La delegación (parcial, que no integral) de las competencias de inmigración pactada entre el PSOE y Junts es una victoria para Salvador Illa en el ámbito de la gestión (al fin y al cabo, si se aprueba la ley, la podrá desplegar el presidente 133) y un triunfo moral para Sílvia Orriols, que se ha pasado muchos meses oyendo que su obsesión con los recién llegados era un tema exagerado para ahora ver los convergentes de toda la vida enarbolando tal pacto como si fuera una reedición de las Bases de Manresa. Con respecto a Illa, se podría pensar que el Molt Honorable se devalúa a causa de tener que aplicar una mejora de competencias negociada por sus superiores en Madrid; pero eso no va con el talante zen del presidente, quien —a pesar del evidente sucursalismo del pacto— sabe muy bien que lo importante no es escribir la ley sino mandar. De hecho, la invisibilidad de Illa en el tema es doble, ya que tampoco sabemos a ciencia cierta qué piensa de los inmigrantes.
Sea como sea, Junts ha tenido que esperar más de un año para esta cesiºón (parcial, que no integral) de competencias; y este hecho no es casual. Los gobiernos españoles siempre se resisten a perder poder, pero el PSOE y Pedro Sánchez saben que, hoy por hoy, la inmigración es la gran patata caliente de la política mundial. En este sentido, que la Generalitat tenga que emplear más recursos para satisfacer su nueva cuota (parcial, que no integral) de responsabilidad, ya le va muy bien a las élites políticas del kilómetro cero. Ahora que uno ya sabe que Aliança Catalana está robando capazos de votos a los juntaires, al Gobierno más progresista de todos los tiempos también le sienta de coña que nuestro país vire a la derecha con respecto a la alergia contra marroquíes y otros norteafricanos (si hablamos de inmigración, nos referimos a esta tipología, no a los holandeses que se cascan un Matcha Latte en las teterías posh del Gótico).
La Generalitat tendrá un poder envidiable y durísimo en el ámbito de las fotocopias y las secretarias
Si vamos a la letra pequeña del pacto sobre inmigración, se ve rápidamente que la presencia de los Mossos en zonas críticas como puertos y aeropuertos se producirá en cooperación con las fuerzas del Estado. Con respecto a las expulsiones de recién llegados que requieran expediente, la Generalitat emitirá una propuesta a la Junta de Seguridad de Catalunya (nuevamente, un ente con participación estatal, por mucho que sea presidida por Illa). Dicho lisa y llanamente, lejos de una cesión de competencias sustancial, el Gobierno se dedicará a hacer el trabajo sucio de las políticas migratorias; coordinará los (desdichadamente) famosos Centros de Internamiento de Extranjeros; ejercerá la competencia sancionadora de los procedimientos administrativos, y expedirá el documento de identidad para los extranjeros. Todavía dicho más crudamente, la Generalitat tendrá un poder envidiable y durísimo en el ámbito de las fotocopias y las secretarias.
Las políticas de inmigración, aquí y en la República Popular China, piden tener el control absoluto de las fronteras de un estado. Es obvio que el PSOE no podía transigir en este aspecto (una cesión que incluso "su" Tribunal Constitucional habría tumbado con gran alegría) y, nuevamente, Pedro Sánchez ha conseguido dar ventaja (donar peixet) a los nacionalistas para que tiñan de Mossos algunas zonas calientes donde hay gente de piel oscura. De hecho, servidor diría que tendríamos que empezar a retratar la época presente como la era del “peixet al cove” ('esto está en el bote'), porque nos encontramos en una situación bien parecida a la del pujolismo y la redacción del Estatut del 2006..., pero con aguinaldos un poquito más raquíticos, aunque bien disfrazados. Lo gracioso de todo ello es que Junts ha llegado tarde a asumir seriamente el tema de la inmigración y todo este vodevil no servirá para que Puigdemont pueda evitar el auge creciente de Sílvia Orriols.
Pero que el lector no se desanime, se lo ruego, ya que Míriam Nogueras y su equipo, cuando menos, conseguirán muy pronto que los recién llegados al país hablen un catalán más puro que el de Pompeu Fabra; así se explicita en la proposición de ley, que nos traerá una inmigración más selecta (e irrisoria), pero mucho más catalanizada. Suerte tenemos de esto, que en caso contrario todavía pensaríamos que nos han vuelto a tomar el pelo...