La ERC de hoy es como un cerdo: se aprovecha todo de él. Pero para entenderlo todo hay que ir por partes, y la primera parte tiene que ser la más fresca y divertida para que logre enganchar al lector: Tolo Moya. Este martes, RAC1 adelantó el contenido del informe interno de los republicanos por el caso de los carteles de los Maragall y, para sorpresa de absolutamente nadie, todo el asunto es una vulgar cargada del muerto a quien fue el director de comunicación, el hombre que todos los días se encarga de ejercitarnos la compasión, el chivo expiatorio illenc: Tolo Moya. Básicamente —y de una manera torpe y poco piadosa—, el informe vendría a decir que este hombre es un desgraciadillo sin muchas aptitudes y que, además, actuaba sin recibir órdenes de nadie. De hecho, el partido habría puesto una infracción leve a Sergi Sabrià y Marc Colomer por haber "confiado responsabilidades a una persona que no tenía las aptitudes suficientes para desarrollar su cargo". Hay maldad, aquí, desengañémonos. Maldad e imprudencia porque, en cualquier caso, si este pobre hombre era prácticamente un impedido, ¿por qué actuaba con independencia de la dirección? Con o sin víctima expiatoria, los altos cargos del partido quedan en una posición nefasta. Si es verdad, son tan incompetentes a la hora de escoger al personal como dicen que lo es Tolo Moya y, por lo tanto, también son responsables. Si es mentira, si efectivamente dieron órdenes a este hombre, aparte de ser responsables, también son gente un poco cruel —lo que, desengañémonos otra vez, tampoco sorprendería a nadie—.

Lo del director de comunicación es un poco la oreja del cerdo: da vidilla, da sabor al caldo, pero hay que ser muy porcino —hay que estar muy de humor y lo bastante politizado— como para comérsela. Habiendo abierto boca, pues, ahora toca la chicha, las ganas de relamer, de sorber, de ensuciarse: los pies. Marta Rovira cree que Junqueras es un cobarde. Ya lo dijo la semana pasada Xavier Vendrell cuando explicó que Oriol Junqueras se había ido a Montserrat la noche de la declaración de independencia. Parece una especie de guion de Platos sucios político, pero no lo es. Ahora Rovira añade que "Junqueras nos acusa de tapar el 1-O durante las elecciones de 2017, pero algunos se olvidaron esa misma noche, cuando había que tirar del carro y tomar decisiones". O un cobarde, o un traidor, si es que no viene a ser lo mismo. Es fuerte, sobre todo porque, después de eso, Junqueras se convirtió en el núcleo de poder —desde la cárcel— del partido, tal y como también ha explicado Marta Rovira. Todo con la connivencia del resto de peces gordos del partido, debemos asumir. Cada vez los lanzamientos de mierda de unos a otros tienen menos sentido, precisamente porque, por acción o por omisión, estaban todos en el ajo. Un último apunte: Marta Rovira ha tenido la desvergüenza de insinuar que lo que necesita el independentismo es una renovación de cargos. "Llevamos siete años así y me pregunto, muchos días: ¿de verdad hay alguien que crea que quienes tuvimos responsabilidades en ese momento seremos capaces de arreglarlo?" No seréis capaces, reina mía. Y algunos llevamos siete años diciéndolo.

El único conflicto real que tienen los que hoy protagonizan la escaramuza es con la verdad

En medio de todo esto, Oriol Junqueras hace de hombre tranquilo y pausado para restituir la confianza y la seriedad que ser el centro de todas las acusaciones le puede quitar: un lomo a la plancha de esos de lunes, sin guarnición, para simular que todo forma parte de la rutina. En una entrevista concedida en esta casa, Junqueras ha recurrido a la cantinela y al discurso democratizador de siempre para protegerse de los señalamientos que le apuntan por la cadena de malos resultados de ERC: "No he dado el paso al costado porque estoy convencido de que el futuro de cualquier sociedad, colectivo, partido político o país debe decidirlo la gente. En el caso de un país, debe decidirlo el conjunto de la ciudadanía y en el de un partido político, el conjunto de la militancia. Nuestro objetivo es devolver al partido a sus militantes". Cuando habla Junqueras, sobre todo cuando se quiere hacer perdonar, cuesta mucho saber si ERC es un partido político, una ONG, un instituto para la paz o un chiringuito chupa-subvenciones para los estudios democráticos de no-sé-qué. Evidentemente, Junqueras todavía hace ver que de la estructura B de su partido no sabía nada. No es una estrategia muy exitosa, esto, sobre todo cuando el resto de agentes de partido ha decidido que la mejor forma de tener la pelea es levantando la alfombra, incluso si la polvareda les afecta. La única defensa posible para Oriol Junqueras es hacer ver que la corrección política y la rectitud moral que pretendió blandir durante el procés siguen intactas y, por lo tanto, son verdaderas y honestas. Con Tolo Moya, Marta Rovira e incluso Ernest Maragall soplándole en el cogote, el afán insaciable de poder y los resentimientos venenosos que siempre han caracterizado al de Sant Vicenç dels Horts lo dejan en evidencia. Tiene que aguantar el personaje para que los que apuestan por mantener el statu quo del partido lo puedan validar, pero cada vez es y será más difícil. Pero si no lo ve claro, siempre puede subir a Montserrat.

EN ERC hay una carnicería. El cerdo está abierto en canal y cada uno coge lo que le apetece. El único conflicto real, no obstante, es el que tienen con la verdad los que hoy protagonizan la escaramuza. Estas semanas nos hemos enterado de lo enrevesado de los aprietos de partido, porque los propios integrantes del partido las han utilizado como armas arrojadizas los unos contra los otros. Es una pugna de poder bastante clásica, en este sentido. El problema es que todo va más allá del partido y que quien sale a explicar según qué lo hace con el ánimo último de redimirse políticamente de cara al país. Sobre todo en el caso de Rovira, contar ahora la verdad no tiene ninguna otra lectura que la del interés personal y, por lo tanto, no redime porque no tiene ninguna consecuencia palpable a gran escala. No como la habría tenido entonces, al menos, cuando hicieron una declaración de independencia sin más perspectiva que hacerla y acto seguido traspasaron el foco de la independencia al discurso antirrepresivo para taparse las vergüenzas. La carnicería de ERC es la enésima muestra de que presupusimos un orden de prioridades a los partidos independentistas que nunca fue real. Es bueno que el país sepa según qué, de todas formas. Es bueno que se entienda la magnitud del fraude, si es que queda algún despistado por convencer de que con esta gente no iremos a ningún sitio. Porque fue un fraude, sí. Y estaban todos, también los que hoy hacen leña del árbol caído de los republicanos y le enchufan todos los fracasos del movimiento independentista. ERC no es una excepción, es un síntoma. Todo el mundo le da el mordisco porque a veces el fuet apetece cortarlo con los dientes, pero hacerlo solo es la manera que muchos encuentran de protegerse. Del cerdo se aprovecha todo, dicen. En este caso, la pregunta es para hacer qué.