Es muy probable que el día 5 de noviembre no sepamos el resultado de las elecciones norteamericanas. Ni tampoco el día 6. Es perfectamente plausible que pasen días o incluso semanas hasta que los recuentos en varios Estados clave no aclaren quién ha ganado unas elecciones que nos interpelan a todos. Estos últimos días los teléfonos hierven en las sedes de campaña de Harris, donde en esta recta final se han propuesto hacer hasta 100.000 llamadas cada hora, 10 millones de llamadas en total. Es lógico: algunas estimaciones rigurosas afirman que unos pocos millares de votos pueden ser decisivos para inclinar la balanza de un país de 346 millones de personas, donde 244 tienen derecho a voto y 150 lo ejercen. Pueden parecer pocos votos, pero recordamos todos el Gore versus Bush del año 2000, donde todo el mundo aguantaba la respiración mientras solo 537 votos de Florida entregaron la presidencia a George W. Bush.

Hay que seguir atentamente Pensilvania, uno de los 7 swing states donde se decidirá el futuro de la presidencia. Es el Estado en juego donde se reparten más delegados (19) y donde actualmente hay un mayor empate técnico. Los últimos días, sin embargo, las polémicas declaraciones del humorista Tony Hinchcliffe, uno de los teloneros de Trump en el rally que este hizo en el Madison Square Garden, pueden inclinar la balanza. La ubicación escogida, sede del mayor acto propagandístico nazi en los Estados Unidos, en 1939, justo antes de que empezara la guerra, no era un buen presagio. Allí, Hinchcliffe declaró que Puerto Rico era una isla de basura flotante. Esta afirmación ha enfurecido a los americanos de origen puertorriqueño, que en Pensilvania representan a unas 600.000 personas, y que ahora se plantean votar a Harris, que ha aprovechado la oportunidad para presionar a Trump sumando además los apoyos de Jennifer López, Bad Bunny y Ricky Martin.

Los europeos no podemos votar este martes, pero nos jugamos mucho. Meloni, Orbán, Putin, Bolsonaro y Milei, entre otros líderes ultras y populistas del mundo, esperan como agua de mayo la victoria de Trump en clave de reafirmación propia. No sería de extrañar que mientras todo el mundo está pendiente de este recuento final ellos ya lo declararan ganador in pectore de los comicios.

Con el fin de analizar quién sale beneficiado y quién sale perjudicado en la agenda internacional de los dos candidatos a presidente, es interesante revisar los informes de inteligencia americana donde se analizan las interferencias internacionales en términos de desinformación. La conclusión es clara: Rusia va con Trump e Irán va con Harris. Repasamos algunos puntos clave de la agenda de ambos.

El resto del mundo nos tenemos que preparar porque, con independencia de si gana o no los comicios, el trumpismo como concepto ha venido para quedarse

Trump desprecia los organismos multilaterales y los acuerdos que se han conseguido en estas esferas, como el del clima de París, que ya ha anunciado que se saltará, y lo irrita profundamente el funcionamiento de la OTAN y la falta de inversión en seguridad de los países europeos. Bajo el lema "America first", preferirá las relaciones bilaterales con Estados dirigidos por líderes amigos y es impensable que mantenga el actual gasto en Ucrania, que quedará muy sola. En el caso de Israel, su apuesta es seguir dando apoyo incondicional al gobierno de Netanyahu y hacer realidad el despliegue final de los Acuerdos de Abrahán, desde mi punto de vista su mejor apuesta en política internacional. Es importante destacar que este tema a él lo obsesiona personalmente para sacarse una piedra del zapato: con este despliegue final de los acuerdos quiere ganar sí o sí, como Obama, el Premio Nobel de la Paz.

Sobre Harris sabemos menos cosas, pero sí sabemos que no es hija de la Guerra Fría ni descendiente de irlandeses y que, por tanto, para ella Europa tiene menos centralidad que para Biden. Nadie espera, sin embargo, que rompa en ningún caso con los valores ni con las instituciones forjadas al final de la Segunda Guerra Mundial y que han guiado la política exterior de los Estados Unidos desde entonces.

En el ámbito económico los dos candidatos tienen propuestas radicalmente diferentes y las de Trump pueden remover los mercados internacionales. El republicano quiere compensar la bajada radical de impuestos que propone, sobre todo a los empresarios y a los más ricos, con la imposición de aranceles (del 10-20% en el caso europeo y de hasta el 60% en el caso de China) en todos los productos importados, que puede perjudicar la competitividad de la economía americana. Mientras tanto, Harris es continuista con respecto a las políticas de Biden, apostando por proteger las clases medias con más ayudas y en el caso chino apuesta por el derisking (políticas proteccionistas centradas solo en los sectores más claves, como el tecnológico) en lugar del decoupling de Trump, que pretende desconectar completamente la economía americana de la del gigante asiático.

Roger Stone, un personaje algo siniestro que ya llevó en su momento la campaña de Reagan (el "make America great again" nace allí) y que fue quien forjó el Trump político, fue también quien acuñó el leitmotiv que este ha ido repitiendo estos últimos 8 años: estas elecciones van de las élites del país contra mí y contra los Estados Unidos de América. En los sueños más húmedos de muchos políticos y analistas norteamericanos, sobre todo demócratas, pero también republicanos, el fenómeno Trump es pasajero y se acaba con él perdiendo este martes. Mi sensación es que mientras Harris y los demócratas repiten sin cesar que estas elecciones van de Trump contra la democracia americana, el resto del mundo nos tenemos que preparar porque, con independencia de sí gana o no los comicios, el trumpismo como concepto ha venido para quedarse.