Escribía ayer la estimada Marta Lasalas que la participación del president de la Generalitat en la cumbre hispano-francesa de mañana en Barcelona se limitará a dar la bienvenida a los invitados cuando lleguen al MNAC. No podría ser de otra manera. El procesismo ha convertido Catalunya en una escuela de azafatas y su más alta instancia ejerce gustosamente de conserje mayor. Es así como los niños mayores de Europa se dispondrán a pasear por el ábside de Sant Climent de Taüll y se maravillarán con la ciencia lumínica de nuestro gran Fortuny (pintor infinitamente más excelso, dicho sea de paso, que la mayoría de los horteras impresionistas gabachos), mientras Pere les llevará el bolso y el abrigo al guardarropa. Ni una reunión con Sánchez ni un triste vis-a-vis con el jefe visible de los enemigos del norte. "Perdone, joven, ¿los Casas están en el primer piso, verdad? Tenga un eurito".
Así lo explicaba ayer mismo esta replicanta funesta que tiene Aragonès como portavoz, Patrícia Plaja, vanagloriándose del hecho de que el Govern "no deja ningún espacio sin representación ni desperdicia ninguna oportunidad, y además es a quien le corresponde hacer de anfitrión cuando el presidente de un estado visita nuestro país". Con el nivel de sintaxis de la cita precedente ya bastaría para desestimar cualquier cosa que pueda decir esta pobre chica; pero la cosa es grave, pues la frase equipara la figura del president de Catalunya a un simple delegado del Gobierno en la colonia. Pero el problema no es que el enemigo te trate como un simple ujier, así ha hecho siempre, sino que tú mismo te prestes con tanta diligencia como hará mañana nuestro pequeño Molt Honorable. La presidencia del país es eso; un simple recibidor de capataces.
Un president haciendo de conserje y una mani junto a las fuentes, cohabitando con turistas y palomas. En eso se ha convertido Catalunya
Es normal que la administración española no tuviera ni la deferencia de consultar al Govern la elección de Barcelona como sede de este encuentro entre coleguis. Ya me diréis por qué pollas lo tendría que hacer si, reduciendo la pena de sedición, Pedro Sánchez ya los ha hecho sentirse unos revolucionarios. "El Govern de la Generalitat ha limitado el poder represivo del Estado", remachaba ayer la desdichada Plaja, como si reducir los sopapos que te mete el amo del corral fuera una cosa para celebrar. Pero la pantomima no se acabará con el Molt Honorable desenrollando la alfombra roja a las autoridades extranjeras; los desdichados convergentes de la ANC y el president Puigdemont habían promovido una gran manifa delante de las cuatro columnas de Puig i Cadafalch con tal de importunar la magnificencia del encuentro. Pues bien, ayer sabíamos que el cordón de seguridad de la cumbre los obligará a retroceder hasta la Font Màgica de Montjuïc.
Un president haciendo de conserje y una mani junto a las fuentes, cohabitando con turistas y palomas. En eso se ha convertido Catalunya, y todavía gracias que la policía española no ha hecho recular a Dolors Feliu hasta la plaza de Espanya, que todavía tendría más cachondeo (de hecho da lo mismo, porque los fotógrafos de La Moncloa y el Elíseo ya han escogido la panorámica más adecuada para que la manifestación quede absolutamente borrada de la posteridad). Con toda esta gente, es cierto, nuestros enemigos no se tienen que inmutar demasiado para humillarnos; les basta con nuestro conserje mayor y, desde la lejanía, con la sombra de su antecesor convertida en un fuego de campo de gente desvalida. Espero que nuestro adorado Pantocrátor tome nota de todo y la ira divina descienda muy pronto contra los traficantes de la nación y sus virreyes. Me muero por que lleguen las próximas elecciones. Será un placer no votarlos.