En la reconfiguración estratégica del independentismo los dos grandes actores políticos, Esquerra y Junts, o Junts y Esquerra —que nadie se enfade, orden al gusto del consumidor—, han optado por dos vías distintas: ser un partido versus ser un movimiento. Con la voluntad de alcanzar la hegemonía —uno de los tópicos a revisar— todos quisieran parecerse a lo que algún día fue Convergència. ERC siendo un partido, Junts siendo un movimiento. Pero por los presupuestos, quien más se le ha parecido es el PSC. Los ganadores de este acuerdo son Illa, que se ha asegurado un gran resultado en las próximas elecciones al Parlament, y Aragonès, que se ha asegurado más tiempo en la presidencia de la Generalitat. Más de lo que muchos —externos e internos— querrían. Pierde ERC, al menos en el largo plazo, que ha asumido una importante incoherencia ideológica en aspectos importantes para sus votantes. Y pierde el independentismo como bloque electoral. La barrera con el PSC-155 ha saltado por los aires definitivamente.
Mientras ERC ha hecho de partido y ha asumido grandes contradicciones, Junts como movimiento ha obtenido un éxito en el exilio y ha mantenido la coherencia
ERC se ha afianzado como partido. De tamaño mediano, eso sí: 33 diputados. Presidencia, interlocución en el Congreso, diputaciones, algunas alcaldías importantes y un apoyo del 97% de sus bases a la estrategia de tener poder. Sí al cuarto cinturón, sí a la ampliación del aeropuerto de El Prat, sí a Hard Rock y nadie ha salido a cuestionarlo. Al menos públicamente, cierre de filas total. Algunos consellers tendrán que ejecutar lo que han rechazado toda su vida política. El ejercicio del poder, en democracia, comporta tener que asumir contradicciones. En este caso han sido de orden sectorial, territorial y nacional. Cuando gobiernas con 60 diputados estas contradicciones parecen mas digeribles que con 33. Aunque también se acaban pagando. Convergència pagó el pacto del Majestic con el PP. Que lo pagara no significa que no aportara grandes beneficios para Catalunya. De hecho, la historia ha ido demostrando que fue un gran acuerdo para el país, pero lo pagó. Si es así, ¿por qué lo ha hecho ERC? Para ganar tiempo. La esperanza que se tiene cuando en el mar te sorprende una gran tormenta es resistir suficientemente bien el temporal para continuar con el timón entre las manos para, cuando el viento cambie, poder seguir tripulando la nave.
En el caso de Junts, la salida del gobierno confirmó, por la vía de los hechos, que su estrategia es optar a ser un movimiento. Mucha atención a quien considere que esto debe ser negativo de entrada, porque no lo es. Convergència viene de aquí. En sus mejores momentos, CDC supo combinar ser un movimiento nacional con la acción política en la Generalitat. Y como movimiento supo incorporar elementos que valoraban la acción política por encima de todo. Obtuvieron grandes apoyos electorales. Esta semana, mientras en Catalunya algunos partidos se discutían por los presupuestos, el exilio obtenía un valioso resultado a nivel internacional ante el juez Llarena. Muchos querrán menospreciarlo, pero ha sido un resultado muy notable. Lo ha capitalizado Junts en exclusiva, el president Puigdemont en particular. Por eso muchos han querido menospreciarlo. Que si un empate, que si todo ha quedado igual, que si no sirve para resolver nada claramente, etcétera. Pero en el escenario donde se jugaba, el resultado de los procesos previos, la potencia del rival, la infinidad de recursos del adversario y el eco internacional que ha tenido, incluso aceptando que lo obtenido puedan ser unas tablas, es un éxito notable. Mientras ERC ha hecho de partido y ha asumido grandes contradicciones, Junts como movimiento ha obtenido un éxito en el exilio y ha mantenido la coherencia. No le hacía falta el intento de última hora de asomarse a una negociación de presupuestos que ya estaba cerrada.
Se abre un nuevo escenario político en Catalunya. ERC ha blanqueado, de arriba abajo, al PSC de Illa. El peor escenario para los republicanos de cara a las municipales de este mayo. Se ha salvado la presidencia, que no es poco. Ahora falta ver el coste real de la factura.