOE (Oriol Junqueras, Marta Rovira, Marta Vilalta, Josep Maria Jové, Juli Fernández, Gabriel Rufián, Teresa Jordà y Sara Bailac). Entre los signatarios también estaba el presidente de la Generalitat, el MHP Pere Aragonès, quien, sinceramente, debería tener más sentido institucional, porque él es el presidente electo de Cataluña y no un simple militante de un partido. Sin embargo, como en este país hemos perdido el sentido institucional, lo único beneficioso que nos aportó el MHP Josep Tarradellas, los presidentes del país se convierten en vicarios de otro o senadores autonómicos. Aragonès, ya lo sabemos, no es el primero en caer en la trampa. El artículo de los de Esquerra venía a decir que el independentismo tiene ahora una palanca de fuerza que hay que saber aprovechar. ¿Por qué ahora y no en la pasada legislatura, cuando Esquerra obtuvo 13 diputados, la CUP 2 y Junts 8 (aunque al poco perdiera 4 a manos del PDeCAT)? ¿No será que les embriaga el partidismo?
¿Qué ha cambiado, pues? Que ahora es imposible repetir la mayoría que invistió a Pedro Sánchez en 2019. La suma no es suficiente y Esquerra ya no tiene la clave de la investidura porque la perdió hace tiempo. La unidad que Esquerra solicita a Junts es un engaño, que los medios de comunicación afines reproducen para confundir acerca de lo que debe negociarse. Las exigencias que Esquerra plantea que sean reclamadas por los 14 parlamentarios independentistas son propias de la agenda de una comisión bilateral de traspasos, pero no tienen el calado político que reclama el electorado independentista después de una década de lucha por la autodeterminación. El electorado que vota y el que se abstiene, que es prácticamente tan numeroso como el que aún confía en los partidos independentistas actuales. Esquerra desea endilgar el muerto a Junts si las elecciones se repiten finalmente. Están convencidos de que de esta forma recuperarán el electorado que les ha abandonado para votar al PSC. Esquerra se beneficia, cuando menos de momento, de la pregunta trampa que varias personas me han planteado estos días: “¿cederá Puigdemont?”. He respondido amablemente que la pregunta estaba formulada desde una perspectiva española, puesto que la pregunta correcta es otra, si se razona como un independentista: “¿qué cederá Pedro Sánchez para ser investido?”. En el ámbito nacional y no solo como una cuestión competencial. El catedrático de derecho constitucional Javier Pérez Royo, quien en 2015 defendía que “no hay que reformar la Constitución, hay que volarla” en La reforma constitucional inviable (Los libros de la Catarata), hace unos días ha señalado cómo proceder. “Si vamos a nuevas elecciones —ha declarado en una entrevista—, creo que hablamos de algo mucho más peligroso para la supervivencia de la Constitución y el sistema político del 78”. ¿No es esa una de las metas del independentismo?
a autodeterminación, el derecho a decidir, o el nombre que se desee poner a la cosa, es lo mínimo que debe exigir un independentista
El voluntarismo en la política es un error. La buena voluntad no puede prevalecer sobre el intelecto. Y el primer principio de realidad es asumir que Esquerra y Junts llevan tiempo sin coincidir prácticamente en nada. Algunos de los articulistas del entorno de Esquerra, especialmente los del sector negocios, ironizan sobre sí Junts sabrá explicar de una vez por todas qué significa la “confrontación inteligente”. Se refieren a cómo se aplica a la investidura de un presidente del gobierno español. Estos burlones obvian que Sánchez se alió con el PP para aplicar el 155, que ha perseguido a los activistas independentistas, sean 200 o 4.000 (Esquerra solo negoció el indulto de los 9 vips) y que se enorgullece de haber acabado con el independentismo. Hace poco se alió de nuevo con el PP para impedir que Xavier Trias (el más tenue de los independentistas de Junts) accediera a la alcaldía de Barcelona. La línea divisoria entre el PSOE y Junts no es ideológica, es nacional. Es una gran mentira plantearlo de otro modo, así como también lo es que el PNB se haya convertido, de golpe, simplemente porque Vox le impide aliarse con el PP, en un partido de izquierda. Existen razonamientos que ofenden. En consecuencia, considero sumamente conveniente que el punto de partida de Junts para ponerse a negociar sea la exigencia de la amnistía y la autodeterminación. Lo que no se comprendería es que solicitara el reconocimiento de la DUI, teniendo en cuenta que ellos mismos no supieron mantenerla el 27-O. Junts reclama la amnistía porque aquel día se perdió y el estado comenzó una persecución implacable del independentismo. Si no hubiese sido así, no sería necesario negociar la liberación de presos y encausados. La autodeterminación, el derecho a decidir, o el nombre que se desee poner a la cosa, es lo mínimo que debe exigir un independentista. Otra cuestión es cómo conseguirlo.
