Esta semana el parlamento esloveno ha aprobado un proyecto de ley de amnistía. Su objetivo es eliminar los antecedentes penales y devolver las multas pagadas a quienes fueron sancionados durante la pandemia por incumplir los mandatos del gobierno. Unos mandatos que fueron declarados inconstitucionales. ¿Les suena?

En España, hace ahora un año, el Gobierno creó un equipo de trabajo que anunció el inicio de sus labores para devolver todas las sanciones económicas que se impusieron a los ciudadanos durante el Estado de Alarma (que también fue declarado inconstitucional).

En Castilla y León, por poner un ejemplo, se anunció en su Boletín Oficial del día 22 de abril de 2022 la "devolución de las multas impuestas por saltarse el toque de queda durante el segundo Estado de Alarma decretado por el gobierno por el Covid-19" . En su publicación oficial, se señala que "dichas sanciones fueron impuestas, según lo dipuesto por el Gobierno en el Real Decreto 926/2020 de 25 de octubre, que declaraba el Estado de Alarma para contener la propagación de infecciones causadas por el SARS-Cov-2 y que finalmente fue declarado parcialmente inconstitucional por Sentencia del Tribunal Constitucional nº 183/2021 de 27 de octubre de 2021". 

La Generalitat de Cataluña hizo lo propio, y también anunció la devolución de las sanciones abonadas en el Departamento de Salud por los conceptos siguientes: "incumplimiento del toque de queda y/o del confinamiento perimetral, reuniones y límites en actos religiosos". Señala la Generalitat de Catalunya en su comunicado oficial, que "en el caso de sanciones abonadas a ayuntamientos y al Consejo General de Arán, es preciso que se dirija a esos entes para solicitar la devolución". 

El Ayuntamiento de Madrid también anunció su devolución de 1,7 millones de euros recaudados por las multas impuestas durante el primer Estado de Alarma, al declararse "indebidos" los ingresos obtenidos.

En Zaragoza, fueron más de 400.000 euros los que se cobraron indebidamente y también se anunció su devolución

Sirvan estas muestras para que el lector analice y valore sobre lo vivido. Porque ha sido mucho y muy duro como para asimilarlo de golpe, pero no por ello conviene pasar página, so pena de volver a tragar con todo lo que nos echen como la vez anterior. Por desgracia, la gran mayoría de la población todavía no ha comprendido de qué manera hemos sido manipulados, sometidos y desprovistos de nuestros derechos sin oponer, prácticamente, resistencia. 

La gran mayoría de la población todavía no ha comprendido de qué manera hemos sido manipulados, sometidos y desprovistos de nuestros derechos sin oponer resistencia. 

Un recordatorio: los derechos fundamentales se han de defender contra viento y marea, contra virus, contra guerras, contra ataques alienígenas o contra cualquier historia que se nos cuente, por muy terrorífica que sea, por mucho miedo que nos dé, y por toda la pereza que genere hacerlos valer. Porque de lo contrario, no servirán para nada.  

El Estado debería ser garante y procurar que nuestros derechos fundamentales estén protegidos. De eso se trata, precisamente, cuando nuestros funcionarios y representantes públicos juran, prometen, el cumplimiento de la Constitución. A la vista está que todos, absolutamente todos, sucumbieron a los dictados del miedo, la presión, la desinformación y el poder global de las grandes industrias, así como de otras fuerzas de control, que impusieron su relato. 

Pequeñas voces hemos ido encendiendo minúsculas bengalas, para advertir de lo que estaba pasando. No piense que éramos más listos, ni que vivimos sin miedo. No se crea usted que el dichoso virus no nos aterrorizó en un primer momento, cuando de pronto podíamos ser los culpables de matar a nuestros padres, abuelos, o hijos. Todos, de alguna manera, hemos sentido pánico y hemos sufrido. Pero precisamente en esos momentos es cuando hay que activar una alarma en nuestra capacidad de análisis, y hacernos preguntas. Encontrar respuestas no es sencillo y, por ello, hay que fijarse en las señales de alarma. 

Personalmente, me pareció llamativo comprobar el nivel de censura al que se nos sometió a quienes señalábamos incógnitas de la ecuación que no encajaban. Se nos insultó, se nos ridiculizó, se nos canceló en programas de televisión, medios de prensa escrita, radio. En las redes sociales se nos ha atacado de una manera brutal, se han eliminado contenidos de nuestro trabajo (entrevistas a médicos, jueces, filósofos). Y esto no me cansaré de denunciarlo públicamente para que, por lo menos, quede constancia cuando empecemos otra vez.

Los confinamientos, las mascarillas, las vacunas, no fueron medidas basadas en evidencias científicas. Causaron un daño enorme a la población, y no facilitaron en absoluto la vida del común de los mortales. Los protocolos aplicados en las residencias de mayores fueron de película de terror y llevaron a la muerte a nuestros mayores en situaciones de absoluto abandono, crueldad y desamparo en no pocas ocasiones. Como sociedad no podemos pasar página ni permanecer en silencio ante semejante barbarie. 

