Resulta que tanto en la actual campaña como en 2019, Kamala Harris ha dicho que trabajó en un McDonald's mientras estudiaba. Resulta que la empresa no ha dicho que no, pero sí que ha explicado que "no tienen registro" de este hecho, según explica The Washington Post. Esto ha servido para que circulen contenidos en las inefables redes que dicen que la empresa de comida rápida ha dicho que la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, nunca trabajó allí. Ni que decir tiene que el equipo de campaña de Donald Trump lo ha aprovechado y ha mandado al magnate a servir patatas fritas durante algunos minutos en un autoservicio de un McDonald's en Pensilvania, para poder decir que “Donald Trump ya ha trabajado más en McDonald's que Kamala Harris en toda su vida”. Aunque todo fue un montaje y ni los clientes eran de verdad, McDonald's ha tenido que salir al paso explicando que, como empresa, no apoyan a ningún candidato. "No somos rojos ni azules, somos dorados". Y tienen un payaso que da miedo, les ha faltado añadir.

La otra gran noticia política de la semana es que la pareja de Isabel Díaz Ayuso, un señor de nombre —y apellidos— Alberto González Amador, intentó deducirse ante Hacienda gastos privados, en varios ejercicios fiscales, como si fueran parte de su actividad empresarial. En concreto, la pareja de la presidenta intentó colar objetos de lujo, como un Rolex —siempre hay que saber la hora—, desodorante, hilo dental, pasta de dientes, colutorios o champú —siempre debes reunirte estando presentable—, pelotas de pádel —en todas partes se hacen negocios—, y algunos menos comunes, como un saxofón, que veo más difícil de justificar. A mi gestoría les propongo esto y se echan a reír.

Las regulaciones no son malas. Lo que hay son regulaciones bien hechas y regulaciones mal hechas

Ante esto, tendrán que admitir que Mariano Rajoy, tan caricaturizado por sus frases sin aparente sentido, es alguien con un sentido común fuera de lo común. Hace unas semanas, durante una conferencia en el Fórum La Toja, el expresidente español hizo reír a su audiencia al más puro estilo Jordi Pujol al compartir las dificultades que genera el nuevo diseño de los tapones adheridos a la boca de las botellas de plástico. “Empecé a beber y me puse hecho un circo”, fue la frase de Rajoy, mientras lo miraba Felipe González sin entender nada, porque es un señor que no tiene sentido del humor. Pero la intervención de Rajoy, en realidad, tenía profundidad. Era una forma de criticar el exceso de regulación, en este caso de la Unión Europea. La intención de la norma, que entró en vigor en julio y seguro que han sufrido ustedes, es asegurar que los tapones no se pierdan y se puedan reciclar junto con el resto del envase. Lo que no sé qué ocurre ahora, por cierto, es cuando entras en un recinto deportivo, por ejemplo; porque cuando servidor todavía iba, te dejaban entrar la botella, pero sin el tapón. Pero, vamos, este es otro tema.

Lo que quiero es añadir una reflexión que deberían comprarme los nuevos Nobel de Economía, esos que dicen que los países van bien o mal en función de sus instituciones. Si resulta que puede regularse el mercado, por ejemplo, para proteger el medio ambiente. ¿No es importante también proteger a la gente que vive sobre el planeta cuyo medio ambiente quieren proteger? Pues regulen como Dios manda —o quien sea— el mercado de la vivienda. Las regulaciones, señor Rajoy, no son malas. Lo que hay son regulaciones bien hechas y regulaciones mal hechas.