Pedro Sánchez fue aclamado por el congreso del PSOE, aunque hubo un 10% de delegados que se hicieron notar con su voto en blanco o nulo, pero el presidente del Gobierno sigue acorralado. Los tribunales acorralan a Pedro Sánchez, de momento por el hermano, por su mujer y especialmente por sus amistades peligrosas. A medida que se van diciendo y sabiendo cosas, resulta que las amistades del presidente no eran tan fieles como él debía suponer, porque ya se ve que están dispuestos a pringar a quien sea y en este sentido se han convertido en su principal amenaza política.

Tanto es así que el propio presidente ya va diciendo que tarde o temprano lo imputarán, según testigos de periodistas de la capital que cubrieron el 41 Congreso. Obviamente, Sánchez lo explica en el sentido de que la persecución política contra su persona no tiene límites y que es necesario reforzar la democracia para evitar estos abusos de poder, olvidando que él formó parte de la operación política, policial, mediática y judicial contra personas inocentes solo por el hecho de ser catalanes y, por lo tanto, sospechosos de ser independentistas.

La paradoja de la política española consiste en que un partido condenado por corrupción exige la dimisión por corrupción del presidente que lo desalojó del poder ejecutivo por ser corrupto

Sánchez se va curando en salud ante lo que pueda ocurrir, aprovechándose de la gran paradoja de la política española. Le pide su dimisión por corrupción el partido que fue desalojado del poder cuando fue condenado por su financiación ilegal. En una situación normal, si el presidente es investigado por corrupción, debería renunciar al cargo y, por pocos escrúpulos que tengan sus aliados parlamentarios, deberían retirarle el apoyo. Pero resulta que retirar el apoyo a Pedro Sánchez significa entregarlo nuevamente al partido más corrupto de Europa, con lo que recordarán el dicho: “Virgencita, virgencita que me quede como estoy” y no moverán un dedo.

En todo caso sería una situación complicada y difícil de tragar que el presidente, el fiscal general del Estado y quizás algún ministro estuvieran imputados, y como Sánchez se ve venir lo que en Estados Unidos se conoce como impeachment, plantea ahora una huida hacia adelante, anunciada el día de la Constitución: Hay que reformar algunos artículos de la Constitución para blindar derechos antes de que lleguen los conservadores, vino a decir el presidente. Es una forma de introducir nuevos debates que marquen la agenda mediática y sitúen la batalla en el campo ideológico, favoreciendo la polarización. Sánchez citó como ejemplo el derecho al aborto, que es la forma de identificar a cada uno en un bando irreconciliable. Se trata de un debate absolutamente artificial que tiene por único objetivo distraer al personal, porque todo el mundo sabe que la reforma de la Constitución requiere al menos un acuerdo de PSOE y PP. Y si la reforma que se pretende es para que se la traguen los conservadores cuando lleguen, difícilmente los conservadores se dejarán enredar.

El líder socialista plantea ahora una reforma imposible de la Constitución para agitar el debate ideológico que movilice a las izquierdas y abone el terreno ante la posibilidad, mal que le pese, de verse obligado a convocar elecciones

El camino de Pedro Sánchez hace más subida que la canción de Serrat. El presidente español tiene algunas asignaturas pendientes que debería resolver pronto y resulta que tanto si las resuelve como si las deja empantanadas, añadirán más leña al fuego. La principal es la amnistía. Parecía que se había apresurado al Constitucional para cerrar el asunto definitivamente y que Puigdemont comiera los turrones en Amer. Si esto no ocurre, es difícil que Junts apruebe los presupuestos del Estado, y si Junts no lo hace, tampoco lo hará Esquerra Republicana, para no ser menos. Ahora bien, si finalmente se aplica la amnistía como se aprobó en el Congreso, la reacción contra Sánchez de todas las derechas, pero sobre todo del búnker judicial, será a sangre y fuego.

Así que todo ello hace sospechar que Pedro Sánchez, abriendo nuevos temas de debate y confrontaciones que lo permitan erigirse en centinela de la democracia, está abonando el terreno para movilizar a su favor digamos que a la España antifranquista, ante la posibilidad, indeseada y mal que le pese, de verse obligado a convocar elecciones.