Es un tema al que ya hace un tiempo que le doy vueltas. ¿Por qué las administraciones públicas necesitan disponer de eslóganes para vanagloriarse de su obra o de sus buenas intenciones? ¿No piensan que muchas veces se les pueden volver en contra?
Y los ejemplos son abundantes y los encontramos en todas las casas, las hayan pintado del color que las hayan pintado, o las quieran arreglar como las quieran arreglar.
Ahora, por ejemplo, en la Generalitat de Catalunya el eslogan del momento es "El Gobierno de todos". Por muy buena voluntad que se tenga, y no tengo por qué dudar de ello, esto es política y metafísicamente imposible. Políticamente no es posible porque todo gobierno nace de la victoria electoral de un partido, o de una coalición de partidos que hacen mayoría parlamentaria. Y un partido o unos partidos son, por definición, representantes de una parte del electorado. Representan una determinada ideología, que se corresponde con unos determinados principios y valores, que no pueden ser compartidos por todo el mundo, ni sería bueno que lo fueran, porque no habría debate democrático ni posibilidad de alternancia.
El peligro de estos eslóganes omnicomprensivos radica en que muy fácilmente pueden volverse en contra de quienes los han diseñado o asumido, porque la realidad desmentirá, más pronto que tarde, estas buenas intenciones
Y metafísicamente tampoco es posible, porque un gobierno tiene su manera de estudiar la naturaleza fundamental de la realidad, tiene su forma de afrontar los primeros principios del ser, la identidad y el cambio, el espacio y el tiempo, la causalidad, la necesidad y la posibilidad. La metafísica incluye cuestiones sobre la naturaleza de la conciencia y la relación entre mente y materia, entre sustancia y atributo, y entre potencia y acto. Un gobierno tiene su conciencia de la realidad, que puede no ser compartida por otros, y tiene su visión sobre cómo las convicciones pueden pasar al acto, pero tampoco tiene que ser una visión compartida por todo el mundo.
Diría que el cumplimiento de este eslogan es una aspiración de abarcar el conjunto, pero añadiría que es una esperanza vana, porque es imposible.
Es la misma extravagancia que consiste en afirmar que se gobernará para todo el mundo o que en un puesto de mando se quiere ser una especie de padre/madre de todos. Y es extravagante porque todo el mundo tiene sus convicciones, y cada uno ha llegado a un cargo de dirección porque ha sido elegido para hacer prosperar las convicciones de quienes lo han votado. En sociedad, en cualquier estructura social, hay en juego intereses diversos, enfoques distintos, maneras de actuar específicas y niveles de empatía divergentes, de modo que hacer pasar las buenas intenciones como moneda buena es un desiderátum sin futuro.
El peligro de estos eslóganes omnicomprensivos radica en que muy fácilmente pueden volverse en contra de quienes los han diseñado o asumido, porque la realidad desmentirá, más pronto que tarde, estas buenas intenciones, y porque la naturaleza humana es como es y no perdona.
Los hay, sin embargo, que son adecuados al objetivo que se proponen. Por ejemplo, ya hace muchos años (antes de los Juegos Olímpicos de verano de 1992), el Ayuntamiento de Barcelona lanzó el eslogan "Barcelona, posa't guapa" ('Barcelona, ponte guapa'). Era un reto para toda la ciudadanía, y para la propia Administración municipal, pero era un reto alcanzable, estimulante, cautivador, comprensible y con impacto, porque animaba a todo el mundo, propietarios y ciudadanos en general, a mejorar la calidad del espacio público. ¡Cuánta falta hacía! Y porque iba acompañado de ayudas tangibles de cara a lograr el objetivo. Era utópico pero real.
Los hay, por otra parte, que carecen de cualquier atisbo de imaginación. Es el caso del Consell de Mallorca, que en julio de este año decidió que su eslogan sería "Súmate al cambio". La cuestión es que el Consell de Mallorca no hace más que reciclar un eslogan de la Empresa Municipal de Transports de Palma (EMT) y del Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy. Este eslogan ya había sido utilizado, pues, tanto en el ámbito local como estatal. En concreto, en el año 2019 la empresa de movilidad palmesana, con el objetivo de promocionar las novedades de la flota de autobuses de Palma, como la incorporación de buses con gas natural, entre otras medidas, utilizó este eslogan: "Sube al bus, súmate al cambio".
Por su parte, el PP de Mariano Rajoy empleó el mismo lema en la campaña electoral de 2011, hace ya trece años. En uno de los vídeos creados para la campaña, con música emotiva e imágenes de gente practicando deporte, trabajando en el mar, escalando o trabajando, una voz daba un mensaje positivo que decía que "tiraremos adelante" y pedía a los votantes que se sumaran al cambio, que, según el spot propagandístico, representaba Rajoy.
Por todo ello he utilizado en el título la palabra peligro. Porque los eslóganes pueden llevar a la reiteración, al vacío o a la presentación de objetivos inalcanzables. Y, cuidado con los boomerangs, que pueden ser dolorosos.