En la Sátira X de Juvenal, en el siglo II, se habla de los votos que se hacía a los dioses para pedir abundancia y poder. Ya entonces, se apuntaba que "desde hace tiempo (concretamente desde que no tenemos a quien vender el voto), este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin, todo, ahora deja hacer y solo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo".
Tiempo, mucho tiempo después, Juan Pablo Forner señalaba, en el siglo XVIII aquello de que “el vulgo ha de tener divertimento: es necio y neciamente se divierte. Diviértase en buena hora, es justo intento”.
En la época de Rómulo, cuenta la leyenda, que al no haber mujeres ni posibilidad de generar descendencia (situémonos en la fundación de Roma), las pidió a los pueblos vecinos, petición a la que aquellos se negaron. Se organizaron entonces unos juegos en honor a Conso, a los que Rómulo invitó a los Sabinos, para, mientras los entretenían, robarles a la Sabinas. En conmemoración a aquella supuesta proeza, cada 20 de agosto desfilaban ante un altar dedicado a Conso, caballos y mulos. Poco a poco le cogieron el gusto a hacerlo, cada vez más rápido, hasta que terminaron, literalmente, echando carreras.
Corrían casi siempre libertos o esclavos y la carrera de carros suscitó las pasiones del público de la época. Los aristócratas apoyaban a los aurigas del equipo azul y el pueblo, a los verdes.
Los emperadores pensaron (y no se equivocaron) que, teniendo a la población alimentada y entretenida, podían estar tranquilos y tomar sus decisiones sin que nadie les cuestionase
Eran las carreras de carros conducidos por aurigas el espectáculo popular donde las pasiones se desataban, y se dejaban entrever, pero nunca juntar, las distintas clases de la sociedad romana.
En las luchas de gladiadores, sin embargo, el asunto no se consideraba un juego, sino un regalo. Se ofrecía exclusivamente por particulares y resultaban un caramelo goloso para los políticos, que solían recurrir a ellos para hacer campaña. Los emperadores pronto se dieron cuenta de que esto les servía para amasar poder y comenzaron a gestionar su organización. Las pasiones más bajas y la afición más enfervorecida acudía para ver a los “morituri” (antes de pelear, los púgiles saludaban al emperador con quilo de “Ave Cesar, morituri te salutant”).
También se entretenía el pueblo romano con las Venantio (luchas con animales), las naumaquias (reproducciones de batallas navales en las que morían a cientos). Para quienes tanta sangre se les pudiera hacer incómoda, estaba el teatro.
De esta manera, los emperadores pensaron (y no se equivocaron) que, teniendo a la población alimentada y entretenida, podían estar tranquilos y tomar sus decisiones sin que nadie les cuestionase.
Es evidente que durante este verano, parece haberse recurrido a esta técnica “a máxima potencia”. Los medios de comunicación no han dejado de bombardearnos con datos escabrosos sobre un sórdido asesinato cometido por el hijo y nieto de dos conocidísimos actores españoles, para saltar después a una batalla campal “por un pico”. Como si no hubiera pasado nada más en este tórrido verano, como si más de 200 productos no hubieran subido su precio durante los últimos meses, llegando a costarnos el litro de aceite una auténtica barbaridad.
En el mes de julio la compra del supermercado nos ha costado casi un 11% más que el año pasado, y los precios han alcanzado cifras récord de la serie histórica. Son, como decía, el aceite y la fruta los que más nos duele pagar. El aceite se ha encarecido un 40% respecto al mismo mes de 2022. La fruta fresca ha pegado una subida del 12%.
Irse de vacaciones ha subido un 189% en comparación al año pasado.
También han subido el alcohol, el tabaco, el ocio y la cultura, los restaurantes y hoteles, los precios de reparación de vivienda, los servicios de telecomunicaciones, productos sanitarios, el alquiler, el vestido y el candado, el agua y la enseñanza.
Pero las botellas de aceite comienzan a precintarse con sistemas de seguridad antirrobo en los supermercados y muchas familias se han endeudado para pasar cuatro días en la playa y ahora no duermen pensando en el inicio del curso escolar
Debería ahorrarme la pregunta, pero por si acaso, no viene mal recordar que, por norma general, no ha habido un aumento de salarios. Así que estamos con el agua al cuello sin que parezca que se forme ningún escándalo. Pero las botellas de aceite comienzan a precintarse con sistemas de seguridad antirrobo en los supermercados y muchas familias se han endeudado para pasar cuatro días en la playa y ahora no duermen pensando en el inicio del curso escolar.
Pero lo que capta su atención, sus conversaciones, y por qué no, sus momentos de evasión, son un descuartizamiento y un pico en una celebración deportiva. Supongo que el asunto en cuestión que ocupa nuestras tertulias nos afecta de manera inversamente proporcional a los problemas que sí nos quitan el sueño y de los que no se habla en absoluto.
Tenemos un gobierno en ciernes, donde lo que se decida sí tendrá implicaciones reales e importantes para nuestro sistema y estructura sociopolítica, pero el debate se sustenta en “no te hables con los malos”. Ese es el nivel.
Y aquí malos son todos, pues depende de a quién le preguntes para que te señale a unos u otros.
Y entre el pan y el circo, se me cuela la última canción de Malú. La que le dedica a Albert Rivera, “Ausente”. Una bofetada tras otra que describe muy bien lo que sucede entre nuestros emperadores y los problemas.