Las guerras contemplan periodos de descanso. Parece una frivolidad, pero en todo caso sería una insensatez histórica que se ha reiterado en el tiempo. En 1027, por ejemplo, en la vida del Abad Oliba de Vic, se estableció un primer periodo de paz y tregua desde la noche del sábado hasta el lunes. El solemne escrito de la Asamblea de Toluges convocada por el obispo Oliba, en nombre del obispo de Elna, declaraba la Paz y Tregua de Dios con la idea de ganar tiempos pacíficos a pesar de saber que eran excepciones temporales. Los momentos de ausencia de conflictos también se extendían al Adviento, y sobre todo a la Cuaresma, un tiempo propicio para reflexionar y detenerse.

En plena Cuaresma, que además, este año coincide con el Ramadán, ha llegado el acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán, que ha puesto fin además de 30 años de conflicto. En el 2023, Azerbaiyán controló el Alto Karabaj, región que los dos países reclaman desde la caída de la Unión Soviética.

Hace falta desacelerar y detenerse. "Ante la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los otros con una nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos, encontramos compañeras y compañeros de viaje"

En marzo de 1985, coincidiendo con la Cuaresma de aquel año, Mijaíl Gorbachov asumió el liderazgo de la Unión Soviética e inició la Perestroika o reestructuración, un conjunto de reformas políticas y económicas para abrirse al mundo. La Cuaresma ofrece esta posibilidad de tregua que en algunos casos se ha sabido aprovechar.

Antes de ingresar en el Hospital Gemelli, el papa Francisco ya había dejado publicado un mensaje para la Cuaresma, un tiempo para "actuar, pero también para detenerse", y se refiere no solo para rogar, sino también para "detenerse ante el hermano herido, porque el amor a Dios y al prójimo es un único amor." El Papa no ve el ayuno, la limosna y la plegaria como "tres ejercicios independientes, sino como un solo movimiento de apertura y de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los aferramientos que nos encarcelan. Entonces, el corazón atrofiado y aislado se despertará". Por lo tanto, hace falta desacelerar y detenerse. "Ante la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los otros con una nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos, encontramos compañeras y compañeros de viaje". Estas palabras del Papa parecen utópicas y cándidas, de niño pequeño casi, pero releerlas nos hace ver que son de una conciencia madura y realista, de una lucidez azorada. El mundo con una nueva intensidad, y sustituir amenazas y enemigos por compañeros de viaje. La alternativa no es demasiado golosa.