No se conoce todavía el manual de resistencia para los aficionados a la pesca del peix al cove, pero seguro que ya se ha escrito o se escribirá más pronto que tarde para desmontar falacias sobre prácticas tan únicas como sus protagonistas. Para mucha gente, el peix al cove era el estilo de negociación de la Convergència pujolista y de su socio de tantos y tantos años, el democratacristiano Duran i Lleida. Pero esta es, sin duda, una versión interesada y excesivamente pobre. El Partido Nacionalista Vasco (PNV), sobre un fondo poco iluminado, siempre ha sido el mejor maestro en pescas y cestería. Desde el principio, antes de la llamada Transición, con la larga agonía de Franco, y hasta ahora. En los últimos años, con respecto a buenos resultados, va pisándole los talones al PSOE de Pedro Sánchez, que deja atrás marisqueiras gallegas con un cesto lleno de pellets que ensucian ánimo y paisaje, y los seguidores de un asalta-cielos que tampoco se han dado cuenta de que son ellos el pescado que se afana por respirar en un cesto que nunca les han dejado compartir y sí, en cambio, ayudar a llenar para hacer más diverso y atractivo el caldo político. Así pues, si la hipótesis es válida, el peix al cove lo practican todo tipo de pescadores con estilos y destinos bien diferentes, y ningún grupo pertenece a la misma cofradía, ni mucho menos.
En la actualidad, y con respecto a Catalunya, la modalidad tradicional, propia y autonomista, de competir en el peix al cove la practica profusamente Esquerra Republicana, aunque Junts, que se lleva la fama, ha introducido una versión moderna de culo de hierro negociador —que no deja de tener sus riesgos—. Esta puede ser ahora, y mientras dure el chollo, la clave para llenar un cesto sin tener demasiadas manías sobre lo que se recoge. Que, por cierto, supresión del IVA del aceite aparte, y como ya ha dicho y repetido Pedro Sánchez, las competencias en inmigración tampoco son nada del otro mundo ni merecen indirectas en X envenenadas. Se trata, tan solo, de lo que ya figuraba y era ley en el Estatut infortunado de sombra alargada y que, ni cuando parecía más posible, se tomó en cuenta como debate para hacer, conciencia ciudadana para desarrollar y política propia.
Los partidarios de una Catalunya plena no se pueden contentar con un autonomismo y un federalismo, por historia y fundamentos, imposibles
Sin embargo, Sánchez, el superviviente de todas las empresas, tendría que encontrar para negociar en su nombre en el Congreso a un Bolaños con los glúteos tan endurecidos como los de Jordi Turull, que se revalida como culo di fierro a la estela de Enrico Berlinguer, secretario general del desaparecido PCI italiano, que fue conocido con este sobrenombre por su capacidad de conseguir ser el último de levantarse en unas negociaciones, y hasta que el resultado no le era propicio (o así lo creía).
Por cierto, que en uno de los últimos congresos del PCI se preguntó anónimamente a todas las personas que habían sido escogidas como delegadas y que mayoritariamente eran miembros funcionarios o políticos del partido, si creían que el comunismo era posible en Italia. La inmensa mayoría contestó que no, y así también el eurocomunismo declaró, en un congreso de gala, que había que decantarse por el peix al cove. Y así ir tirando... o no. Berlinguer murió en 1984 y el PCI desapareció el 9 de febrero de 1991.
No me valen las encuestas de un CIS que podrían comparar la voluntad de independencia menguante con la falta de convencimiento por la razón de ser de tantos años del PCI, resistente y antifascista. Su alternativa no podía ser el eurocomunismo, del cual nunca más se supo. Y tampoco los partidarios de una Catalunya plena se pueden contentar con un autonomismo y un federalismo, por historia y fundamentos, imposibles.