Platja d'Aro quiere acabar con la proliferación de las despedidas de soltero “incívicas”. Como si las hubiera de cívicas, pero vaya. El caso es que el ayuntamiento acaba de aprobar una ordenanza que, entre otras cosas, quiere acabar con los grupos ruidosos de personas que, libremente o bajo los efectos de estupefacientes, lucen muñecos de tipo sexual por la calle, o que —leo en el Diari de Girona— se pasean “en ropa interior” haciendo alboroto y generando molestias. La ordenanza recibió un apoyo mayoritario del pleno y ahora entra en período de alegaciones. No es una noticia cualquiera. Platja d’Aro fue uno de los mascarones de proa de cambios políticos, sociales y estéticos con la apertura de discotecas como Palladium, donde he pasado grandes noches. Ahora parece que todo el mundo piensa que la libertad ha ido demasiado lejos.
Lo peor no son las despedidas de soltero. Lo peor es la consecuencia, que suele ser —aunque no en el 100% de los casos— casarse
Me ha hecho gracia que el jefe de la Policía Local, David Puertas, haya puesto como ejemplo de una de esas despedidas de soltero que tanto molestan una en la que, ya de madrugada, un grupo iba “con música alta” y ató al novio a una farola “con cinta aislante”. Me temo que lo que molestaba era la música alta y no el pobre chico atado a la farola. Pero el caso es que, si sigue adelante, las infracciones leves se sancionarán con 300 euros, las graves con 750 y las muy graves con 1.500. Ignoro a cuánto se paga la música alta, pero sobre todo ignoro a cuánto se paga atar un amigo a una farola con cinta aislante.
Platja d’Aro no es el primer municipio que actúa contra este modelo de despedidas de soltero. Tossa de Mar fue pionero en hacerlo hace diez años. Y a principios de este año, Lloret también expresó la voluntad de prohibir estas prácticas, siempre que “perturben la tranquilidad y la paz de los vecinos y provoquen una mala imagen” del municipio. Diría que ya no importa, pero seguro alguien se enfada. Pero la lucha por controlar estas despedidas de soltero también se ha extendido a otras ciudades de España. Sevilla, Málaga, Granada, Logroño, León o Salamanca también han modificado sus ordenanzas para tratar de limitar estos happenings después de recibir numerosas quejas de sus vecinos. Desde el control del ruido hasta medidas más llamativas como prohibir ir por la calle con, qué insistencia, complementos con forma de genitales en la cabeza, con muñecas de carácter sexual o en ropa interior. Me imagino al técnico municipal que redacta la lista de prohibiciones disfrutando como un camello. Pero, sobre todo, me pregunto quién decide el buen gusto de una despedida de soltero o soltera.
En fin, hace años que no voy a ninguna despedida de soltero y no tengo previsto celebrar la mía próximamente. Pero, una vez más, nuestros políticos erran el tiro. Lo peor no son las despedidas de soltero. Lo peor es la consecuencia, que suele ser —aunque no en el 100% de los casos— casarse. Pero no creo que nadie haga ninguna ordenanza, ni municipal, no autonómica, ni estatal, ni mundial, para prohibir una práctica tan arcaica, escandalosa y motivos de broncas, que ni aquella revolución de Palladium logró erradicar.