Hemos encerrado a nuestros hijos, sin permitirles jugar en el parque. Sin permitirles salir a pasear, tomar el sol, respirar aire libre. Eso no hay científico del ámbito de la salud —que no tenga conflicto de intereses— que pueda justificarlo bajo ningún concepto. Y se hizo. Y cuando, de la noche a la mañana, dejó de criminalizarse a los niños, como vector de contagio y posibles causantes de la muerte de sus abuelos, había que llevarlos al colegio. Con mascarillas, que impidieron su comunicación, su desarrollo neurológico, su necesidad de ventilar sus cuerpos. Algunos padres y madres que no quisieron exponer a sus hijos en ese momento, recibieron amenazas que ponían en peligro incluso la custodia sobre sus pequeños. Recuérdenlo porque esto fue cierto. Y las amenazas con el envío de los servicios sociales a los domicilios en los que quisieron ser prudentes fueron una realidad. 

Cancelaron las voces de expertos en el ámbito científico, como el profesor Jay Bhattacharya, entre muchísimos otros a lo largo de todo el mundo. Les censuraron, borraron sus comentarios de las redes sociales, y los "verificadores" de noticias se dedicaron a señalar como "bulo" o "fake news" las advertencias importantísimas que nos estaban regalando. Afortunadamente, Bhattacharya y otros tantos apelaron a la Justicia y ésta, ahora, acaba de darles la razón, sacando a la luz y reconociendo que en Estados Unidos, la Administración de Biden presionó y ordenó a las empresas de redes sociales (como Facebook, Youtube, Google o Twitter) para que eliminasen toda versión o advertencia que no fuera en línea con la versión oficial que el Gobierno quería imponer. Se ha reconocido en sede judicial que ha existido censura, manipulación deliberada de la información que la población ha recibido. Una información que, dicho sea de paso, con el transcurso del tiempo ha resultado ser vital para muchas personas que, de haber sabido de estas advertencias hechas por expertos, quizás podrían haber tomado decisiones mucho más acertadas. 

Pasado el tiempo se ha demostrado la ineficacia de las medidas tomadas, y lo que es peor, su tremendo daño a la salud (física y mental) de millones de personas. Por no hablar de los daños en la economía (en la familiar, en la que a usted y a mi nos importa). Esto ahora mismo es indiscutible. Y no, no está científicamente demostrado que las llamadas vacunas hayan salvado vidas, ni hayan evitado casos graves de la enfermedad. Esto es ya una realidad y solamente alguien con intereses que debería explicar podría sostenerlo. 

Los casos de muertes han seguido aumentando y las investigaciones sobre muertes repentinas, miocarditis, y cánceres antes nunca vistos siguen siendo obstaculizadas, censuradas y perseguidas. 

Se dijo que eran seguras y eficaces. Fue mentira. Ni una cosa ni la otra. Y para justificarlo, un bombardeo continuo de desinformación (sí, desinformación proveniente de políticos, gobiernos y entidades oficiales) que por alguna razón protegieron más a las industrias farmacéuticas que a la población general. 

No se ha querido que saliera a la luz el origen del dichoso virus, porque esto podría suponer la caída completa de todo un sistema de mentiras sostenidas con el pegamento del miedo y de la financiación interesada

No se ha querido que saliera a la luz el origen del dichoso virus, porque esto podría suponer la caída completa de todo un sistema de mentiras sostenidas con el pegamento del miedo y de la financiación interesada. Y hay pruebas suficientes para exigir explicaciones a la administración norteamericana y a la china para que expliquen al mundo qué están haciendo exactamente en sus biolaboratorios esparcidos por el mundo.  Con financiación de programas de departamentos de Defensa. Con experimentos que apuntan más a armas biológicas que a la defensa ante supuestos virus que saltan de animales a personas. 

Se ha demostrado ya la presión ejercida sobre los expertos que quisieron plantear la "teoría de la fuga de laboratorio" como una hipótesis más que posible. Y poco a poco, se ha ido apuntando hacia este hecho, cuando ya nadie escucha. 

Ni extrema derecha, ni locos, ni irresponsables, ni asesinos, ni "magufos", ni "terraplanistas", ni "bebelejías", ni adoradores de no sé qué historia. Quienes hemos observado con visión crítica lo que ha venido sucediendo, quienes hemos levantado la voz, nos hemos arriesgado a sufrir descrédito, desprestigio, pérdida de trabajo y rechazo de una mayoría hipnotizada. Las razones que nos han movido a hacerlo, y a continuar a pesar de todo, se resumen en nuestra obligación moral de compartir una posible verdad, sin arrogarnosla completa, para tratar de que los daños sean lo menores posibles. 

La amnistía que ha declarado esta semana Eslovenia es un parche. Como la inconstitucionalidad declarada en España y las devoluciones de las sanciones en los distintos territorios del Estado. Son parches. Devolverte una multa alegra, qué duda cabe, pero no es suficiente. Hasta que no entendamos la enorme magnitud de la manipulación, sometimiento y destrozo que hemos sufrido (y que seguiremos sufriendo si no espabilamos), requiere no sólo de medidas-parche, sino de depuración de responsabilidades. 

Y eso solamente podremos hacerlo si somos conscientes de la importancia que tiene defender nuestros derechos. Y si decidimos de una vez por todas, que cuando la soberanía reside en el pueblo, éste y sólo este, puede y debe hacerla valer. 

¿O de verdad pensáis que es inteligente poner nuestra salud, nuestra libertad en manos de los que dicen que nos representan? Es duro reconocerlo, pero la responsabilidad es tuya.