Quien se engaña es porque quiere. Tanto echarle las culpas al diputado Salellas (Benet) por aquello tan desagradable de la "papelera de la historia", donde la CUP envió a Artur Mas ahora hace justo un año, tanto decirle de todo aparte de guapa a la diputada Gabriel (Anna) y el comité invisible, y ahora resulta que, como demuestra YouTube, que nunca engaña, en realidad fue Fernàndez (David), tótem y cara amable por antonomasia de la CUP, quien señaló el camino dos veranos atrás.
Efectivamente, era en julio del 2014, después de la confesión de Jordi Pujol, y era Fernàndez quien, ante la pregunta recurrente de aquellos días –en qué medida afectará el procés a eso de la deixa de Pujol?, la pregunta que hacía salivar a todo el unionismo en pleno y ponía los pelos como escarpias al soberanismo– respondía: "Este es un proceso profundamente democrático que tirará a la papelera de la historia unas cuantas dinámicas y horrores del poder".
El escándalo de la falsa herencia de los Pujol escondida al fisco durante tres décadas (buscad por ahí, los hermeneutas del procesismo el fin de Convergència y dejad en paz a Trias y compañía) se hizo público después de que el diario El Mundo publicara un chivatazo posiblemente ligado –según se ha sabido después– a presiones del Gobierno español contra el procés y la denominada Operación Catalunya.
Efectivamente, el procés envió a Jordi Pujol a la papelera de la historia, pero fue porque había procés –y, por supuesto, causa, es decir, falta, y grave, muy grave, cometida por Pujol y su familia–. No fue una comisión de investigación del Parlament como la que efectivamente se constituyó después y que David Fernàndez presidió la que descubrió el asunto. No jodamos, con perdón. Y fue el mismo diario de Madrid, El Mundo, fue también el que asedió a Mas en las elecciones del 2012 con acusaciones de corrupción no probadas que hoy sabemos que formaban parte de la misma estrategia de combate contra el proceso independentista. Lo sabemos por las conversaciones entre el entonces ministro Jorge Fernández y el director de la Oficina Antifrau de Catalunya, Daniel de Alfonso.
La CUP envió a Artur Mas hace un año a la papelera de la historia porque lo habían condenado sin pruebas en las portadas de El Mundo, y no tanto porque el procés lo pidiera. A menos que consideremos que todo vale por el bien o por el mal del procés, como lo entendían los "patriotas" Fernández (el ministro) y De Alfonso, lo que dibuja un cuadro más bien espantoso. Que el pressing de la CUP, el ariete que forzó el famoso pas al costat de Mas, consiguiera lo que no pudieron las oscuras maniobras diseñadas por la cúpula del Ministerio del Interior contra él y otros líderes del independentismo, entre los cuales Oriol Junqueras, es un detalle para las notas a pie de página de la historia fea del procés. Y que se trate del mismo Mas que se sentará en el banquillo de los acusados dentro de unas semanas, junto con Joana Ortega y Irene Rigau –después le tocará el turno a Francesc Homs–, por haber permitido que se celebrara la consulta del 9-N, debe ser otro accidente de recorrido que en ningún caso tiene que distraer del objetivo que Convergència o sus líderes, incluidos los del nuevo Pedecat, o comoquiera que se llame el invento sucesor, no salgan del fondo de la papelera de la CUP.
Que la CUP consiguiera hace un año con Mas lo que no consiguieron las maniobras de Interior, echarlo, es un detalle para la historia 'fea' del 'procés'
Está esta parte desagradable del procés que el Gobierno de JxSí va trampeando como puede, con una CUP que ahora tumba lo que tenían que ser los primeros presupuestos de la posautonomía y la preindependencia, después permite tramitar los siguientes bajo la amenaza de una convocatoria electoral que podría enviarla a ella también a la papelera de la historia y, ahora que se acerca de nuevo la hora de la verdad –la aprobación–, vuelve a amenazar con dejarlos en el limbo, eso sí, sin que haya que convocar elecciones, ha precisado Gabriel. Maniobra que, al fin y al cabo, se sustenta en un argumento de peso: si tenemos que hacer la independencia dentro de cuatro días, ¿qué sentido tiene aprobar otros presupuestos con la plantilla de Montoro? Y, sobre todo, ¿qué sentido tiene que una fuerza como la CUP, anticapitalista y antiburguesa, los apruebe?. En pleno centenario de la Revolución de Octubre, Lenin se removería en su mausoleo.
El aniversario del ingreso de Mas en la papelera de la historia es también el de la investidura de Carles Puigdemont y la formación del Gobierno de JxSí, el Govern del referéndum. Consta la determinación del president Puigdemont y del vicepresidente Junqueras de tirar adelante el referéndum y las leyes de desconexión. Este es el reto de la legislatura, el mandato recibido de la mayoría del Parlament y de los electores (incluidos una gran parte de los contrarios a la independencia, según todas las encuestas). Pero llevarlo a cabo no depende solo de Puigdemont y de Junqueras: también depende de la CUP, y, por supuesto, de la actitud del Gobierno y los poderes del Estado, que, como ya pasó el 9-N, tendrán que decidir si permiten poner las urnas o envían a la policía (¿los Mossos?) a impedirlo. Es por eso que este Govern y las fuerzas políticas que lo componen también tendrán que empezar a mirar más allá del referéndum, les guste o no lo que vean. Y sí, de eso, del mirar más allá pase lo que pase, también forma parte la cuestión de la candidatura en las próximas elecciones del PDeCAT, a la que Puigdemont ha dicho que no. Pero también de ERC, sobre la que Junqueras todavía no se ha pronunciado. Cuidado, porque la papelera de la historia ya está demasiado llena.