No está todo perdido con los presupuestos, pero casi. En el juego de los tiempos verbales, se perdió el matiz, y dónde se dijo “No habrá este año” se quería expresar que sin acuerdo no se presentarán, dice ahora el Gobierno. La ventana de oportunidad es estrecha, apenas una rendija. Desde ahí, si deciden no presentarlos, aseguran que se anunciará. El Gobierno no confirma explícitamente su renuncia a las cuentas de 2025, pero de Hacienda a la Moncloa reconocen tres dificultades. La primera, el mero arranque de unas negociaciones con Junts y ERC, claves para presentar las cuentas con cierta viabilidad. Por otro lado, está la complicación de acabar la legislatura con los presupuestos de 2023 cumpliendo el ‘objetivo 2027’ de Pedro Sánchez. Y la tercera, entienden que será aún más difícil negociar en 2026, año preelectoral. Del off the record de los pasillos del Congreso la pasada semana —donde fuentes del Gobierno reconocían que no llegaban a presentarlos en mayo— Pedro Sánchez y María Jesús Montero dejaron la vía abierta.
Lo cierto es que el Gobierno se había comprometido a presentarlas “sí o sí”. De hecho, el equipo de Hacienda, a nivel técnico, sigue trabajando. También reconocen que las negociaciones políticas no han comenzado. Hasta ahora, el diálogo presupuestario era con luz y taquígrafos. Ahora todo son sondeos a las formaciones e ir tanteando las condiciones. Hoy, esa “carpeta” —que diría Junts— no está abierta. La rivalidad ERC-Junts es cada vez más virulenta en el Congreso y el PSOE no ha conseguido sentarse a negociar y todos tienen sus cartas escondidas.
Tampoco saldrá ahora la senda de déficit, tumbada por Junts antes de verano. Un techo que puede aprobar el Estado e informar después a las comunidades. Para alivio de Sánchez, a corto plazo las cuentas prorrogadas son expansivas. Por contra, no tiene un plan de políticas públicas acorde a esos ingresos extra. Y en lo político, sin presupuestos, el Gobierno no responde a la pregunta de qué quiere hacer con la legislatura. Resignándose a no marcar agenda, en “un coche sin gasolina” —que decía Sánchez a Rajoy en 2018— o más bien un coche eléctrico con el contador de la carga en su contra.
La presentación de las cuentas de 2025 demostrará cuánto oxígeno y confianza tiene el gobierno para asegurar la legislatura
Sumar presiona al PSOE y recuerda la “obligación” de llevar las cuentas al Congreso. Podemos pide lo mismo. Y en el ejecutivo hay voces que abogan por presentar un ‘presupuesto ómnibus’, con mucho gasto social que, si “palman” —que diría Gabriel Rufián—, lo habrán intentado con medidas propias de una coalición progresista.
La dificultad para negociar las cuentas se extiende a Podemos y Sumar por el gasto en Defensa. En la negativa de los morados a aceptar cualquier partida “de la guerra” y la dualidad interna bajo el paraguas de Yolanda Díaz. En Sumar conviven el alma roja y verde. Los atlantistas de los ochenta de IU y la indefinición de Compromís o Más Madrid, junto a la vía práctica de los verdes, que reivindican la autonomía europea y votarían un “rearme” frente a un Trump desenchufándose de la UE. Todo con “mucha didáctica”, insisten, para hablar más de seguridad y menos de tanques.
En la práctica, Yolanda Díaz no puede asegurar sus 27 escaños en el Congreso para subir la partida en Defensa. PSOE-PP podrían votar juntos. Pero el Gobierno no quiere depender del PP y visualizar la debilidad del bloque de investidura o que le deje tirado en cualquier momento. No está previsto tener que aumentar ese gasto hasta que la Comisión Europea determine cuánto pone cada país, qué partidas se incluyen y la fórmula, entre ellas, transferir deuda a los países. Aun así, el roce complica las negociaciones de las cuentas.
A esto hay que añadir el debate existencial en Sumar. Díaz no es la líder orgánica, este fin de semana será nombrada número tres, y al tiempo es quien se sienta con Sánchez en la Moncloa sin liderazgo orgánico o control del partido. El Grupo Plurinacional que articula Díaz no tiene otra opción que repetir una coalición en un escenario geopolítico que necesitará ese espacio. Pero el Movimiento Sumar, ya sin Podemos, podría excluir a IU si la discrepancia militar se acentúa. Los últimos acuerdos del PSOE con Junts ya han puesto en evidencia la debilidad de Yolanda Díaz para unificar el Grupo. Salió diciendo que el pacto de competencias migratorias era bueno y acto seguido lo criticaron Compromís y Más Madrid. Lo mismo ha ocurrido con la ambigüedad de su postura en el gasto militar.
En la otra dirección, el cierre de presupuestos con Vox, más que un éxito de Alberto Núñez Feijóo, es la vergüenza del PP, con apoyo popular en Madrid y mucho menos fuera. En este caso, qué es peor, ¿no tener presupuestos y evitar el sometimiento del PP a Vox? Emiliano García Page también prefiere que no los haya a ver un Gobierno del PSOE pactando con Junts. Tiene razón, las cuentas son economía e ideología. Por eso de aquí a junio veremos dos dinámicas. La presentación de las cuentas de 2025 demostrará cuánto oxígeno y confianza tiene el gobierno para asegurar la legislatura y si el futuro de Feijóo estará atado o no a Vox en función de los pactos autonómicos.