Hace meses que pienso que el próximo papa puede ser aquel italiano de 49 años que ahora es cardenal en Mongolia, pero sé que decirlo parece otra excentricidad periférica de las mías. También es cierto que cuando una supera la cincuentena, se puede permitir los despropósitos que quiera. Además, el papa está conmigo, y ahora, a pesar de estar recién operado y convaleciente, ha comunicado que se va a Mongolia. No me negaréis que su decisión no deja de ser desconcertante. Las provocaciones del papa Francisco no se detienen y cada vez son más estrambóticas. Ahora ha decidido ir a este lejano territorio a reconfortar a la comunidad católica, que en número es como si fuera a Girona a visitar una parroquia pequeña. Las grandes metrópolis del mundo van viendo como el papa "pasa olímpicamente" de rendir homenaje a aquellos que, que hasta ahora, se consideraban lugares emblemáticos del poder católico. Con Francisco, se ha acabado. Es como si el presidente del Estado español prefiriera ir a Melilla en detrimento de Valencia o Barcelona. Lugares potentes, como no, pero no lo que en su mundo político son los centros de poder.
Al papa le gusta este cardenal Marengo, porque lo ve totalmente ajeno a las dinámicas de poder de las diócesis convencionales, y más todavía de la curia vaticana
El papa Francisco irá a Mongolia entre el 31 de agosto y el 4 de septiembre, aceptando así la invitación del presidente y también de las autoridades eclesiásticas del país, donde se encuentra uno de mis papables preferidos, el joven cardenal Marengo, misionero italiano nacido en 1974, que pertenece a la misión de la Consolata, que a los 29 años se fue a Mongolia y empezó desde cero a predicar el cristianismo. No había católicos. En el 2022, el número de creyentes mongoles pertenecientes a la comunidad católica era de 1.470. Al papa le gusta este cardenal Marengo, porque lo ve totalmente ajeno a las dinámicas de poder de las diócesis convencionales, y más todavía de la curia vaticana. Con este viaje, el papa coge un marcador fluorescente para indicar qué le interesa. Quien no lo quiera ver, que mire hacia otro lado. La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con este país, encapsulado entre dos países imperiales (Rusia y China) desde 1992, y es un país de mayoría budista y uno de los países del mundo con menos católicos. Probablemente, será la primera vez que en un viaje, el papa podrá saludar uno por uno a cada miembro de la comunidad. ¿Por qué lo hace? Para decir al mundo que incluso los más alejados, los que en teoría no pintan nada, los que están más alejados de las dinámicas de poder, cuentan. Un líder a contracorriente. Populista, dicen. Si quisiera palmeros, iría a Filipinas, donde el número de católicos es el más alto en un país. El papa legitima al joven cardenal italiano Marengo y a todos los miembros de una minicomunidad. No ha pasado nunca en la historia, pero el camino para un futuro papa que venga de Mongolia, hoy, está mucho más cerca.