En 1936 un grupo de militantes del PNV compró en París un pequeño palacio, en la avenida Marceau, junto a los Campos Elíseos. Lo hicieron con la idea, muy previsora y acertada, de que la guerra civil española pudiera ir mal y el Gobierno vasco acabara exiliado. Efectivamente, al término de la guerra, el lehendakari José Antonio Aguirre instaló a su Gobierno en el exilio. Sin embargo, en 1940 la Gestapo irrumpió en el edificio y lo transfirió a la embajada española en la capital francesa, que ubicó en el palacete a la sede de la Falange en Francia primero y la sede de la Biblioteca Española después. Así permaneció hasta 1975, cuando tras la muerte del dictador Francisco Franco el PNV reclamó su devolución. Pese a que la ley española finalmente admitió el expolio del franquismo a los partidos políticos y otras asociaciones republicanas, esa devolución (y muchas otras) nunca se produjo. Hasta ahora. Como el PSOE necesita los votos del PNV como un náufrago, necesita un bote salvavidas, la Moncloa ha cedido finalmente y ha devuelto el edificio al partido jeltzale. El palacete tiene 1.300 metros cuadrados de superficie y su precio de mercado actual es de 17 millones de euros. Hoy es la sede del Instituto Cervantes, que de ahora en adelante pagará un alquiler al nuevo propietario. Se cumple así la Ley de Memoria Democrática y se repara una injusticia, aunque cabe recordar que han pasado ochenta y cinco años desde la incautación y cincuenta desde la muerte del dictador.
Franco quizás falleció físicamente hace cincuenta años, pero su espíritu está bien injertado en las estructuras esenciales del Estado
Todo esto está muy bien, y se confirma una vez más la legendaria fuerza negociadora y la larguísima memoria de elefante del PNV. Ahora bien, también sirve para evidenciar que España no ha pasado página del franquismo ni de sus consecuencias. Franco quizás falleció físicamente hace cincuenta años, pero su espíritu está bien injertado en las estructuras esenciales del Estado y no parece que esto tenga que cambiar. Y eso es así porque la devolución de un edificio incautado por el franquismo, por emblemático que sea, no constituye una reparación general de un expolio que fue planificado, masivo y sistemáticamente organizado. En Catalunya hay todavía hoy cientos y cientos de sedes de partidos políticos, asociaciones, ateneos, casals, casinos, empresas, diarios, editoriales, librerías y sindicatos que fueron expoliados por el franquismo y que nunca se han devuelto. Es posible que muchos fueran derribados y la reparación material sea imposible, pero tampoco se han concedido indemnizaciones. Sin contar, cómo no, los miles y miles de domicilios de republicanos que fueron asaltados y saqueados. ¿Alguien les devolverá lo robado? No.
Uno de los casos más conocidos es la sede del CADCI, en las Ramblas de Barcelona, convertido en un icono porque allí murieron Jaume Compte, Manuel González Alba y Amadeu Bartrina durante los Fets del Sis d’Octubre de 1934. El edificio fue incautado por los franquistas y, aunque debería haber sido devuelto a sus legítimos propietarios, actualmente es una sede de UGT después de serle cedido por el Ministerio de Trabajo. Todo en orden. Otro caso conocido lo encontramos en Lleida, donde la Joventut Republicana de Lleida tenía una sede en la avenida Blondel (comprada en 1916) y un campo de deportes (adquirido en 1919). Ambas propiedades fueron incautadas en 1939. Pese a que la justicia española admitió el expolio, el regreso nunca se ha llevado a cabo porque se consideró que ambas instalaciones no se habían destinado a actividades políticas. Esperpéntico.
ERC calcula que la dictadura se incautó de más de un millar de locales del partido y de entidades adheridas. Acció Catalana Republicana (ACR) también vio su patrimonio incautado, pero este partido desapareció y con él la memoria de lo robado. Al margen de los partidos políticos, la Federació d’Ateneus de Catalunya (FAC) ha documentado que el Estado español se incautó de 298 bienes inmuebles pertenecientes a 232 entidades de todo el país. Entidades como el Ateneu Polytechnicum, la Societat Naturista, el Ateneu Humanitat, el Centre Martinenc, el Ateneu Gracienc o el Grup Excursionista Terra Endins vieron sus locales saqueados e incautados, y todavía hoy esperan, ochenta y seis años después de las incautaciones y cuarenta y seis años después de las primeras elecciones democráticas, que el Estado les repare esta injusticia. ¿Lo hará? No, porque Franco ganó la Guerra y la transición no echó cuentas.