La política también se lleva a cabo mediante gestos. Por esta razón, si el PSOE desea negociar con Junts, ya sabe desde dónde salen los aviones hacia Waterloo. No estoy diciendo que el candidato a presidente Pedro Sánchez se plante allí, pero está claro que el interlocutor de Puigdemont no puede ser un mindundi. He leído que alguien sugería que ese interlocutor fuera José-Luis Rodríguez Zapatero. Sería una ironía de la historia que este hombre fuera el intermediario entre Sánchez y Puigdemont, porque con él, con su engaño de 2006 sobre el Estatuto, empezaron a volarse los puentes entre Cataluña y España. Los tiempos permiten corregir errores del pasado. Junts no debe tener prisa, en todo caso. Artur Mas recomienda ser exigente y flexible al mismo tiempo, no para descalificar a Junts, como difunden los fabricantes de fake-news, sino por simple experiencia política. El nivel de exigencia lo establece cada uno. La flexibilidad es el método para establecer una negociación eficiente. Artur Mas que, como muchos, habría querido una posición común del independentismo, sabe de qué está hablando cuando aconseja a los de Junts que se reserven para el final de la negociación, cuando la coalición del 2019 que hizo presidente a Sánchez haya vuelto a ponerse de acuerdo: “[Junts] —ha declarado literalmente Mas— debe tener la última palabra. Sin temor a repetir elecciones para ganar firmeza, pero sin temeridad para buscar ese escenario”. Palabras sabias. Lanzarse contra un muro no es una opción. ¿Si Junts lograra un compromiso por escrito para amnistiar a todos los encausados del Procés, estaríamos más cerca o más lejos de la victoria? ¿El traspaso integral de Cercanías a la Generalitat nos aproxima a la autodeterminación? Creo que no, especialmente si, como ha ocurrido hasta el momento, se ha traspasado la competencia sin la dotación presupuestaria adecuada. Los gobiernos españoles “nos roban” por sistema. Cuando la autonomía se torna un decorado va en contra del bienestar de las personas y de la independencia.
Junts solo se recuperará electoralmente si en esta negociación su palabra es creíble, no para satisfacer a la prensa, sino para los electores
Si alguien tiene prisa por cerrar un acuerdo, más que el PSOE y Junts, es Esquerra. La habilidad de Sánchez después de la derrota en las municipales le ha permitido salvaguardar los trastos. La idea de convocar elecciones fue buena. Dado que tiene una visión muy a corto plazo, Sánchez no hizo caso a quienes le recomendaban no pactar con el PP la alcaldía de Barcelona. De esta manera, perdió la oportunidad de terminar con Puigdemont, ya que el gobierno Trias-Maragall se lo habría servido en bandeja. Aquella coalición de Junts y Esquerra también era un intento de neutralizar al independentismo, aunque la elogiaba todo el mundo. El resultado electoral ha brindado a Carles Puigdemont una oportunidad de oro en poco tiempo, cuando todavía está fresco el pacto PSOE-Sumar-PP en Barcelona. Se dice que Puigdemont había calculado de otra manera una posible negociación con el PSOE, ya que le habían hecho creer que el TGUE sentenciaría a su favor, y no ha sido así. Pensaba que mantener la inmunidad le ayudaría a fortalecerse. No obstante, Junts no puede tener dos almas para enfrentar esta negociación con el PSOE. Los de Puigdemont han hecho muchos sacrificios y han perdido muchas cuotas de poder para caer ahora en la trampa de quienes solo aspiran a destruirles. Junts solo se recuperará electoralmente si en esta negociación su palabra es creíble, no para satisfacer a la prensa, sino para los electores.
Les deseo unas felices vacaciones y espero verlos de nuevo a la vuelta.