No sé si os habéis fijado, pero cada vez tenemos las pantallas más grandes y los cerebros más pequeños. Me gustaría deciros que estoy bromeando, pero, desgraciadamente, no es así. Estamos llegando a un nivel de estupidez tan elevado que, incluso, el reino animal está preocupado, temen que, nosotros, los humanos —con nuestras tonterías— rompamos, definitivamente, la cadena trófica; y no están de humor para pasar hambre. Es muy fácil comprobar que no os estoy mintiendo, solo tenéis que observar vuestro entorno y hacer un poco de introspección. La gente vive por inercia y se deja llevar por las tradiciones y por lo que hacen los demás, sin cuestionarse nada. Si alguien va a la playa a bañarse en pleno invierno, todos a la playa a bañarnos. Da igual que haya una cola de treinta kilómetros o que estemos a diez grados bajo cero; si los demás van, por mis cojones que yo también iré y seré el primero en bañarme. Si es temporada de comer escudella i carn d’olla, pues todos a comer escudella i carn d’olla; da igual si estamos a treinta grados. Si podemos empezar a celebrar la Navidad en octubre, ¿por qué empezar a poner las guirnaldas en diciembre? Lo realmente relevante no es preguntarse por qué hago las cosas que hago y tener una personalidad bien definida, sino no desentonar con el resto de la humanidad.
Intentad tener una conversación con alguien, si sois valientes. Ya no digo una conversación interesante, digo una simple conversación. Inicialmente, os parecerá que la otra parte tiene un cierto interés en intercambiar pensamientos, pero pronto os daréis cuenta de que la conversación va en una sola dirección: o bien tú hablas y el otro no te escucha o habla, pero no espera respuesta porque lo único que quiere es descargar toda la mierda que tiene dentro encima de ti. También existe la opción de que, mientras tú hablas, esté hablando con alguna otra persona a través del móvil o que se haya ido a un mundo de fantasía en el que tú no estás invitado. Tenéis que saber que cuando os encontráis a alguien por la calle y os pregunta cómo estáis, en el 99% de los casos, no quiere saberlo; simplemente utiliza una plantilla de cortesía para quedar bien. Tanto os podrían preguntar cómo estáis como deciros: parece que va a llover o me pica el culo. Son palabras vacías, de contenido y de intención.
No sé vosotros, pero yo no quiero vivir en un mundo en el que la inteligencia no hace acto de presencia y en el que las personas no se hacen preguntas y se pasan el día haciéndose 'skincares' y grabando los 'getreadywithme'
Adentrémonos, ahora, en el mundo de la expresión oral y escrita. Yo, os lo digo de verdad, tengo serios problemas para entender escritos y audios de muchas personas: estructuran las frases sin ningún tipo de lógica y utilizan palabras que no saben qué quieren decir en contextos lingüísticos equivocados solo porque las han oído en algún sitio y les han hecho gracia. El resultado es que no entiendo nada de lo que intentan decirme o que lo malinterpreto. Si no conocéis bien el significado de una palabra y en qué contextos se emplea, por favor, no la utilicéis, utilizad una más sencilla que, al menos, os sea familiar. Hay personas que quieren parecer más cultas de lo que, en realidad, son y deciden o bien ir al diccionario y coger la primera palabra que encuentran o bien coger alguna que han visto u oído en algún sitio y meterla en su idiolecto. ¡No! ¡Basta! Es insoportable oír a alguien hablando con palabras que no controla y poniendo adverbios o conjunciones —o lo que sea que considera atractivo para su frase— donde no tocan porque les parece un lenguaje de mayor categoría. El origen del problema radica en que la gente ya no se esfuerza: cogen el móvil y van mirando imágenes y más imágenes y más imágenes; reciben y no dan nada, no hacen ningún esfuerzo mental, simplemente, tragan información superficial sin ningún tipo de profundidad cognitiva ni intelectual. Cada vez están más vacíos y son menos letraheridos y tienen menos luces. El cerebro les ha quedado parado a la edad de cinco años, pero sin la maravillosa imaginación que tienen los niños. Intentas profundizar en alguna conversación para encontrar un poco de sentido a esta vida y te encuentras que o te dejan de escuchar o te dicen que tienen prisa o te cambian de tema y te dicen que han bajado el precio del papel higiénico y que están muy contentos.
No sé vosotros, pero yo no quiero vivir en un mundo en el que la inteligencia no hace acto de presencia y en el que las personas no se hacen preguntas y se pasan el día haciéndose skincares y grabando los getreadywithme. ¿Dónde han ido a parar aquellas personas a las que admirabas por su elocuencia, por la sabiduría de sus palabras, por el sabor de conocimiento que te dejaban y por las ansias de saber que te transmitían? Cabe decir que estas personas solían ser personas mayores que, con los años, habían acumulado conocimientos y experiencias que transmitían a las siguientes generaciones para que no cometieran los mismos errores. En la sociedad actual, se premia la estupidez y la belleza superficial y se arrincona a las personas mayores en residencias (donde se los empastilla para que dejen de pensar) como si fueran trastos. ¿Seguro que queremos una sociedad de apariencias en vez de una sociedad que piensa? Dejo la pregunta abierta para que pensemos en ello entre todos.